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La comarca de los ermitaños

(Fotomontaje de Javier Candellero).
(Fotomontaje de Javier Candellero).

Durante siglos, el Montsant fue un lugar especial para el encuentro religioso, con la naturaleza o con uno mismo, y por ello la comarca del Priorat tiene una larga tradición de ermitaños. No están ausentes los placeres terrenales, como gastronomía, enología y fiestas típicas.

Tras la expulsión de los árabes de la actual Cataluña, hace casi 10 siglos, muchas regiones alejadas del mar quedaron deshabitadas y sin estructuras de supervivencia.

La nueva evangelización cristiana fue una forma de organizar la economía de las poblaciones bajo el dogma de la fe.

Se decidió entonces erigir unos monasterios que quedarían bajo la orden del Cister, una agrupación monástica de gran influencia por esos tiempos en parte de Francia y el este de España.

En esta zona de Cataluña, llamada Priorat, hay tres joyas de la arquitectura gótica cuya visita puede complementarse con una serie de atractivas propuestas culturales y de ocio.

Tesoros góticos

Monasterio de Poblet. Es el monasterio cisterciense más grande y de los mejor conservados de toda Europa. Data de los siglos XII y XIII y, restaurado recientemente, es Patrimonio de la Humanidad.

Está habitado por un grupo de monjes que respetan las normas de clausura y meditación y con los cuales se pueden compartir algunos actos de su vida monacal.

Permanecen en el recinto los panteones de los reyes de la Corona de Aragón y de buena parte de la nobleza catalana. Destaca además la muy austera iglesia de Santa María de Poblet, con paredes sin murales ni imágenes, desnudez que hace resaltar todavía más el retablo renacentista que preside el altar.

La Biblioteca del Monasterio, del siglo XVII, destaca por sus arcos góticos, las amplias repisas y el antiguo escriptorium, donde se pueden encontrar desde códices de la época hasta el archivo personal de Josep Tarradellas, el recordado presidente catalán exiliado durante la dictadura franquista.

Llegamos ante un armario empotrado en el muro de la biblioteca, donde se guardaban con mucho celo y bajo varias cerraduras los escasos libros artesanales que había antes de la aparición de la imprenta.

Recorremos el mayor de los claustros del monasterio acompañados por el padre Lluc y nuestras ganas de conversar con él contrastan con el ambiente de paz y silencio que nos instala en una placidez contemplativa, con el eco líquido de la antigua fuente en la que se asean los religiosos antes de pasar al comedor diario.

Al caer la tarde, los monjes van ocupando como todos los días sus sitios en el coro de la iglesia, para entonar sus cantos religiosos. Nos sentamos en los bancos adyacentes y nos dejamos llevar por la cadencia de las voces, que se amplifican armónicamente hasta los altos arcos góticos interiores. Y percibimos una agradable sensación interior de liviandad, como si nos hubiésemos convertido en una pluma que levita relajada sobre los bancos del claustro.

El comedor de los monjes, el refectorio, los dormitorios o la bodega son otros sitios que permiten hacerse una idea de la vida doméstica de los religiosos, que a lo largo de los siglos habitaron en Poblet.

Bello por dentro y armónico en el paisaje aledaño, conviene alejarse un par de kilómetros por las carreteras secundarias cercanas para tener una visión magnífica del monasterio rodeado de viñedos y bosque mediterráneo.

Es posible alojarse en la zona externa al área de clausura del monasterio y participar a diario de una serie de actividades en común con los monjes.

Monasterio de Santes Creus. Dadas las diferentes etapas arquitectónicas por las que pasó su construcción, en este monasterio hay una convivencia entre el gótico y románico catalán. Fue un centro espiritual, de estudios y de colonización del territorio, donde ya no se hace vida monacal, por lo que la mayoría de las dependencias están abiertas al público.

Resulta curioso saber que el que fuera dormitorio de los monjes, se usa en verano para realizar conciertos de música clásica.

Monasterio de Santa María de Vallbona. Es el único monasterio femenino que han conservado los cistercienses a lo largo de 800 años de actividad, aunque fue una comunidad mixta en sus primeros años, allá por el siglo XII. Seriamente afectadas sus instalaciones por los bombardeos de la guerra civil, se pudieron salvar algunos ámbitos concretos, como por ejemplo, el sepulcro donde reposan los restos de la reina Violante de Hungría.

Los tres monasterios cistercienses son el enlace que permite descubrir unos paisajes y aldeas con tradiciones propias y patrimonios históricos y culturales, que a duras penas lograron sobrevivir a los sobresaltos de su larga historia.

Cartuja de Escaladei

Además, la comarca del Priorat conserva templos más antiguos, como la Cartuja de Santa María de Escaladei, levantada por los monjes de la orden, llegados de la Provenza para fundar la primera cartuja de la península ibérica.

La cartuja atravesó siete siglos de esplendor, en los que los monjes hicieron poblar campos, construir molinos y difundieron el cultivo de la viña. El prior, de aquí el nombre de la comarca, era el juez y el alcalde de la región. Hasta que la desamortización de Mendizábal, a mediados del siglo 19, provocó la ruina de los templos de la región, que recién en las últimas décadas volvieron a recuperar, aunque sea en parte, sus mejores aspectos.