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De Rocha a Punta del Diablo

Punta del Diablo, donde predomina el entorno natural de su paisaje, que contrasta con el colorido de sus casas.
Punta del Diablo, donde predomina el entorno natural de su paisaje, que contrasta con el colorido de sus casas.

Con un perfil más bohemio e informal, se presenta el departamento Rocha. Refugio de artistas, destino de muchas familias y punto de encuentro para jóvenes de todo el globo.

Con un perfil más bohemio e informal, se presenta el departamento  Rocha. Refugio de artistas, destino de muchas familias y punto de encuentro para jóvenes de todo el globo. Casi 200 kilómetros de costa, arenas pulcras y dunas gigantescas que llegan al límite con Brasil.

Pueblos de pescadores artesanales, estilo agreste, donde predominan las calles de ripio y los balnearios poseen la infraestructura justa y necesaria para recibir turistas con diversas exigencias.

La Paloma, enclavada a 127 kilómetros antes de la frontera, tiene un aire muy “familiero”. En sus calles se conservan los rieles que convergen en la vieja estación del ferrocarril. Desde sus playas de arena rústica emerge el enorme faro que, junto al mar de buen oleaje, decora la mayoría de postales de este lugar. El distintivo de la Paloma es su gran variedad de playas, aptas para grandes y chicos.

Diez  kilómetros al este florece La Pedrera que, aunque puede ser un destino familiar, parece más propicio para jóvenes mochileros y despreocupados. Tiene mucha onda y aspecto chic. El festival de cortos que se realiza desde hace casi una década es muy convocante y realza la movida cultural que buscan sus visitantes.

Durante el día, los jóvenes concurren a la playa La Punta del Barco o a Desplayado y, a medida que el sol va cayendo, los mates se multiplican y comienzan a girar en ronda al ritmo de las bandas que tocan vivo.

A medida que la noche gana terreno, cada vez más ojotas transitan la calle principal que se torna una peatonal distendida, óptima para poder disfrutar un rico helado o algún trago para recargar energías.

Para muchos, la joyita de Rocha es Cabo Polonio. Al menos no hay duda de que es la más distinguida entre sus pares. Afamada y reconocida por su tinte primitivo y su atractivo, basado en la simpleza.

Es una reserva natural declarada área protegida, donde gran parte de su encanto se debe a que no hay agua corriente, calles correctamente delineadas, alumbrados públicos y a la imposibilidad de acceder en automóvil. Por ello, para poder llegar al cabo hay que sortear siete kilómetros de dunas a bordo de unos camiones de safari, adaptados para llevar entre 25 y 35 personas.

Cabo Polonio es un lugar singular y cautivante, rodeado de dos extensas playas que generalmente gozan de la compañía de buen sol y aguas tranquilas. Al anochecer, cuando declina el día, las estrellas acompañan la luz del faro y los hogares se van iluminando con antorchas y faroles y como música de fondo, sólo quedan las melodías que regala el mar. Y seguramente, también en muchas cabezas suene Jorge Drexler con Doce segundos de oscuridad: “... Pie detrás de pie, no hay otra manera de caminar la noche del cabo, revelada en un inmenso radar...”.

Siguiendo viaje por la costa, 80 kilómetros antes de Chuy, está Punta del Diablo, lugar donde las luces tenues se reproducen por la noche para encender la ciudad, mientras que la música en vivo germina desde la mayoría de los barcitos donde se degustan exquisiteces de la cocina de mar: paella de miniatura de pescados; cazuelas de camarones; ensalada de mariscos; pulpos, y los típicos cazones, tiburones que no superan los 40 centímetros. En Punta del Diablo el entorno natural se apodera del paisaje, los botes descansan sobre la arena y sobre la calle principal se arma la feria artesanal, sintetizando una evidente representación de la costa rochense.