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El artista que en vez de fotos, retrata en acuarela los destinos que visita

Daniel Bejarano Casarino sumó un equipaje extra a sus viajes: su atelier portátil, para retratar en acuarela los lugares visitados y recordar los detalles de cada sitio.

Fue un día fresco de otoño en las Sierras Chicas de Córdoba, seminublado y con brisa. Desde la cima del cerro Pan de Azúcar, con la gran vista del Valle de Punilla y a lo lejos la Ciudad de Córdoba, mientras algunos buscaban el mejor ángulo para tomar una selfie, y otras personas unas fotos o algún video del paisaje, Daniel improvisó una suerte de mesa para apoyar el atril.

Llevaba varios minutos, trazando en su hoja las formas y los colores de aquel lugar. El grupo con el que realizó el ascenso lo contemplaba, y una media hora después, la obra estaba terminada.

Había retratado el momento. Eligió una fracción de ese paisaje de 360° para inmortalizar en el papel, y luego coloreó con las distintas tonalidades de verdes las sombras de las nubes sobre las sierras, y la mezcla de celestes, azules, blancos y grises del cielo que le recordaran el clima del día.

Daniel Bejarano Casarino pinta y dibuja desde niño, de cuando iba las plazas e ilustraba todo lo que veía a su alrededor. Jujeño de nacimiento y cordobés por adopción, se radicó en la capital de la provincia en 1995.

Pintar y dibujar siempre fue su gran pasión. Quiso estudiar bellas artes, pero se decidió por Ingeniería en Sistemas, aunque asegura que en la actualidad logró el equilibrio entre ambas actividades. Estudió en talleres de pintura y escultura en madera con distintos maestros en Jujuy, Córdoba y Florencia, Italia; participó de varios concursos y eventos de acuarelas, formó parte de la delegación argentina del festival internacional de acuarelas más importante a nivel mundial, en Fabriano, Italia; y también de certámenes organizados por la International Watercolour Society (Sociedad Internacional de Acuarelistas). Además, fue artista invitado a una demostración de acuarelas en la Academia de Bellas Artes de Nápoles.

En la era de la digitalización, donde el registro con dispositivos electrónicos es constante y la interacción con el paisaje a veces puede que se dé más a través de alguna lente que con nuestros propios sentidos, Daniel apostó al registro en un soporte analógico, el papel, para recordar los lugares visitados, revivir las sensaciones y detalles a través de la pintura y el dibujo.

Se armó de un equipo portátil hace unos ocho años, compuesto por paletas, pinceles, cuadernos, un atril liviano para cuando tiene que caminar mucho o escalar, y uno más pesado para terrenos más planos, en los que utiliza una hoja de mayor dimensión.

Desde entonces, plasma en una pintura o dibujo los sitios visitados, poniendo atención en  los detalles, texturas, formas, luces, y la impresión que le resultó estar allí. También toma algunas fotografías de las obras in situ, para publicar en las redes sociales y difundir su trabajo.

La experiencia 

La técnica utilizada es plein air (en francés) o plenairismo, que consiste en pintar al aire libre y con luz natural, lo que conlleva a tener en cuenta cómo la luminosidad y el clima pueden ir cambiando en el transcurso de la creación. Daniel menciona que el espíritu de esas pinturas es captar las sensaciones del momento: si es la tarde, si está nublado o amaneciendo, etcétera. Y, para pintar, utiliza acuarelas, que secan rápido y en poco tiempo se puede crear y llevar una obra.

Su pintura no es una copia exacta de lo que ha contemplado, pues trata de sintetizar algunas cosas y de encontrar el marco. Cuando se tiene una vista 360° del lugar, hay que seleccionar el encuadre, o “considerar que la luz que va cambiando, las nubes que se van moviendo, los colores van variando con la hora”, dice Daniel. Luego agrega: “Hay una serie de factores adicionales que hacen que uno tenga que tomar decisiones estéticas y sensoriales, para recordar que ese era el clima. Decisiones que contribuyen a que la experiencia de pintar sea completamente diferente”.

Estar frente al paisaje y tratar de resumir todas esas formas y colores en una pequeña pintura, le ayudan a atesorar en la memoria el momento. “Vivir esa experiencia me hace recordar mejor los lugares. La pintura me lleva de vuelta al lugar”, comenta.

Además de pintar, también ha dibujado varias obras de otros artistas como El David de Miguel Ángel: “Contemplar las obras es una conexión con el artista a través del tiempo”, asegura. Tratar de plasmar con sus propias manos lo que está viendo en directo, focalizar la atención en las formas, los colores, las texturas, las luces, o recorrer con la mirada cada detalle es una experiencia que persiste en la memoria.

“Cuando fui a un lugar y pude pintarlo, me llevé un recuerdo”, dice Daniel. Si no pinta, siente que no vivió la experiencia completa en el lugar que visitó, pues esa es su manera de relacionarse con el sitio, de llevarse ese momento.

Lugares retratados y por retratar

Daniel Bejarano Casarino retrató por el mundo ciudades de Paraguay, Brasil, Chile, Perú, España, Italia, Francia, Alemania, Bélgica e Inglaterra. En Argentina pintó en Córdoba, Buenos Aires, Jujuy, Formosa, Misiones y Corrientes.

Entre sus planes futuros, le gustaría viajar y pintar en el sur de Italia, Grecia, Egipto, Marruecos, China, Japón y la Patagonia argentina.

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