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Impresionante: Port de la Selva, entre los Pirineos y el Mediterráneo

Poco promocionado por este lado del mundo, es un destino de la Costa Brava catalana que vale la pena conocer. Se puede llegar en auto desde Barcelona.

Quizás no figure en las promociones turísticas que nos ofrecen a los argentinos cuando decidimos viajar a Europa. Sin embargo, Port de la Selva, una hermosa población de la Costa Brava catalana (en España), es un destino que merece visitarse especialmente en primavera- verano, para disfrutar de sus playas de arena fina y piedras redondeadas, las aguas azules del Mediterráneo y el verde intenso de su vegetación.

Separado de la frontera con Francia por tan sólo 30 kilómetros, en su pequeña pero variada extensión acoge restos arqueológicos del megalítico como los dólmenes de los Mores Altes y el monasterio de San Pere de Rodes. Este último está construido sobre un cerro desde el cual la vista a la bahía de Port de la Selva es realmente maravillosa, especialmente cuando se llena de barcos provenientes de distintos puntos de Europa.

Otra postal que captura la belleza del lugar es la que se obtiene dos kilómetros antes de arribar, desde el mirador que se encuentra en el camino de ronda que llega hasta Llança, justo frente al pueblo.

En pleno centro, la villa tiene una playa muy concurrida en la época estival. Enfrente, pasando el bulevar marítimo, se ubica una serie de bares y restaurantes que le hacen honor a la exquisita cocina catalana. Por otro lado, en la playa del Pas –donde se congrega la mayor parte de los jóvenes– es imperdible quedarse hasta el atardecer tomando algo en un chiringuito, hasta ver el sol desaparecer detrás de las montañas mientras se refleja en las aguas del Mediterráneo.

Pocos hoteles, varios hostales y tres campings, además de numerosos departamentos, son los que reciben a los miles de turistas que llegan principalmente de Francia, pero también de Bélgica, Holanda, Italia y por supuesto de Barcelona, ya que muchos de ellos tienen aquí su vivienda de veraneo.

Imperdible: San Pere de Rodes

A este monasterio ubicado a pocos kilómetros del pueblo se puede llegar por un camino asfaltado, muy sinuoso pero con unas vistas espectaculares. Si bien su origen es todavía un misterio, existen datos del año 878, cuando funcionaba como celda monástica.

Construido en piedra, cuenta con una iglesia consagrada en 1022, en cuyo interior se realizan, además de misas, importantes festivales de música durante el verano. El edificio fue fortificado a través de los años por las constantes guerras contra los franceses y en la actualidad se puede visitar todos los días menos los lunes, y degustar algunas de las exquisitas especialidades que se sirven en el pequeño pero coqueto restaurante.

De agua y montaña

Los deportes náuticos adquieren un especial atractivo sobre las aguas mediterráneas. Es el caso del esquí, windsurf, vela, kayak, y buceo. Para practicar cualquiera de estas actividades, existen diferentes empresas que ofrecen todos los servicios necesarios.

También los aficionados al ciclismo de montaña podrán despuntar el vicio en estas tierras, ya que cuentan con 30 kilómetros de circuitos forestales debidamente señalizados. Quienes se animen pueden llegar incluso hasta la cercana Cadaqués, donde todavía se siente la presencia de Salvador Dalí, quien tenía su casa –ahora museo– en Portlligat, a pocos kilómetros de allí.

Cañas, bravas y mariscos

La típica cocina mediterránea, y especialmente la catalana, es la preferida de los visitantes. Port de la Selva dispone de excelentes restaurantes en los que se pueden degustar tapas o raciones de patatas bravas, calamares a la romana, boquerones en vinagre y el infaltable pan con tomate, o un buen plato de paella y parrillada de pescados y mariscos acompañados siempre de unas cañas (chopp) o un vino de la región del Penedés, o cava de Perelada.

No hay que olvidar que desde sus inicios y hasta la fecha, el pueblo –de 980 habitantes estables– es tradicionalmente pesquero y cuenta con una importante flota de barcos que, alrededor de las 17, cuando regresan de su tarea en el mar, congregan a los turistas para observar los trabajos de selección y descarga de distintos tipos de pescado para la venta.