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Ko Phi Phi, el paraíso de la película “La playa”

Es uno de los archipiélagos más visitados de Tailandia. Cuna de mochileros, las imágenes de sus islas son la postal del sudeste asiático. Claves para aprovecharlo en pocos días.

Para aquellos que se preguntan si el paraíso terrenal realmente existe, la respuesta es muy simple: sí, y queda en Tailandia. Al menos ese es el argumento central de la película protagonizada por Leonardo Di Caprio, dirigida por Dany Boyle y filmada en un escenario natural que nada tiene que envidiarle a las grandes escenografías artificiales de Hollywood.

El archipiélago de Ko Phi Phi, ubicado al sudoeste de Tailandia, está bañado por las aguas del mar de Andamán y, a veces, repleto de turistas. Pese a todo, nada le impide al viajero disfrutar de sus exóticas playas y sus tradiciones pesqueras.

Las islas que lo integran forman parte del llamado Parque Nacional Marino Ko Phi Phi, que comprende Phi Phi Don y Phi Phi Leh, una reserva natural marina y forestal muy apreciada por los tailandeses que más de una vez se vio amenazada por el comercio, el turismo, un tsunami y hasta el cine al momento en el que se filmó la película La playa.

Hoy, los viajeros sólo pueden pernoctar en la habitada Phi Phi Don y pasar el día en su hermana menor, que se encuentra despoblada hacia el sur y que es la que resguarda entre sus paisajes más reconocidos el de Bahía Maya, la famosa playa del filme.

Un sinfín de colores

Barcos de madera que en la proa y la popa tienen atados collares de flores a modo de “bendición”, un mar turquesa claro y enormes montañas rocosas cubiertas de verde a lo lejos forman la típica postal tailandesa cuya foto puede tomarse desde el pequeño puerto de Ao Ton Sai, que se asoma sobre el único pueblo en el que hay un asentamiento humano.

La vida dentro de la isla es relajada porque no hay autos, y casi todas las actividades se realizan a pie o en moto. Hay pesca por la tarde y por la noche, y a la mañana los pequeños barcos de madera salen repletos de turistas a recorrer el archipiélago para terminar con la frutilla del postre: Bahía Maya.

Sin embargo, esa no es la única zona que deja anonadados a los viajeros. La contracara es Pileh, una bahía que casi no tiene arena pero que aparece entre dos paredones de roca como la postal misma del paraíso. El agua del mediodía no puede ser más turquesa y cristalina y los extranjeros a bordo de los barcos suelen arrojarse al mar porque en sus fondos se esconde una vida marina colorida y abundante. No hace falta llevar máscaras de esnórquel: para ver todo tipo de peces, basta con bajar la mirada y dejar que se acerquen.

El recorrido sigue hacia la llamada “Isla de los monos”, una zona en la que diminutos primates conviven a diario con viajeros de todo el mundo. Sólo se permite la visita por algunos minutos y la gran rotación de barcos hace que la playa esté casi siempre copada. Pese a todo, el paseo vale la pena. ¿A quién no le gustaría ver a los monitos bañarse en un mar transparente?

La elegida

Sin duda, quienes llegan a esta zona del sur de Tailandia están esperando atracar en la famosa Bahía Maya, que se encuentra protegida y sólo tiene por infraestructura unos baños en el medio del bosque y un pequeño quiosco con precios que cotizan en bolsa.

La visita incesante de barcos que tienen turnos y horarios para llegar al lugar no le quita su encanto, y el turismo está tan organizado que los viajeros pueden bañarse tranquilos en sus aguas sin sentir que están en uno de los lugares más demandados del mundo. La playa tiene sólo 200 metros de ancho y sus aguas, al estar protegidas por las montañas que forman la bahía, son bastante calmas. Si uno se para en el centro, podrá tomar esa foto que será la envidia de todos.

No hay mucho más (ni nada menos) que hacer que nadar entre peces, practicar esnórquel y, si se llega con un barco especializado, realizar buceo sobre la salida de la bahía. La relación entre el ser humano y el mar es central en esta zona de Tailandia. Contemplar el paisaje y bañarse en sus aguas le demandan a cualquier viajero toda su energía.

Al regresar hacia el poblado en Phi Phi Don, no hay mejor plan para el atardecer que sentarse en uno de los tantos bares de playa que se aprestan en la llamada Long Beach para ver cómo cae la tarde detrás de las montañas de Ko Nok. Ese espectáculo se completa con tragos o cervezas mientras se descansa en sillones apostados entre la arena.

Todo el recorrido mencionado puede hacerse en una excusión de un día, por lo que quienes quieran visitar la zona en dos o tres días pueden estar seguros de que tendrán los imperdibles al alcance de la mano y podrán sumar atracciones. Los afortunados que quieran pasar más tiempo pueden hacer buceo en la zona de Ko Nai, al este, y pasear entre las callecitas del centro de Ton Sai, buscando bares abiertos hasta el amanecer o negocios con ofertas para el bolsillo mochilero.