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En auto, hasta “el ombligo del mundo”

Un viaje de 4.000 kilómetros, desde Córdoba hasta Cusco, en Perú, en un “noble” Mercedes Benz modelo 1981.

Un viaje “de aquellos” dirían los adolescentes. Más allá de la frase, viajar desde Córdoba al Machu Picchu en auto es una verdadera aventura sobre ruedas.

Si bien hay motociclistas que han hecho el mismo trayecto, algo mucho más complicado por cierto, el trayecto en auto es atractivo y si el itinerario es vía Chile, donde la topografía y la vista a la costa del océano Pacífico son una hermosa postal para gravar en las retinas.

Nuestro viaje, a bordo de un Mercedes Benz modelo 1981, se inició en Córdoba desde donde partimos para Salta. Desde allí, luego de pasar por Purmamarca, un hermoso paraje en la provincia de Jujuy, llegamos al Paso de Jama, frontera con Chile.

Luego, ya en territorio chileno, San Pedro de Atacama y el arribo a Calama, ciudad dedicada a la minería y que justamente por esos días palpitaba el drama de los 33 obreros encerrados en la mina San José.

A Perú. El tercer día de viaje consistió en unir Calama con Tacna, ya en el Perú.

Se trata de un camino montañoso y sinuoso, que bordea la costa chilena con bonitas imágenes del mar. Luego de pasar por Iquique y Arica, cruzamos la frontera y llegamos a Tacna.

En esta pintoresca ciudad pasamos dos noches para que el auto “descansara” (y nosotros también). Se lo merecía, porque no tuvimos ningún inconveniente en todo el trayecto.

Desde Tacna, hicimos un extenso viaje a Puno, donde la altura –casi cuatro mil metros sobre el nivel del mar– nos provocó el apunamiento tan temido.

De todos modos, visitamos las islas flotantes de los uros (aborígenes de la región), una experiencia inigualable que obliga a repensar muchas cosas sobre la vida. Estos seres humanos en todo el sentido de la palabra, porque realmente son personas encantadoras, nos hicieron vivir cuatro horas inolvidables conviviendo con ellos sobre el agua, en esas islas hechas con totoras.

Cusco, siguiente escala. Desde Puno viajamos a Cusco, nuestro punto final del viaje en auto, ya que hasta el Machu Picchu (ver página 9) hay que ir en excursión.

Cusco es una ciudad cosmopolita, donde encontramos desde alemanes, italianos, sudafricanos e israelitas, hasta ciudadanos de la nacionalidad que se le ocurra.

Con sus iglesias; sus encantadoras plazas y ferias y sus lugares para noctámbulos, nos dejó una sensación impactante. Además, es el portal del Machu Picchu, según las creencias ancestrales, “el verdadero ombligo del mundo”.

Un lugar cósmico, que seguramente le hará reflexionar el sentido de la vida a más de un visitante, tal como le pasó a quien suscribe.

Lo que hay que saber

Alojamiento

La hotelería es variada en Cusco. Frente al Mercado Central y a cuatro cuadras de la Plaza de Armas (frente a la Catedral) está ubicado Rey Antares Hotel, un tres estrellas con un servicio de primer nivel (incluye Wi-Fi, caja de seguridad, TV, etcétera), a un costo de $ 50 por día, con desayuno.

Paseos

Catedral: el ingreso cuesta $ 40, pero si llega a la misa de las 8    
puede acceder sin cargo a esa obra maestra de la arquitectura  colonial.

Caminata infaltable: desde el costado de la Catedral de Cusco,        caminando unos 300 metros, se ingresa a un barrio bohemio,      llamado San Blas, que es lo más parecido al Montparnasse de

París. Un paseo singular rodeado de una excelente gastronomía y     lugares para beber un buen pisco sauer.