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Brisa de océano, sol de desierto

Antofagasta, playas ganadas al océano y contenidas por una moderna costanera que convoca con actividades recreativas y culturales (Gentileza Walter Echazú / El Tribuno).
Antofagasta, playas ganadas al océano y contenidas por una moderna costanera que convoca con actividades recreativas y culturales (Gentileza Walter Echazú / El Tribuno).

Si la región de Antofagasta en Chile fuera un cóctel, sería con una base de costas del Pacífico y aridez del desierto de Atacama, los cielos más limpios del mundo, salitreras abandonadas y prósperas minas de cobre. Contundentes condimentos para un resultado exitoso.

“Viajar es marcharse de casa, es vestirse de loco, diciendo todo y nada con una postal.

Es dormir en otra cama, sentir que el tiempo es corto, viajar es regresar”.

Viajar. Gabriel García Márquez

Antofagasta es una comuna, ciudad capital de la provincia homónima y de la región del mismo nombre. Ubicada al norte de Chile, ocupa la mayor superficie territorial continental del país. Alberga al desierto de Atacama, el más árido del mundo. Tan adverso como rico en minerales, bajo su piel acumula cobre, salitre, litio y bórax. Las arenas que son su ADN parecen no tener fin, sobrecogen por su extensión, por la intensa radiación solar y los caprichosos diseños que asume ese mar de dunas doradas.

Entre septiembre y noviembre, cuando el fenómeno del Niño intensifica las lluvias, esa carpeta se llena de flores, producto de semillas y bulbos latentes que encuentran el ámbito propicio para el ciclo vital. Es entonces cuando también proliferan aves e insectos.

En esas coordenadas está San Pedro de Atacama (340 kilómetros de la ciudad de Antofagasta), el exitoso destino turístico.

Arribados al aeropuerto nacional Andrés Sabella Gálvez nos dirigimos por ruta 1, pocos kilómetros al sur, hacia Antofagasta. Atrás queda el Hito del Trópico de Capricornio, donde cada solsticio de verano (21 de diciembre), no se registra sombra alguna.

Ingresamos a la ciudad de Antofagasta, contenida hacia el este por la cordillera de la Costa y más allá, la de los Andes, separadas entre ellas por otros varios cordones.

Hacia el oeste, el océano Pacífico hipnotiza con un color azul acero, matizado por espacios de relajantes tonos verde agua, que delatan distintas profundidades del mar.

Antofagasta es la ciudad donde se registra el más alto ingreso per cápita de Chile porque concentra a la zona minera, principal motor económico del país. Son las tierras ganadas a Bolivia en la guerra del Pacífico y por ello los reclamos bolivianos preocupan al país trasandino.

La paradoja es que se trata del sector con menor densidad demográfica. El primer poblamiento de la hoy próspera ciudad, se produjo en 1868 y su crecimiento fue conforme a la explotación minera.

Originalmente, el recurso económico de la zona fueron las guaneras y en el siglo 19 el interés derivó en los yacimientos de salitre, muy requeridos en la época. Cuando su uso decayó estrepitosamente a nivel mundial, el cobre sustituyó con creces los ingresos.

En la actualidad ese mineral constituye la mayor riqueza de Chile desde el siglo 20.

De cara al Pacífico 

Antofagasta abarca una población de más de 370 mil habitantes estables.

A primera vista se nota el espíritu progresista del conglomerado urbano, que registra una explosión de servicios hoteleros y una excelente conectividad en la región.

A nivel del mar, la ciudad ocupa la planicie litoral y si bien no tiene playas naturales, porque el borde costero es rocoso, desde hace unos años ganaron terreno al mar y hoy, unidas por una moderna costanera, se presentan las playas como el balneario Municipal, Amarilla, La Rinconada y Juan López.

Sólo al norte, bajo los acantilados, hay amplias playas naturales en La Portada, sector que producto del levantamiento de la plataforma marina, el mar erosiona y forma cavernas, puentes y acantilados. La Portada, es un gran arco natural.

Hasta no hace mucho, una escalera permitía bajar y acercarse a la curiosa roca en forma de puerta. Cuando la escalera se rompió, numerosas aves comenzaron a anidar en el acantilado y para preservarlas se declaró reserva.

Desde lo alto se tiene una visión panorámica de La Portada y de la zona urbana distribuida en la bahía, de cara al Pacífico. Además, se asiste al atardecer, la ceremonia del sol al hundirse en las aguas del Pacífico.

Ese instante es aprovechado por numerosas aves, gaviotas y jotes (pájaro carroñero) para surcar el cielo, que en el horizonte se funde con el mar.

El ingreso a la ciudad desde el aeropuerto atraviesa la zona industrial y se presenta el cerro Coloso en el Camino de la Costa.

Hasta las postrimerías del siglo 20, la zona comercial de Antofagasta estaba acotada al núcleo central urbano entre paseos peatonales. La verdadera expansión ciudadana se produjo en 2005, desde el norte hacia el sur.

En ese lapso se construyó el Mall Plaza Antofagasta, se hizo el borde costero con una estupenda rambla que concentra a la población en la playa, noche y día, con servicios de recreación y esparcimiento. Y en ese marco, se espera la próxima inauguración del muelle que revalorizará aún más la zona costera.

La onda progresista alentó también el surgimiento de conjuntos habitacionales de nivel, condominios y departamentos. La fiebre desarrollista a veces encuentra límites en el patrimonio arquitectónico del casco histórico. Ahí, en los laberintos de antiguas construcciones que representan las épocas de auge del salitre en los muros de pino oregón llegado de Estados Unidos, se encuentra en esencia, el alma de Antofagasta.

Ruinas de Huanchaca

En 1888. la Minera Huanchaca propietaria de una gran mina de plata cerca de Potosí, construyó en Antofagasta una refinería. Allí se procesaban más de 100 toneladas diarias del preciado metal, hasta que en 1902 cerró sus puertas. En 1974 se declaró Monumento Nacional a la construcción.

En la actualidad, la imponente edificación, absorbida por la urbanización, forma parte del Parque Cultural Huanchaca. En el lugar, se destacan las ruinas que sirven de escenario para numerosos espectáculos y el museo Desierto, que invita a desandar la historia del cobre, la plata y el salitre, al igual que el pasado arqueológico de la región con núcleo en la cosmovisión aborigen.

*Especial