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Cómo fue que Sean Penn arruinó una entrevista histórica con "el Chapo" Guzmán

El encuentro del actor con el narcotraficante de Sinaloa fue el desperdicio de una oportunidad periodística única. Mirtha Legrand -todos los argentinos lo sabemos- lo habría hecho mejor.

El se llama Sean Penn. Tiene rostro de crío terrible pese a sus 55 años y, aunque puede meter la mano en cualquier pote de miel de Hollywood (barrio que lo ha premiado con dos premios Oscar), sigue siendo un niño rico con tristeza.

A Sean no le basta con protagonizar grandes películas, con darse el lujo de elegir los papeles en los que quiere poner su cara de crío. No le alcanza con haber pellizcado cuatro años el bomboncito de Madonna. No: Sean quiere ser un intelectual comprometido. Quiere treparse a los trenes que viajen a los destinos políticamente correctos que el universo ponga a disposición.

Nene malo

Luego de tantas películas el malcriado de Sean descubrió que el capitalismo era un sistema sin happy end, que no servía para repartir equitativamente las porciones de libre albedrío. Se subió así a un colectivo que ya tenía casi todas sus butacas ocupadas con otros multimillonarios anticapitalistas y celebrities como él. Oliver Stone, Michael Moore, Susan Sarandon. La lista es extensa. El oxímoron, evidente.

Luego de hacerse amigo de Fidel Castro, de estrechar la mano del presidente venezolano Hugo Chávez, de viajar por el maldito Irán, Sean encontró un nuevo desafío: entrevistar al narcotraficante mejicano Chapo Guzmán, quien se encontraba prófugo luego de  protagonizar una de las fugas de prisión más espectaculares de la historia -túnel incluido- en julio del año pasado.

Sean entró en contacto con la actriz mejicana Kate del Castillo, admiradora de Guzmán y protagonista de telenovelas en las que los narcotraficantes tienen -además de mucho dinero- un corazón tierno y redimible.

Ella le trasladó la oferta de una entrevista histórica, en la selva, luego de un vuelo clandestino, con el mismísimo capo. Guzmán no solo quería ser impune, sino también comprendido y admirado. Sean la ofreció a la revista Rolling Stone, que la publicó esta semana. Uno imagina las lágrimas en los ojos del editor cuando colgó el teléfono luego de hablar con Sean.

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Puede salir mal

Hasta acá, una historia fantástica, lista para convertirla en documental o película de éxito. Pero dos cosas salieron mal. Dos grandes cosas.

Primero, el niño Sean es un actor enorme, un galán a prueba de arrugas, pero no es periodista. Tampoco era tan importante que lo fuera. Pero si al menos supiera preguntar. Su entrevista con el Chapo Guzmán, oportunidad por la que muchos cronistas se habrían dejado cortar un dedo, fue un bluf aparatoso.

Preguntó lo menos interesante, no repreguntó, no cuestionó ni sacó de la zona de confort a su entrevistado. Y, vergonzoso récord, no logró sonsacarle un solo dato que alguien desconociera.

Chapo dijo cosas como: "Nunca pensé en hacer daño a nadie. Todo lo que hice fue pedirle a Dios, y las cosas funcionaron. Todo era perfecto. Yo estoy aquí gracias a Dios". Sean se olvidó de preguntarle qué papel jugó Dios en los cientos de asesinatos que se le adjudican.

La entrevista fue una ostra vacía. Una invitación al bostezo.  Mirtha Legrand -todos los argentinos lo sabemos- lo habría hecho mejor.

El segundo gran error fue que, mientras Sean planeaba vuelos clandestinos y evitaba usar teléfonos rastreables, las autoridades estadounidenses y mejicanas llevaban meses siguiéndolo. Ya se publicaron las fotos del seguimiento previo a él y a la actriz que incluyen hasta la imagen de la avioneta despegando rumbo al escondite narco. En definitiva, el compromiso político de Sean ayudó a localizar y capturar a su entrevistado. Hasta el presidente mejicano Enrique Peña Nieto estaba al tanto de la entrevista que se iba a realizar.

En 1977 el bisoño presentador británico David Frost realizó al expresidente estadounidense Richard Nixon una de las entrevistas más famosas de la historia.

Frost, más acostumbrado a la frivolidad del jet set, era un salame en temas políticos. Pero se rodeó de un equipo de colaboradores que lo ayudaron a arrancarle al republicano una confesión histórica. Más de 45 millones de espectadores vieron la entrevista, que luego dio motivo a la divertida película Frost vs Nixon. Sean Penn no parece haber seguido ese ejemplo.

Al costado, Sean

Una de las conclusiones que podría arrojar la entrevista al Chapo es que el mundo todavía no puede prescindir de los molestos periodistas.

Otra observación es que el entrevistador, no importa la fama que tenga, siempre debe hacerse al costado para permitir que sea el entrevistado quien brille. En este caso, Guzmán pareció otra excusa para el lucimiento del crío terrible de Sean Penn.

Régis Debray, el filósofo francés que acompañó al Che Guevara en su derrotero boliviano, fue atrapado y condenado por las autoridades bolivianas. Algunos afirmaron que su captura permitió más tarde ubicar y matar al Che.

Sean Penn, al menos, no sufrirá condena ni compartirá el destino de su entrevistado.