buscar

Jamaica: un paraíso “distinto”, ahora más cerca

Desde junio, se puede viajar todos los días de Córdoba a Montego Bay. Jamaica es un país con mucho por conocer y disfrutar.

Comentarle a cualquier persona que uno está por emprender un viaje a Jamaica dispara un comentario rápido y seguro: “Qué bueno, vas a la tierra de Bob Marley” –con todo lo que eso significa–. Muchos hacen alusión a la marihuana. Sin embargo, más allá de lo que uno pueda leer o tenga en el imaginario, al llegar al destino siempre aparecen sorpresas.

Y esas sorpresas comienzan en el aeropuerto. Ni bien bajamos del avión de Copa Airlines vivimos nuestro primer choque cultural: el idioma. Muy pocos hablan otra lengua además del inglés. O mejor dicho, además del inglés y del patois, más conocido como el “criollo jamaicano”. Escuchar a dos jamaicanos charlando en patois es como escuchar a una pareja de chinos hablando entre sí mientras estás de compra en su supermercado.

DATOS ÚTILES. Información útil para disfrutar del sol en Jamaica.

Tras dejar de lado el aeropuerto, uno empieza a confirmar que todos los lugareños son afroamericanos. Casi no existen mestizos o, al menos, no se los ve en la calle. En nuestro caso, llegamos a la ciudad de Montego Bay y desde ahí nos dirigimos al Meliá Braco Village, un lujoso resort de modalidad all inclusive que sumerge al viajero en la belleza de su diseño y sus comodidades. Nos alojamos en The Level, el “hotel boutique dentro del hotel”, que ofrece lujo tradicional y confort a través de servicios de categoría superior. Para llegar tardamos 35 minutos, pero el viaje fue ameno por la simpatía del conductor, que hacía también de guía turístico.

La playa no lo es todo

Los días de sol invitan a esposarse a una sombrilla con el largo de la cadena justo como para disfrutar del mar cálido. Pero Jamaica no es sólo playa ni Bob Marley. Mientras más se conoce sobre su historia, más ganas dan de seguir escuchando y aprendiendo. Entre Río Bueno, el departamento donde se encuentra el hotel, y Montego Bay, hay una pequeña ciudad con mucho para contar: Falmouth.

En esa localidad de 12 mil habitantes se crio Usain Bolt, pero está lejos de resumirse en este dato. En el pasado, allí llegaron más de 25 mil esclavos que la realeza británica transportó desde África hacia la isla para trabajar en la cosecha de cañas de azúcar. En plena expansión británica, Jamaica fue el principal productor de ese recurso, al punto de que su puerto llegó a ser el segundo más profundo y con mayor capacidad de navegación de América Central y del Norte.

Cada paso que uno da por Falmouth es un viaje por una nueva historia de lucha contra la esclavitud y por la independencia de los jamaicanos. De hecho fue en esta ciudad donde comenzó la disputa que terminó con la abolición de la esclavitud en este país en 1834. Pero, a pesar de ese triunfo, recién en 1962 Jamaica logró independizarse de Gran Bretaña. Por eso aún se mantienen varias costumbres de los colonizadores. Por ejemplo, en las calles se pueden ver varias camisetas o escudos de fútbol, con la particularidad de que son casi todos de la Premier League.

Durante el recorrido a pie por el centro de Falmouth siempre estuvimos bien cuidados por los guías. La recomendación es no andar solo por lugares que no sean del casco céntrico.

Luego de un largo día de excursión, las comodidades del resort borran el cansancio. Dentro del complejo uno puede elegir entre meterse en el mar o en alguna de sus piletas, o disfrutar de la oferta de sus bares, sus cinco restaurantes a la carta o su buffet. Además, el Meliá Braco tiene un parque de aventura con tirolesas, muros de escalada y pista de obstáculos, y próximamente habilitará un circuito de paintball.

Los locales aseguran que para conocer bien la isla se necesitan al menos 10 días, aunque nosotros estuvimos cinco. Otro plan para esos días consiste en “escalar” las cascadas del río Dunn, un lugar maravilloso donde el río se une con el mar y por el cual se pueden trepar, por el agua y contra la corriente, casi 300 metros.