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Camagüey y Santa Lucía, la otra Cuba

La puerta de entrada al oriente cubano es una ciudad apacible y pequeña, que tiene uno de los cascos históricos mejor conservados de la isla. La Playa de Santa Lucía, muy cerca de allí, es un vergel de aguas turquesas, ideal para el buceo.

"Quien toma agua del tinajón, o se queda o regresa”, aseveran en Camagüey, la puerta de entrada al oriente cubano. Los tinajones son el sello de la ciudad, conocida por estas enormes vasijas de barro que, en épocas de sequía durante la colonia, se usaban para acopiar agua. Su casco antiguo es el más extenso de la isla y atesora iglesias y coloridos caserones con techos de tejas en cuyos patios coloniales se pueden ver los famosos tinajones.

Camagüey fue una de las primeras villas fundadas por los colonos españoles en el continente, en 1514. Fue bautizada con el nombre de Santa María del Puerto del Príncipe, hasta que en 1903 lo cambió por la denominación actual en honor al cacique Camagüebax, quien dominaba estas tierras.

La ciudad tiene un puñado de santuarios y plazas rodeados de construcciones de estilo ecléctico, que van del barroco al neorrealismo, y su casco histórico fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2008. Es un rincón ideal para caminar, perderse entre callejuelas y detenerse a degustar un café o un trago de ron.

DATOS. Información útil para disfrutar de Camagüey.

De iglesia en iglesia

La Catedral Metropolitana está un poco alejada del centro, al igual que la iglesia San Juan de Dios. Esta última es una de las edificaciones más antiguas y mejor conservadas del lugar y se erige en la plaza homónima, un punto emblemático de la ciudad con feria de artesanías y un par de barcitos alrededor. Por su parte, la iglesia Nuestra Señora del Carmen está, justamente, en la Plaza del Carmen, una de las más suntuosas de la ciudad.

En el punto más céntrico se ubica la Plaza de los Trabajadores, donde está emplazada la Iglesia de La Merced, y sobre la misma peatonal Ignacio Agramonte, a un par de cuadras, se sitúa la Iglesia de la Soledad. Unas calles más abajo aparece la plaza Ignacio Agramonte, con una estatua del líder independentista en el centro y, enfrente, la Catedral Nuestra Señora de la Candelaria. Alrededor, hay algunos barcitos y La Casa de la Trova, que por las noches se enciende con música en vivo.

Hacia la costa

A 110 kilómetros de Camagüey se encuentra Santa Lucía, una playa típicamente caribeña; es decir, de aguas mansas y turquesas, arenas blancas y finas, palmeras y cocos. No es tan famosa como Varadero, pero no por eso es menos bella. Sobre todo, es menos bulliciosa y mucho más apacible.

Alejada del circuito turístico tradicional, es muy buscada por los adeptos al buceo, tanto por precio como por calidad. Una extensa barrera de coral hace de este vergel una piscina natural gigante de aguas cálidas ideal para bucear, hacer snorkel y hasta nadar con tiburones. Es es una de las actividades más buscadas por estas tierras, con 20 kilómetros de playa y donde el mar tiene una profundidad máxima de tres metros entre la barrera y la línea de costa.

Santa Lucía no tiene un centro propiamente dicho; casi no hay nada por fuera de los cuatro resorts all inclusive –de los más económicos de la isla– que se alinean, uno al lado del otro, en una franja de la playa. En este pueblo de pescadores ya no hay botes para salir de faena: solamente están autorizadas las embarcaciones de los hoteles y centros de buceo. Así, quienes aún pescan salen a la caza con arpón, a buscar langostas que venderán luego a los restaurantes de los hoteles para que sean devoradas por los turistas.

Para aislarse

Un tanto alejada de esta zona se encuentra la Playa de la Boca, también conocida como Playa de los Cocos, una pequeña bahía solitaria, uno de esos paraísos de postal. Como aquí no hay infraestructura –bienvenido que así sea– excepto por algún que otro alojamiento precario en casas de familia, resulta un gran paseo diario. Para llegar, se puede tomar un pintoresco carruaje tirado a caballo y viajar apaciblemente hasta este rincón apartado que vale la pena visitar.

El cochero deja a los viajeros en la playa y vuelve a buscarlos hacia el final del día. Se puede almorzar por un precio muy económico –langosta, sobre todo– en alguna casa de familia. Después, no hay mucho por hacer más que relajarse y gozar.

Camagüey y Santa Lucía están un poco más allá de los límites establecidos para el turista promedio que visita la isla. Y no saben lo que se pierden.