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Fin del camino

Objetivo cumplido. Los peregrinos con sus certificados de haber completado el Camino de Santiago.
Objetivo cumplido. Los peregrinos con sus certificados de haber completado el Camino de Santiago.

Tras cruzar el río Sarría nos sumergimos en un robledal que nos lleva hacia la capilla mozárabe del Ciprés, que se remonta al siglo X y luego nos acercamos al monasterio de Samos.

Tras cruzar el río Sarría nos sumergimos en un robledal que nos lleva hacia la capilla mozárabe del Ciprés, que se remonta al siglo X y luego nos acercamos al monasterio de Samos.

Seguimos adelante y encontramos otra particularidad de esta zona como las huertas, cientos de ellas; el camino no puede ser más hermoso, senderos por dentro de bosques que unen las aldeas.

Finalmente terminamos la jornada en Sarría, importante ciudad distante 111 kilómetros de Santiago de Compostela. Aquí se concentran los peregrinos que optan por un recorrido corto y que representan el 20 por ciento.

La salida de la ciudad por senderos entre huertas se encuentra congestionada de peregrinos que forman largas filas, con sus mochilas y bastones.

Duros repechos dan lugar a túneles conformados por enormes castaños; con la calzada de losas de piedra, después de más de 600 kilómetros, el camino nos sigue sorprendiendo.

Un nuevo elemento aparece y caracteriza a las aldeas agrícolas, son los hórreos, construcciones sobreelevadas para guardar y secar granos, como casas diminutas, cada una, con símbolos religiosos o de la familia. A un parroquiano le preguntamos para qué las usaban, y nos respondió que ya no se usan, ahora son “para el turismo”.

El camino serpentea entre pircas y prados de alfalfa, pasando las aldeas de Paredes, Vilei, Barbadelo, Mercado da Serra, Leiman, Peruscallo entre otras, para llegar a un monolito donde dice que sólo faltan 100 kilómetros para llegar a Santiago.

Las sierras gallegas nos gastaban las piernas con las oscilaciones del trazado, los senderos son muy entretenidos pero continuamente bajan y suben; en las guías la denominan “etapa rompe piernas”.

La senda nos deja justo frente al puente que cruza el río Miño, de más de 300 metros de largo, para ingresar a Portomarin, poblado fundado por los romanos en el siglo II. Al ser un paso obligado de los peregrinos en el pasado, se convirtió en un lugar de importancia en la ruta Jacobea.

En 1962 se comenzó a construir una represa sobre el río y el pueblo iba a quedar bajo el agua. El poblado y sus dos iglesias, piedra por piedra, fueron trasladados más arriba.

Cada piedra de los muros de las iglesias se encuentra numerada, para volver a levantarlas después de la reubicación; un trabajo sorprendente.

Tras reponer energías, tomamos por la avenida Chantada, tal su nombre, y encaramos 11 kilómetros de trepada para superar la sierra de Ligonde, a 70 kilómetros del final. Nuevamente circulamos ente aldeas lecheras, con rebaños de vacas arreados por la calzada.

El camino discurre por túneles en el bosque, donde debemos cruzar pequeños arroyos por improvisados puentes. Llegamos al caserío de Casanova.

El último día

Amanece despejado y con un cielo como para coronar la travesía; es el último día y, al igual que las jornadas anteriores, aldeas, vacas y bosques. En Leboreiro nos detenemos ante un “cabazo”, un gran canasto circular de 1,50 metros de diámetro, de ramas entrelazadas con un techo cónico de paja y sobre un pilar de piedra, que utilizaban para guardar el maíz.

Tremendas subidas nos llevan dentro del último bosque de eucaliptos; cuando acabamos de atravesarlo, estamos en Monte do Gozo, nombre que deviene de la sensación que experimentan los peregrinos cuando ven la ciudad en el bajo y las torres de la catedral de Santiago de Compostela.

Bajamos con el corazón acelerado no por el esfuerzo sino por la emoción entre tantos otros peregrinos que nos encaminamos al centro de la ciudad.

