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El sur del Misisipi, un submundo dentro de Estados Unidos

En Luisiana se encuentra el lugar de los descendientes de los viejos colonos franceses de Canadá. En ese humedal crearon un modo de vida particular, simbolizado por su música y su cocina.

Lafayette es un rincón que hay que ir a buscar en los pantanos entre el Delta del Misisipi y el Golfo de México. Los norteamericanos lo conocen como “Cajún country”, una tierra colonizada por franceses y canadienses a mediados del siglo XVIII. En pueblos cercanos como Breaux-Bridge, Saint Martinville o La Nouvelle Ibérie todavía se escucha hablar el viejo francés que trajeron con ellos, se cantan canciones que fueron olvidadas en Francia y se comen platos a base de salsas que se conservaron del recetario galo tradicional.

Por estas razones, es distinto al resto de Estados Unidos. Fue una de las regiones más atrasadas y pobres hasta que, en los años ’50, el petróleo, la música y la gastronomía cambiaron respectivamente su economía, su prestigio cultural y su expansión hacia el resto de América del Norte.

Hoy, Lafayette se presenta con orgullo como la ciudad más festiva de Estados Unidos y cuenta con la mayor cantidad de restaurantes y locales de comida por habitante. Al mismo tiempo, los bayous –riachos donde el agua transcurre lentamente hacia el Golfo de México– se han convertido en un destino de moda para hacer turismo aventura y avistaje de fauna.

DATOS ÚTILES. Información útil para conocer Lafayette.

Un festival permanente

Allons à Lafayette ("vamos a Lafayette") es un viejo tema cajún que invita a ir a bailar allá. Todos los fines de semana se organizan cenas danzantes al ritmo del zydéco, un estilo de música similar al cajún. La energía y la alegría que emana de las bandas es contagiosa y los comensales salen a la pista entre platos de filet-gumbo (guiso con pollo o camarones, verduras y especias) o de crawfish à l'élouffée (cangrejos de río hervidos). Bailan entre vecinos, entre parejas y con los turistas de paso.

Lo mismo ocurre durante los numerosos festivales que hacen de la región una fiesta interminable a lo largo del año, desde los Carnavales hasta el Día de Acción de Gracias y Navidad. Algunas de estas celebraciones sobrepasan las fronteras de Luisiana, como el Crawfish Festival de Breaux-Bridge. Está dedicado a los cangrejos de río, uno de los platos preferidos por estas tierras. Durante tres días, miles de personas se congregan para comerlos hervidos y salpicados de especias y para bailar delante de escenarios donde desfilan músicos cajún: desde leyendas como D.L. Ménard hasta nuevas estrellas como Jamie Bergeron. No hay que preocuparse: hay tantas fiestas que es muy fácil coincidir con alguna durante una visita.

Caimanes a la vista

Cerca de Lafayette, el Atchafalaya Bassin es el mayor humedal de Estados Unidos junto con las Everglades de Florida. En el pequeño pueblo de Henderson, varios prestadores proponen paseos en lanchas de hélice por los bayous y los pantanos en busca de caimanes. Se navega en medio de bosques sumergidos de cipreses calvos y se cruzan algunos lagos. En el camino se ven aves acuáticas y algunos mapaches a orillas del agua. De vez en cuando el barco roza una casa flotante: las alquilan pescadores o familias que quieren pasar unos días distintos.

Esta tierra inhóspita, llena de mosquitos y arrasada por el sol en verano, fue el refugio que encontraron franceses al huir de las persecuciones de los ingleses cuando fueron expulsados de Canadá. A fuerza de trabajo y perseverancia, dominaron este pequeño infierno, que se convirtió en el decorado afable de una de las mayores epopeyas en verso de la literatura norteamericana.

Se trata de la historia de Evangéline, que simboliza la resistencia de las mujeres cajún: cruzó el continente en busca del amor de su juventud y lo reencontró en el pueblo de Saint-Martinville, agonizando al pie de un roble. Una historia hermosa y trágica. ¿Demasiado linda para ser verdadera? Totalmente. Fue inventada por el poeta Longfellow. Pero sus personajes cobraron vida y se mezclaron con quienes los inspiraron en la vida real, a tal punto que en Saint Martinville se puede ver la tumba de Evangéline, como si hubiera existido y sido una de las personas cuyos nombres tapizan las paredes del vecino Memorial Acadiano. Es donde se conserva la memoria de los primeros colonos, y donde se recuerda a todos los que fueron exiliados a otras partes del mundo.