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Estambul, varias veces imperial

Mezquita Yuni, o Nueva, de 1665, en la plaza de Eminönü. Al frente, el mar de Mármara, el inicio del canal de Bósforo y el Cuerno de Oro.
Mezquita Yuni, o Nueva, de 1665, en la plaza de Eminönü. Al frente, el mar de Mármara, el inicio del canal de Bósforo y el Cuerno de Oro.

Pocas ciudades en el mundo han sido capital de más de un imperio. Estambul lo fue del Romano, del Bizantino y del Otomano. El pasado reciente sigue vigente en esta ciudad mitad asiática y mitad europea.

En el siglo III, del Imperio Romano; hasta 1453, del Imperio Bizantino, y desde 1453 hasta 1922 (cuando comenzó la república), del Imperio Otomano. Pocas ciudades en el mundo, como Estambul, han sido capital de más de un imperio.

Con la caída de Bizancio y el inicio del período otomano, cambió de nombre de Constantinopla a Estambul. Su ubicación privilegiada, entre Europa y Asia, entre el Mediterráneo y el Mar Negro, permitían una conexión norte-sur y este-oeste vital para el comercio y la defensa.

Mucho de ese pasado imperial sigue latiendo hoy en las venas de ciudad. Aquí no hay monumentos que hablan de una historia lejana o ruinas que exigen la imaginación de pensarlas completas. Aquí, esos gloriosos palacios, mercados y mezquitas de los siglos III al XVIII siguen funcionando y parte de su encanto sigue siendo tomar un café en Europa mirando al Asia.

La ciudad está dividida por el Bósforo, un canal natural que une el mar de Mármara –que a su vez es parte del Mediterráneo– al sur, con el mar Negro al norte. Ambos mares tienen densidades y corrientes distintas, por eso sus aguas azules son bravas y no aconsejables para el baño.

En sentido norte-sur circulan grandes buques mientras que un centenar de embarcaciones pequeñas y lanchas colectivas cruzan frenéticamente en sentido este-oeste, llevando parte de los 15 millones de estambulitas y turistas de Asia a Europa y viceversa. El puente colgante Bósforo, levantado en 1973, suele sufrir atascos de tránsito, por lo que cruzar por agua siempre es más práctico.

En el inicio del canal, junto al Mármara, un estuario con forma de cimitarra se adentra en la parte europea, es el Cuerno de Oro. Estas aguas pierden su encanto azul y están atravesadas por el puente Gálata y más allá el puente Atatürk, nombrado en honor de Mustafá Kemal Atatürk, quien lideró la revolución que trajo la república.

Cerca del puente Gálata está el casco histórico Sultanahmet, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1985. Desde cualquier ángulo se ven imponentes las cúpulas y minaretes de la Mezquita Azul y del museo de Santa Sofia, separados por jardines. El Santa Sofía se construyó en el año 336 y fue una catedral católica bizantina hasta 1453 cuando, con el final triunfo de los otomanos, se convirtió en mezquita.

En su interior pueden verse preciosos mosaicos bizantinos junto a construcciones del período otomano como el mihrab (lugar que indica hacia dónde está La Meca) y el minbar (púlpito desde donde el imán da su sermón) en el interior, y cuatro minaretes en el exterior.

Fue la catedral más grande de la cristiandad durante mil años y la mezquita más importante de Estambul por otros 500, hasta 1935 que se convirtió en museo. Su nombre no alude a la santa de nombre Sofía sino a la sophia, el amor por el conocimiento.

Frente a Santa Sofía, la belleza de la Mezquita Azul deja sin aliento. Construida en 1609, la luz natural que entra por más de 200 ventanas pequeñas, ilumina las cúpulas revestidas con más de 20.000 azulejos de cerámica hechos a mano, con más de 50 diseños diferentes de tulipanes, otras flores, frutas y cipreses.

Los jardines que separan el museo Santa Sofía de la Mezquita Azul.
Los jardines que separan el museo Santa Sofía de la Mezquita Azul.

A diferencia de Occidente, donde las imágenes dominan los templos, en las mezquitas el arte sacro pasa por la simetría, el diseño, la filigrana y el festival de colores que sacude los sentidos. En los alrededores, proliferan las tiendas de alfombras y cerámicas. Parados en las puertas, los vendedores beben su té azucarado en vasito de vidrio.

A pocas cuadras está el Gran Bazar, un “megashopping” de 1464, que alberga 58 calles y cuatro mil tiendas. Es entrar y no salir más. Anillos de plata; “ojos turcos” (amuletos clásicos contra la mala suerte); faroles de vidrio de colores; tableros de backgammon, de madera y nácar; narguiles, esencias, y productos para el baño turco o hammam, son lo que más abunda, pero no lo único.

El Gran Bazar. Cuatro mil tiendas distribuidas en 58 calles.
El Gran Bazar. Cuatro mil tiendas distribuidas en 58 calles.

El bazar se caracteriza por vender falsificaciones de grandes diseñadores de excelente calidad, sobre todo carteras Fendi, Ferragamo o Hermes, de auténtico cuero, a una décima parte de su valor. La regla de oro es regatear 10 minutos como mínimo.

En Sultanahmet también está el Palacio de Topkapi, que fue el centro administrativo del Imperio otomano desde 1465 hasta 1853, situado entre el Cuerno de Oro y el Mármara. Un entramado de edificios, unidos por patios y jardines que suman 700.000 metros cuadrados y que están rodeados por una muralla bizantina. Las cocinas del palacio estaban preparadas para cocinar para 4000 personas y puede verse una de las exposiciones de porcelana y cristal más importantes del mundo compuesta de unas 10.700 piezas de altísimo valor. Otra sala que apabulla es la de los Tesoros.

Todo lo que los ilustradores de cuentos infantiles dibujaron sobre las Mil y Una noches, es poco en comparación a lo que se exhibe: un trono de oro macizo con 25.000 perlas incrustadas; la Daga Topkapi, la más cara del mundo de oro con diamantes, esmeraldas y piedras preciosas; el Diamante del Cucharero, el tercer diamante más grande que se halla encontrado, suntuosos trajes con hilos de oro y esmeraldas arrojadas como racimo de uvas, sólo para decorar. Entonces se entiende por qué los objetos están en vidrieras blindadas y el ejército custodia este palacio.