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Guía para recorrer Turquía

Un viaje por el interior del país que permitirá descubrir maravillas naturales y pueblos con más de 3.000 años de historia. Qué no perderse durante la visita y cómo evitar “meter la pata” en distintas situaciones.

La mística que rodea a Turquía jamás resulta indiferente para aquel que la visita por primera vez. Los mercados de especias, telas y platería; las cientos de mezquitas; las mujeres cubiertas con el hiyab y la sensualidad del idioma nos hacen sentir por un momento en el corazón de Oriente. Pero en esto hay algo de exageración. Aunque el islámico Imperio Otomano haya sido el que forjó la identidad del pueblo turco, a principios del siglo XX se inició un camino hacia la occidentalización, que posiciona a Turquía en un fascinante limbo entre Oriente y Occidente, entre Asia y Europa.

Hay que considerar también que se trata de una gran extensión de tierra, con una enorme población –de casi 80 millones de personas– dueña de una antiquísima historia que combina un pasado pagano, cristiano y musulmán. Todo esto posiblemente ayude a explicar la riqueza y las mixturas en su cultura.

Ahora bien, dejando de lado la magnífica Estambul, Turquía abraza dentro de sus fronteras innumerables sitios que merecen ser visitados. Uno de los más pretendidos es Capadocia. Escondida en la árida Anatolya Central, esta región es conocida como “tierra lunar” y la justificación es evidente: la fragilidad de su suelo ha dado lugar a un compacto de chimeneas, cráteres y cuevas naturales que parecen sacados de una escena cinematográfica. Todos los pueblos que habitaron esta tierra –clave en la célebre Ruta de la Seda– se favorecieron de aquellas endebles formaciones para construir casas, mezquitas, barrios y hasta ciudades enteras.

Hoy en día Göreme, un pequeño poblado en el corazón de esta región, reúne las condiciones para una estadía singular. Pasar algunas noches en un hotel cueva, merendar una porción de baklava con té de manzana en sus terrazas, disfrutar del placentero hammam –baño turco–, realizar un trekking por sus valles y, finalmente, vivir el amanecer desde un globo aerostático son las principales recomendaciones.

DATOS ÚTILES. Información útil para recorrer Turquía.

Y si de milagros naturales se trata, Pamukkale o el “castillo de algodón” –como su traducción lo indica– debe tener también su reconocimiento. Este monumento geológico está formado por un conjunto de cascadas y piscinas naturales con una apariencia completamente blanquecina, dada por los componentes que lo constituyen. Por su interior corren aguas termales color turquesa que superan los 30°C. Si a la luz del día brinda un espectáculo increíble, con la caída del sol se vuelve aún más fascinante, dado que adquiere una particular tonalidad rosácea.

Yendo hacia el sur, el escenario cambia radicalmente. Los interminables suelos de Anatolya Central desaparecen para dar lugar a una vegetación cada vez más espesa y boscosa, bañada por las aguas del Mediterráneo. Sin lugar a dudas, uno de los destinos más tentadores de esta zona es Antalya, una ciudad capaz de combinar a la perfección su pasado grecorromano con el flujo de la modernidad. La recomendación es perderse en las diminutas calles de adoquines, explorar los mercados de alfombras, visitar sus ruinas y comprar un burek –comida típica al paso– para disfrutar frente al mar a la hora de la oración. El melódico canto del Corán hace que todos los viajeros pongan cuerpo y alma en Oriente.

Al oeste de la ciudad de Antalya se extiende, por cientos de kilómetros, la región más asombrosa de la Costa Turquesa. Adrasan, Olympos, Kaş, Isla de Kekova, Ölüdeniz, Dalyan, Marmaris y Bodrum son los destinos insustituibles del sur. Esta tierra con más de tres mil años de historia conoce mucho de imperios, oro, guerra y amor. Fue en estas arenas donde se instalaron miles de piratas del mundo antiguo a realizar ritos paganos y ofrecer sacrificios, donde nació el caballo alado Pegaso, donde Marco Antonio le hizo su declaración de amor a Cleopatra –la emperatriz más famosa de la historia de la humanidad– y donde, como dicen, en las inexplicables llamas del monte Yanartaş, Homero imaginó la Quimera.