Todo el camino hacia la catedral está bien demarcado con flechas, conchas y monolitos, no hay forma de perderse. Una rápida bajada nos deja en la Rua San Lázaro que nos lleva directo al casco histórico.

Una sucesión de certeros golpes al corazón se suceden; por rua Casa Reais llegamos a plaza Cervantes con su fuente y de allí hasta la plaza de la Inmaculada, donde alcanzamos a escuchar una gaita.

A nuestro paso nos aplauden, la bandera nacional ondea en la bici como en todo el viaje, nos gritan “¡vamos Argentina!”.

El botafumeiro se balancea sobre las cabezas de los fieles.
El botafumeiro se balancea sobre las cabezas de los fieles.

Fin del viaje

Es incontenible la ansiedad a esta altura, en esta zona hay mucho turismo, delegaciones tras un guía con banderita. Asomamos al Arco del Palacio que da entrada a la plaza del Obradorio, un gaitero le pone música al ingreso, descendemos la escalera con las bicis levantadas. Estamos a metros de finalizar el viaje, montamos nuestras rodados y accedemos a plaza del Obradoiro, damos una vuelta simbólica para detenernos frente a la catedral y quedamos congelados de tanta monumentalidad y belleza.

Un gran abrazo del grupo pone fin a la travesía frente a la catedral de Santiago de Compostela. La plaza está cerrada por construcciones monumentales de distintas épocas, los peregrinos se juntan, se toman fotos, se los puede ver arrodillados en plegaria,

Ya veníamos de emociones fuertes, la tremenda arquitectura de la catedral; su altura; el ingreso de la luz perfectamente pensado; la decoración del baldaquino, con unos ángeles de una escala gigantesca, conmueve hasta las lágrimas mas allá de ser o no creyente.

Por esas cosas que pasan en estos viajes tan llenos de magia, al ingresar a la catedral comenzaba la misa con botafumeiro, ceremonia pagada por un padre que había realizado el camino con su hijo en silla de ruedas.

Como todos los peregrinos nos encaminamos a solicitar la Compostela que acredita haber hecho el camino; allí, en una oficina, desplegamos nuestra credencial con decenas de sellos colocados en cada capilla que pasamos y luego de la comprobación nos extendieron un certificado con nuestro nombre escrito en dudoso latín.

El pastor Pelayo, en el 813, observó la caída de estrellas en este lugar y así se creó el mito; nosotros fuimos tras él como lo hicieron y hacen millones de habitantes de este planeta.

Un coro de monjas interpretaba un ángelus y el botafumeiro se balanceaba por la nave central dejando estelas de incienso en el aire, así fue el final del camino de las estrellas.

Un “cabazo”, de los que se utilizaban para acopiar el maíz.
Un “cabazo”, de los que se utilizaban para acopiar el maíz.

Lo que hay que saber

Camino de Santiago. En esta edición se cronican las dos últimas etapas cumplidas por Gustavo Rebord y Cristina Sosa, los dos cordobeses que recorrieron la ruta francesa en bicicleta. Estas etapas comprenden los tramos Castilla y León / Galicia.

El camino francés es una de las rutas hasta Santiago de Compostela, distante a 790 kilómetros de Roncesvalles.

Los caminantes lo realizan en 28 etapas.

Al recorrido en bicicleta lo completaron en 13 días.

La etapa por la comunidad de Galicia es de unos 140 kilómetros.

En Santiago hay albergues que permiten quedarse por más de un día; es el caso de San Lázaro, al ingreso a la ciudad, por 10 euros.

Las tarifas en los albergues se incrementan entre dos y cinco euros en Santiago, el resto mantiene sus costos

Para recorrer la ciudad se necesita al menos tres días, hay muy buen servicio de transporte público.

A la catedral no se puede entrar con mochilas o bolsos.

La ceremonia del botafumeiro es los sábados, salvo que alguien haya pagado por hacerla otro día.

En Santiago de Compostela se ofrece el servicio de desarmado, embalado y envío de las bicicletas a cualquier parte de España, por 34 euros cada una.