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Camboriú: una metrópolis de cara al mar

A menos de 2 kilómetros de Córdoba, un paraíso de playas se concentra en un importante movimiento urbano, propuestas de entretenimiento y maravillas naturales para descubrir.

El camino hacia el aeropuerto de Florianópolis con Balneario Cambiador sirve para entender en qué lugar está enclavado uno de los destinos turísticos más importantes de Brasil. Rodeada de moros con mata atlántica (La flora autóctona que se multiplica por doquier) y Llanuras onduladas con buena presencia de ganado vacuno, la ciudad que cuenta con 130 millones de habitantes –y es capaz de albergar una población de 1.800.000 personas durante el verano– es uno de los enclaves más ricos del sur de Brasil.

No sorprende, entonces, que buena parte del movimiento turístico del estado de Santa Catarina –especialmente de la región Costa Verde y Mar– recale en Balneario Camboriú. Para quienes hayan ido hace algunos años, seguramente sea toda una sorpresa ver el avance en materia de plaza hotelera y edilicia, con un skyline que se renueva permanentemente y una ciudad que obliga a mirar hacia arriba. Actualmente, sobre la Barra Sul, al frente del muelle desde donde parten los vistosos barcos piratas que recorren la zona, se construye el que será el rascacielos más alto de Latinoamérica, una estructura de torres gemelas de 81 pisos. La “Dubái brasilera” parece no tener techo: ocho de los edificios más altos del país ya están, listos o en proceso, enclavados allí.

DATOS ÚTILES. Información útil para enamorarse de Camboriú.

Más que playas

En los últimos 20 años, la ciudad se ha reconfigurado como una atracción turística diversa, que no depende exclusivamente del mar, la arena y el sol. Más allá de estar cerca de algunas de las playas más paradisíacas del Atlántico Sur (Estaleiro, Quatro Ilhas, Taquaras, todas con aguas entre verdes y azules), Balneario Camboriú ha hecho todo lo posible por convertirse en una metrópolis junto al océano. La pujante avenida Brasil (paralela a la avenida Atlántica, que sigue el curso de la costa) permite entrar en contacto con el aspecto comercial de la urbe. Tiendas de todo tipo, cafés, restaurantes, inmobiliarias y horarios extendidos hacen de esta arteria un paso obligado para palpar el pulso económico de la región.

Saliendo de los límites del Balneario, las opciones se multiplican. Hacia el norte, en Itajaí, el mercado municipal permite adentrarse en los sabores de uno de los principales puertos pesqueros de Brasil. Pero también, los días sábados, el recinto es el lugar ideal para probar una feijoada tradicional (80 reales para dos personas, poco menos de $ 800), con farofa, naranjas, arroz, coles verdes, un bistec (costeleta) de cerdo y el guiso de porotos negros y carne que corona este plato de origen. Según se cuenta, no hay mejor plan que acompañarla con una buena caipirinha (cachaza, lima, azúcar y hielo, $ 140). Plan B: una limonada suíça (hecha con trozos de lima con cáscara incluida, $ 80) bien refrescante.

Siguiendo por la costa, en Penha, se encuentra otro de los mayores polos de atracción del turismo joven: el parque Beto Carrero World, donde miles de estudiantes brasileños, argentinos y uruguayos hacen gala de sus remeras de fin de curso. Siguiendo la tradición brasileña de “lo más grande de”, el centro de atracciones es el mayor de Sudamérica en su tipo e incluye licencia oficial de Dreamworks (con personajes de Madagascar y Shrek). Además de montañas rusas, circos y paseos, Hot Wheels acaba de inaugurar un área propia en la que se pueden disfrutar destrezas extremas de autos, camiones y motos. El ingreso cuesta 130 reales ($ 1.250) y lo ideal es tener dos días para disfrutar de todas las atracciones.

Naturaleza viva

A unos 15 minutos en auto hacia el noroeste (y atravesando una ruta construida por el propio parque de diversiones), ya en las afueras del balneario de Piçarras se encuentra el Museo Oceanográfico de Univali (Universidade do Vale do Itajaí). La opción, además de educativa, permite ver de cerca la relación de Brasil con su flora y su fauna. El respeto por el océano y sus diferentes formas de vida es una necesidad: el Atlántico alimenta a toda la región Costa Verde y Mar, en la que se puede palpar la actividad pesquera como parte del día a día de muchos de sus habitantes.

Algo similar ocurre en el parque Unipraias, al que se accede desde el extremo sur de la playa central de Baneario Camboriú. La reserva, pese a ser propiedad privada, mantiene con extremo cuidado su entorno de morro y mata atlántica, con garapuvús (árboles “pata de elefante”) de 40 metros de alto. Allí se puede abordar un teleférico de tres estaciones ($ 420 por persona), hacer tirolesa o atravesar la selva montañosa con un pequeño tren magnético. En un extremo, la playa de Laranjeiras ofrece una de las postales más típicas de la región y frutos de mar cocinados de todas las formas posibles. Arriba, en los miradores, la imponencia del desarrollo urbano y la inmensidad de la costa impactan en la panorámica. Abajo espera el muelle de Barra Sul, punto final de una ciudad de sólo 54 años que crece como la marea: cada vez más alta.