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Cuaderno de viaje: Confusiones geográficas

Una crónica en primera persona sobre los mapas y nuestra forma de ver el mundo.

Tengo 7 u 8 años y consumo las “pelis” de Disney que mis papás compran en VHS. En todas, antes de que aparezca el logo con el castillito que anticipa la acción, hay una publicidad del parque que muestra a nenes felices en juegos a los que cualquier chico se quiere subir. No tengo una clara dimensión del espacio pero pienso que ese lugar increíble no puede estar muy lejos. Para mí no hay dudas: Disney está en Buenos Aires.

También creo, de forma incipiente y por motivos que desconozco, que las ciudades grandes siempre están (tienen que estar) al norte de las demás. Vivo en Villa Allende, que en los mapas aparece al noroeste de Córdoba capital, pero, cuando eventualmente vamos “al centro”, mi brújula interna se niega a apuntar hacia el sur.

 
 
 
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Una publicación compartida de Flor Vigilante (@fvigilante) el21 Jun, 2018 a las 8:18 PDT

El mundo al revés

Tengo aproximadamente 14 años. En el cole, un profe de matemática se va del tema y nos pregunta qué pasa si damos vuelta el mapa y el norte se convierte en el sur y viceversa. Es la primera vez que me percato de que no hay referencias para los puntos cardinales en el espacio; y con ese descubrimiento empiezo a entender que cualquier mapa (según la RAE, la “representación geográfica de la Tierra”) es en realidad una construcción.

Unos años después viajo por Argentina y por otros países de Latinoamérica. Cuando confronto los mapas que tengo en la cabeza con los reales, compruebo una y otra vez que mi cartografía interior está distorsionada: hay lugares que creo que están más cerca entre sí de lo que “verdaderamente” están o que pienso que son mucho más grandes de lo que “en realidad” son, y destinos separados por un océano que nunca me acuerdo de que están a la misma altura.

Otras representaciones

Tengo 27 años y estoy en Barcelona. Escucho a un corresponsal de un diario catalán en África decir que las dimensiones de ese continente y las de América del Sur son mucho mayores de lo que parecen en los mapas que conocemos, sobre todo en relación con Europa y América del Norte. Pienso que no es casual.

Viajo a París. En los puestos de libros, revistas viejas y postales que se extienden en las márgenes del Sena compro un mapa que parece antiguo pero no lo es. Y sin embargo me genera curiosidad porque el hemisferio occidental se asoma en donde oficialmente va el oriental y viceversa: en este otro mundo, Argentina está en el lado derecho del papel y Rusia ocupa el lugar de Estados Unidos.

De usos múltiples

Tengo 29 años y agradezco a Google Maps por existir y a los mapas de papel por no desaparecer. En Maps marco lugares como favoritos, generalmente en la planificación previa al viaje, y en los de papel (que normalmente consigo una vez que llego a destino) registro recorridos y escribo precios, horarios y/o frases con flechas del estilo “playa de arena negra” o “sólo se llega en auto”.

Tengo 30 años y un globo terráqueo inflable que suelo ubicar en el piso con el norte al norte, porque así está hecho para que se lean los nombres de los países, los océanos y las ciudades. Ahora me pregunto por qué no lo doy vuelta más seguido.