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El fotógrafo cordobés que cruzó Asia en bicicleta

Parte del paisaje en Tayikistán. Bettolli cuenta que se enfocó en ver la ruta por día en vez de a largo plazo. (Juan Bettolli)
Parte del paisaje en Tayikistán. Bettolli cuenta que se enfocó en ver la ruta por día en vez de a largo plazo. (Juan Bettolli)

En su viaje de China a Irán, Juan Bettolli recorrió nueve países en 229 días y desandó 12.000 kilómetros.

Un día, el cordobés Juan Bettolli decidió conocer Asia en bicicleta. No era el momento ideal, pero estaba convencido de que si buscaba un “pero” siempre lo iba a encontrar. “El momento perfecto no existe”, dice.

Su ruta empezó en Beijing, la capital de China, pasó por Mongolia, Rusia, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán, Uzbekistán, Turkmenistán y terminó en Irán. En total, fueron 12 mil kilómetros desandados en 229 días.

¿Por qué en bicicleta?

A contramano de lo que se podría pensar, Juan asegura que “no tenía idea de bicicletas” y que “jamás había andado en bici”. Se compró la más simple que había y resultó una elección ideal por ser un transporte económico que le permitió hacer sus propias rutas y parar donde quiso.

En el camino, más de una vez se le rompieron los porta alforjas (donde se trasporta el equipaje). La primera vez que ocurrió fue un domingo en Mongolia: tuvo que llevar la bici cargada y hacerse entender para soldarlos. “Después, para arreglarlo lo terminaba atando con alambre”, confiesa.

Al caer el sol

Cuando llegaba la noche y la ruta diaria terminaba, el cordobés buscaba un lugar para acampar. Muchas veces se hospedó en viviendas familiares. “La hospitalidad de las sociedades asiáticas es impresionante”, cuenta.

De hecho, fueron más las veces que rechazó una invitación a dormir en una casa que las que lo solicitó. Conoció gente que le abrió las puertas de su hogar sin conocerlo, o que le ofreció un plato caliente. Compartió muchas comidas en casas de familia y aprendió recetas tradicionales.

Sobre la marcha

Antes de empezar el viaje, hacía un año que Juan no hacía deporte. Por eso, más allá de los largos kilómetros rodados, el clima y la altura sumaron dificultad al recorrido.

Durante la segunda jornada, por ejemplo, el fotógrafo llegó a las montañas de la Gran Muralla China. “Sentía que me estaba muriendo. Me dije a mí mismo que tenía que enfocarme en el objetivo del día; no ver la ruta a largo plazo sino por día”, relata sobre ese momento.

Otro de los trayectos más exigentes que transitó fue la carretera del Pamir, famosa por ser una de las más altas del mundo (ronda los 4.655 metros de altura) y por formar parte de la antigua Ruta de la Seda, red comercial organizada a partir del negocio de la seda china desde el siglo I a.C.

Rodando historias

Para Juan, el viaje fue transformador, tanto por las personas que lo hicieron sentir en casa estando en otro continente como por los paisajes en los que se adentró.

Las fotos que sacó en la soledad de los caminos hablan por sí solas: calles delineadas entre montañas, murallas de piedra y niebla baja. Muchas de sus imágenes pueden verse en su cuenta de Instagram @rodandohistorias, en la que fue documentando el viaje.

“Frenar y permanecer inmóvil ante la inmensidad que me rodeaba era un ritual constante”, cierra.