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El lado B de Londres

Lejos del turismo masivo, las rutas guiadas por obras de arte urbano dejan entrever otra cara de la ciudad. Cómo es el fenómeno Banksy y cuáles son los puntos imprescindibles en el circuito del grafiti.

Las ciudades se conocen caminando: es un principio que pongo en práctica en cada viaje. Cuando planeamos el itinerario de Londres, la decisión fue concentrarnos en aquello que no estuviera tan a mano del turismo.

Por amor al arte urbano, las primeras páginas del recorrido tenían ese título. La preferencia fue andar por esas paredes cargadas de impresiones, color, estridencia y mensajes. Como cada expresión, el grafiti tiene sus códigos, sus etapas y su evolución: es un delito que se fue relajando y que hoy “permite” –así, entrecomillado– que estos “aparecidos” descarguen sus pinceladas en las calles.

DATOS ÚTILES. Información útil para enamorarse de Londres.

Desde Brick Lane, Shoreditch, Fashion Street o Bateman’s Row hasta Spitalfields, todo el East End londinense está salpicado de grandes obras de arte que vale la pena descubrir.

Lo que espontáneamente se gesta en las calles como respuesta a algún tema sociopolítico encuentra replicadores, se perfecciona y a veces se mete en los museos. Eso pasó, entre otros casos, con Banksy. En ese marco, en el East Side se mezclan y se suman los que pagan por ser pescados in fraganti: hay multas de 100 libras (unos 2.600 pesos) o un par de días de cárcel.

Para que nos ayudara a entender este mundo, nos sumamos al tour de Amor, una española locuaz y conocedora del tema porque, según contó, tiene un hermano grafitero. Amor iba tirando de manera muy enriquecedora biografías, fechas y técnicas de los distintos autores.

La rebeldía del arte urbano, nacida del desencanto, suele tener alguna connotación social. Son piezas creativas que marcan una época, algo que, según la española, “va más allá de niños encabritados tratando de hacer rabiar a sus padres”. Algunas de esas piezas fueron compradas por coleccionistas o dueños de galerías, desgarrando, literalmente, las paredes. Especialmente, las de carácter satírico o crítico.

Tras las huellas del grafitero misterioso

Este personaje, que quita el sueño a investigadores y cuya supuesta identidad se estudia en universidades, es por demás interesante para seguir. Banksy es el seudónimo de un artista callejero nacido en Bristol, Inglaterra. Un grupo científico de la Universidad Queen Mary de Londres está convencido de haber dado con su identidad. Los resultados se dirigen enérgicamente al ciudadano inglés Robin Cunningham o, en este momento, a Robert del Naja, del grupo Massive Attack. A esa conclusión se llegó hace unos meses, cuando los dibujos con frecuencia aparecían en las mismas ciudades en las que Massive Attack actuaba.

Mapa en mano, tomamos trenes y metros para encontrar “los Banksys”. El raid se transformó en una auténtica búsqueda del tesoro, con momentos de felicidad y otros de frustración. Varias obras suyas, convertidas en íconos británicos, fueron “vandalizadas” y ahora están tapadas. Un gran contrasentido, dado que siempre se consideró vandalismo pintar paredes. Como explicó Amor, es ese paso entre el offside y el arte callejero.

Localizar sus piezas nos ponía verdaderamente felices, y como no existen –o no conseguimos– las direcciones exactas, había que rodear la zona y buscar en pasadizos y callejuelas, dado que ninguna se encuentra a simple vista. Muchos de los dibujos más emblemáticos han sido tapados, cuando no vendidos. “Aquel en el que muchos confiamos es en realidad parte del sistema”, braman sus seguidores al respecto.

De pozo a oasis de arte

El túnel de la calle Leake, también conocido por los londinenses como Banksy Tunnel o Graffiti Tunnel, tiene unos 300 metros de longitud y comprende el espacio más amplio dentro de Londres donde está permitido el arte urbano. Está situado debajo de las vías del tren de la estación de Waterloo, justo al lado del London Eye.

Cuando el Eurostar cambió de estación, abandonó Waterloo, y el tétrico túnel de Leake Street dejó de ser necesario pero siguió siendo tétrico, oscuro y sucio. En 2008, Banksy lo puso en su agenda y organizó el Cans Festival, invitando a todo el mundo a dejar su huella en este pasadizo. De esta forma, según el propio artista, “se transforma un oscuro y olvidado pozo inmundo en un oasis de arte”.

No hay rastros de un Banksy en las paredes, a pesar de que la premisa del organizador fue muy clara: plantillas con diseños (quedaban proscritos los llamados tags, o firmas) y nunca pintar sobre las obras de otros. Error: la guerra de egos también existe en las calles rebeldes.

Entre pelos de colores y casas flotantes

Conocido por su mercado y su atmósfera alternativa, Camden Town es un lugar muy popular del barrio de Camden. Hay calles repletas de gente buscando ofertas o cosas raras, turcos que se interponen ofreciendo camperas de “puro cuero” a las que de partida les rebajan unas libras y hasta un maniquí con la cabeza de Darth Vader entre luces de neón, mal apoyado sobre el marco de una puerta roja.

El mercado abre los domingos. Se ve ropa vintage, bijou, vinilos intervenidos, pelos de colores, tatoos y piercings. Nada nuevo, pero todo agrupado en un mismo lugar.

Al caminar el barrio, el bullicio se va disipando. Uno empieza a cruzarse con bicis, paseantes con perros y canales con agua verdosa y patos: el lugar se llama Little Venice y está sobre el canal Regent. Tiene más de 200 años y atraviesa Londres de oeste a este.

Hay barcazas estacionadas en las costas del canal. Tienen macetitas con flores, ropa tendida y cortinas con volados, lo que evidencia que allí vive gente. Y es que el altísimo costo de vida de Londres lleva a muchos a instalarse en estas casitas flotantes que –convengamos– tampoco serán para cualquiera.