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Doha, escala de lujo

Mucho más que una parada aburrida en los largos viajes a Oriente, la capital de Qatar encierra la posibilidad de descubrir una ciudad llena de encantos.

La aerolínea de bandera Qatar Airways es la mejor manera de llegar a más de sesenta destinos en Medio y Lejano Oriente. Todos hacen escala en Doha, la capital de Qatar, paradas que suelen ser largas e invitan a dejar el espectacular aeropuerto e ir a la ciudad que está a media hora de taxi. Si la primera conexión al destino elegido supera las ocho horas, la aerolínea se hace cargo de la noche de hotel, traslados, comidas y la visa para ingresar al país.

Doha descansa en una pequeña península en el golfo Pérsico a lo largo de la bahía de Doha, muy cerca del desierto. Una de las visitas imperdibles es al Museo de Arte Islámico, empezando por su arquitectura, obra del genial chino Pei, el mismo que hizo la pirámide de vidrio del Louvre. Emplazado sobre el agua, el exterior del edificio evoca los ojos de la mujer islámica mientras que adentro, en el enorme hall central a donde balconean los tres pisos, hay una referencia al agal, el aro de soga negra con el que los hombres árabes sujetan la gutra o pañuelo.

El museo ofrece muestras de arte permanentes y otras itinerantes del siglo VII al XIX, que incluyen desde manuscritos hasta cerámicas y textiles del amplio legado árabe. En el último piso funciona el restaurante Idam, del reconocido chef francés Alain Ducasse, y en la planta baja, una cafetería con grandes ventanales al golfo y al skyline del centro financiero.

DATOS. Información útil para conocer Doha.

A metros, está la avenida costanera Corniche. Entre los meses de septiembre y mayo, cuando la temperatura no supera los 30 grados, se la puede recorrer a pie en sus cinco kilómetros desde el museo hasta el centro financiero, donde los edificios parecen desafiar las leyes de la física por sus formas y altura. En el camino está el Monumento de la Perla, una fuente con forma de ostra con una gran perla en el medio que recuerda que, antes de los petrodólares y el gas, las tribus qataríes pescaban perlas como forma de vida. Más adelante está Orry, la estatua del oryx de veinte metros que fue la mascota de los juegos asiáticos en 2006. Orry quiere decir oryx en qatarí: es el animal del desierto con el que se identifica al país y el logo de Qatar Airways.

Muy cerca del museo está el zoco Wakif, un mercado frente a la mezquita más importante, donde los locales suelen ir a hacer las compras. Los hombres, en largas túnicas blancas y con tupidos bigotes, se saludan dándose un golpecito nariz con nariz y se sientan a fumar narguile y a jugar al backgammon. Parece un decorado de una película, pero no lo es. En los estrechos pasillos del mercado hay de todo: telas y sastres que cosen a la vista, artesanos que soplan vidrio, especias, exquisitos dátiles y otros frutos secos, lámparas para aceites perfumados, pashminas, esencias, inciensos.

Una gran explanada al frente del zoco es punto de encuentro y lugar ideal para ver el atardecer, que aquí es un gigantesco disco naranja hundiéndose en el mar mientras el muecín canta llamando a la última oración.

Quienes quieran una opción más relajada, el hotel Sharq Village & Spa ofrece toda la atmósfera de Medio Oriente, desde su arquitectura a su gastronomía. Ubicado muy próximo al aeropuerto y a veinte minutos de caminata del zoco, desde la piscina se tienen espléndidas vistas a la bahía y al centro financiero, el spa ofrece tratamientos especiales para el jet lag y el restaurante buffet Al Liwan es una postal de lo mejor de la comida árabe: humus, tabule, lajmayin, puré de berenjenas, cuscús, hojas de parra rellenas y pastelería.

Quienes tengan la noche incluida en la escala, puede programar una excursión de medio día al desierto. A una hora de la ciudad, después de atravesar kilómetros de refinerías celosamente vigiladas, la ruta termina y empieza la aventura. Mientras los turistas se suben a los camellos para la foto y dar una vuelta, las 4x4 desinflan los neumáticos para subir, bajar y derrapar por las dunas de hasta 60 metros de altura. El parabrisas se cubre de arena en las bajadas y esquiva algún que otro camello hasta llegar al límite de Qatar con Arabia Saudita. Todo el tour dura cuatro horas. Y uno vuelve al aeropuerto con la sensación de que Doha es más que una escala y merecería otra visita.