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Del Jardín de las Plantas a la calle Mouffetard

Calle Mouffetard. Empedrada e invadida por las mesas de los bares del sector.
Calle Mouffetard. Empedrada e invadida por las mesas de los bares del sector.

El jardín fue creado en 1635 por un berrinche de Luis XIII y lo destinó –y aquí viene la parte buena del asunto– a fines exclusivamente medicinales. Con el tiempo y los gobiernos lo fueron transformando. Hoy depende del Museo Nacional de Ciencias Naturales 

Si te asombraste con la belleza opulenta y oscura de la catedral de Notre Dame –en la pequeña Isla de la Cité– cuando salgas verás todo luminoso, aunque el día esté nublado.

Pasás los jardines que miran hacia Barrio Latino, cruzás el puente sobre el río Sena y ya te encontrás en el tradicional sector parisino, que fue un bastión de bohemios, artistas, intelectuales y estudiantes y, en algunos casos, aún sigue siéndolo.

Si mirás a tu derecha, verás a lo lejos la silueta incomparable de la torre Eiffel. En este caso observarás con detenimientos, pero la marcha es exactamente hacia el otro lado, a la izquierda. Caminarás unas siete u ocho cuadras por la calle Quai Saint-Bernard, que bordea el célebre río, pasarás edificios de universidades, verás carteles que te indican cómo llegar al Instituto del Mundo Árabe y notarás mucho ambiente universitario.

De pronto, los carteles indicarán que estás cerca del Jardín de las Plantas (Jardin des Plantes), un parque excepcional y poco difundido en la Argentina.

El jardín fue creado en 1635 por un berrinche de Luis XIII y lo destinó –y aquí viene la parte buena del asunto– a fines exclusivamente medicinales. Con el tiempo y los gobiernos lo fueron transformando. Hoy depende del Museo Nacional de Ciencias Naturales y en sus 5,5 hectáreas hay muchísimas cosas para ver. La entrada es gratis en los sectores generales: se pueden apreciar flores, plantas y árboles de todo el mundo, con una organización más que prolija. Los invernaderos son literalmente colosales y deslumbrantes.

También hay un zoo y un palacio que funciona como museo, cuyo costo varía según los días. El parque está abierto de 10 a 18, todos los días excepto los martes.

Una plaza y una calle

La frescura y las fragancias que se respiran en la zona bien valen el paseo. Si el viajero da por concluida la visita, conviene salir por la puerta principal por la que se ingresó y buscar la Place Monge, ubicada a unas tres cuadras aproximadamente.

Si tenés un ataque de ganas de hablar español con un extraño, hay que dirigirse a un importante puesto de flores -un distintivo de los franceses- y preguntar por el dueño, que habla perfecto castellano. A ese señor se le puede consultar por la calle Mouffetard, que está a un minuto de camino.

Se trata de un paraíso de la gastronomía francesa tradicional, que en horas del día combina bares, restaurantes y un mercado de frutas, verduras y comestibles realmente sensacional. El marco arquitectónico calza como un traje a medida con el lugar.

La calle tiene una extensión de unas seis cuadras, está empedrada y atraviesa por un costado a la plaza de la Contrescarpe, invadida por las mesas de las decenas de bares del sector. Un ambiente más que agradable, ya sea de día o de noche. Es una de las calles más antiguas de París, y aquí eso se explota y bien explotado.

Hay un recuerdo de Mouffetard que posiblemente hayas visto alguna vez: una foto de un niño sonriente llevando dos botellones, tomada por Henri Cartier-Bresson en 1958. Sobre la foto, hay una gran polémica nacional: media biblioteca dice que las botellas contenían leche; la otra mitad asegura que se trataba de vino.

Con el enigma sin resolver, podés ingresar a un “bistró” y pedir una fondue exquisita a precios accesibles. Ejemplo: fondue y creme brulee de postre entre 15 y 18 euros, si se acompaña con una generosa copa de vino. Como en todos los restaurantes de París, la casa ofrece agua gratis.

Si no te gustó comer allí, podés volver a la zona de Notre Dame y, una cuadra antes, verás algunos carritos plateados que son creperías ambulantes. Pedí uno de jamón y queso, por una paga de cuatro euros y disfrutarás a lo grande. Ahora, si la querés hacer bien pero bien, sumale una botella de agua mineral Evian por dos euros extra, te sentás en un banco de la plaza del parque frente a la catedral y ahí te recibís de viajero notable.