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Entre morros, favelas y floresta

Río de Janeiro es sinónimo de playa y mar, pero también de morros, como el Pan de Azúcar, al que se accede en un teleférico.
Río de Janeiro es sinónimo de playa y mar, pero también de morros, como el Pan de Azúcar, al que se accede en un teleférico.

La Rocinha, la más populosa, concentra 200 mil habitantes.

A  los grandes conglomerados urbanos que trepan por los morros y conocidos como favelas, ahora se los llama comunidades. Se encuentran dispersas en la vasta jurisdicción de Río de Janeiro y albergan a millones de personas. La Rocinha, la más populosa, concentra 200 mil habitantes.

Desde hace algunos años y con motivo de los grandes eventos que han tenido como sede a Río, se realiza una intensa campaña de pacificación del gobierno que instaló, en centros neurálgicos, representaciones de la Unidad de Policía Pacificadora (UPP) para reducir los delitos de la zona, que no pocas veces atentan contra una de las mayores fuentes de ingreso del país, como es el turismo.

Hoy, gracias a esa campaña y mediante acuerdos logrados con los líderes de esas populosas barriadas, se realizan visitas guiadas a las favelas.

Floresta de Tijuca

En una visita a la capital carioca, no se pueden obviar los tradicionales paseos al Cristo Redentor, una de las nuevas Siete Maravillas del Mundo, que se encuentra en el cerro Corcovado, de más de 38 metros de altura desde donde se asegura una visión de 360 grados de la ciudad.

Tampoco hay que privarse de llegar al cerro Pan de Azúcar, de más de 396 metros de alto, ubicado a orillas de la bahía de Guanabara y al que se accede en modernos teleféricos de cristal.

También la Floresta da Tijuca se puede visitar, a bordo del Jeep Tour, vehículo adaptado para transportar ocho personas en su parte trasera y al descubierto, lo que permite vivenciar al enorme parque nacional de frondosa vegetación y fauna típica de la región.

Antes, un almuerzo con comida tradicional en la Casa da Feijoada, en Ipanema, y ya con nuevas energías se inicia el recorrido por un camino a veces muy angosto y sinuoso, que serpentea entre los morros.

Desde las alturas, se puede ver casi toda la ciudad, en una mezcla de grandes edificios y pobladas urbanizaciones que rodean el centro, y la laguna Rodrigo da Freitas, corazón de la ciudad. Ese espejo de agua abarca 2,4 millones de metros cuadrados y está rodeada por los barrios Ipanema, Leblón y el Jardín Botánico.

La Floresta de Tijuca es el bosque urbano de mayor envergadura del mundo, porque consta de 3,2 millones de hectáreas en las que hay una hermosa cascada, una capilla, una gruta e inmejorables vistas de la ciudad.

En las frondosas copas de los árboles deambulan pequeños monos que, al igual que otras especies, son la fauna protegida del lugar.

El paseo finaliza en la Barra de Tijuca, centro de negocios, convenciones y ocio que tiene un famoso shopping, condominios de lujo y es sede de la Villa y el Parque Olímpico, que se utilizarán en los Juegos Olímpicos de 2016.

Hotelería

Río de Janeiro tiene una impresionante infraestructura de alojamiento, que abarca los distintos segmentos. Entre los hoteles de gran categoría, destaca el Sheraton Río Hotel & Resort, ubicado entre Leblón y Sao Conrado, que recientemente fue reinaugurado tras una inversión de más de 50 millones de dólares.

Allí se alojaron varios equipos internacionales que participaron del Mundial de Fútbol de este año y que jugaron en el Maracaná.

Consta de un moderno spa y 539 habitaciones distribuidas en 26 pisos, casi todas con vistas al mar. Los precios oscilan entre los 280 y 320 dólares diarios y es el único hotel de la ciudad que tiene playa propia (ubicada a la derecha de la avenida Niemeyer) y los restaurantes tienen una maravillosa vista al mar, especialmente el L’Etoile, en el último piso.

Allí reina el chef francés Jean Paul Bondoux quien deleita a comensales con especialidades como ostras poche con salsa de wasabi, ensalada crocante y chips de jamón curado, o mejillones y vieiras al vapor con salsa de manzanas y vainillas, platos que con un frío Chardonnay hacen un excelente maridaje.

Los postres no se quedan atrás, con propuestas como torta de queso de cabra con miel y biscuit de chocolate, y bananas flambeadas al ron y sorvetes de banana y ananá.

Una cena como esta cuesta 253 reales, algo más de 900 pesos argentinos. El hotel ofrece otros restaurantes dispuestos alrededor de las piscinas, tales como Casarao y Casa da Cachaça.