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De Río Cuarto a México en un 3CV

Micaela Bedano y Facundo Properzi son los Citronautas. Cordobeses de espíritu nómade, viajaron cinco años por América a bordo de su Citroën. “Nunca habíamos sido tan libres”, cuentan.

Son una pareja desde mediados del 2006. Ella es Micaela Violeta Bedano, de 32 años, licenciada en Filosofía. Él, Facundo Properzi, estudió Biología y tiene 35 años. Se conocieron en la Universidad Nacional de Río Cuarto, ciudad en la que viven actualmente. Amantes de los viajes desde la cuna, protagonizaron uno bien largo y sabroso: de Río Cuarto a México. ¿Cómo? A bordo de Don Baldomero, un Citroën 3CV cuarentón y fiel que los acompañó de punta a punta, en una travesía que entre la ida y la vuelta duró cinco años y que convirtió a los Citronautas en hacedores de sus sueños.

-¿Por qué se les ocurrió hacer semejante travesía?

-No tenemos hijos; decidimos terminar de estudiar y después salir a viajar porque sentimos que ese modo de ser nómade nos atraviesa y conecta con nuestra propia historia ancestral de abuelos que bajaron de los barcos.

-Y tuvieron la necesidad de un vehículo. ¿Cómo nace el concepto “Citronauta”?

-Claro, teníamos una moto pero necesitábamos un vehículo. Ahí aparece Don Baldomero en la historia. Es un Citroën 3CV de 1977, de fabricación argentina y con dos pequeños cilindros de 301 CC: se trata de uno de los motores más pequeños de la historia automotriz. Decidir viajar con él le dio una fuerte impronta a nuestro viaje, de ahí que nos llamamos los Citronautas.

-Vamos a la “citroruta”. ¿Cuál fue el itinerario?

-Salimos de casa el 1 de mayo del 2011. Remontamos el río Paraná, luego Chaco, Formosa y un poco de Paraguay. Viajamos por Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela y un poquito del norte de Brasil. Para principios del 2013 subimos a Don Baldomero a un contenedor y fue en barco por el Caribe hacia Panamá -nosotros viajamos en velero y acampamos 10 días en una isla de Kuna Yala; y luego, en otro barco, llegamos a Panamá también-. Durante 2013 y 2014 tomamos por Costa Rica, Nicaragua, Honduras, El Salvador, Guatemala y luego entramos a la península de Yucatán en Belice.

-¿Qué recorrieron una vez que llegaron a México?

-Llegamos a México para empezar el 2015 en el Caribe. Allí viajamos por 17 estados en un año: el sur, el centro y un poco del norte; hasta cruzar el Trópico de Cáncer y llegar al desierto de Wirikuta en San Luis Potosí. Finalmente, luego de festejar la noche de muertos en Michoacán, para noviembre del 2015 iniciamos el camino de regreso.

-¿Volver fue mucho más rápido?

-La vuelta fue otro viaje, pero como nos agarró cansados, llegamos a la Argentina en 10 meses. Lo interesante del regreso fue el viaje desde Yurimaguas (Perú) hasta Santarém (Brasil): cuatro pequeños barcos nos transportaron 3.000 kilómetros por el río Amazonas, el más caudaloso del mundo, en la selva pulmón y corazón de Sudamérica.

-¿Cómo administraban el tiempo?  

-Nunca habíamos sido tan libres; casi como en la primera infancia, cuando el tiempo no te pesa. Siempre vivimos en el presente. Nos quedábamos en cada país generalmente tres meses y recorríamos lo máximo posible.

-¿Trabajaron para subsistir?

-Desde un principio. Hicimos circo, teatro, arte exprés en los semáforos. Animamos fiestas para niños y vendimos artesanías en  el “citroferia” en plazas y playas. Las colaboraciones de las personas que se acercaron fueron el impulso.

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