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Bután: un reino escondido en el Himalaya

Es uno de los destinos más ofrecidos y solicitados de los adeptos al turismo exótico, y sin embargo conserva el misterio y la atracción de los rincones inexplorados. 

El reino de Bután, arrinconado en la cordillera del Himalaya entre China y la India, es uno de los países más chicos y menos poblados del planeta y desde 1974 se abrió al turismo con una estricta regulación, que requiere de visado y para evitar el deterioro del medio ambiente y la contaminación cultural.

Uno de los sitios más interesantes para visitar es el monasterio budista de Taktshang, ubicado en lo alto de un acantilado y cuyo nombre significa “nido del tigre”.

En el sitio, al que se accede únicamente a pie o a lomo de mula, hay siete templos, que se comenzaron a construir en el siglo XVII, y en proximidades de la cueva donde se cree se internó durante tres años el Gurú Padmasambhava, quien introdujo el budismo en el reino.

Cuenta la leyenda que el gurú llegó al lugar volando sobre el lomo de una tigresa y allí logró dominar al demonio y vencerlo.

El reino del dragón, como también se lo conoce a Bután, tiene festivales tradicionales, denominados tshechus, durante todo el año, donde se pueden conocer danzas, música y rituales tradicionales de la cultura y la religión.

Todos los tshechus finalizan con la exhibición de un tapiz gigante de seda pintado a mano y que representa a deidades y relatos sagrados.

Un dato interesante de Bután es que tiene como medida del crecimiento económico el Índice de de Felicidad Nacional Bruta, que mide la calidad de vida de los habitantes de acuerdo a parámetros holísticos, en los que se tiene en cuenta registros más amplios que los medidos por el PBI del resto de los países del mundo.

Entre ellos están el uso del tiempo, el bienestar psicológico, la diversidad medioambiental y la vitalidad comunitaria. Únicos en el mundo también en la manera de medir la riqueza de su gente.