buscar

Arquitectura francesa y cultura local

Los rostros de Hanoi no sólo hablan de guerras y lamentos. El centro histórico ostenta una gran cantidad de ejemplos de la exquisita arquitectura francesa.

Los rostros de Hanoi no sólo hablan de guerras y lamentos. El centro histórico ostenta una gran cantidad de ejemplos de la exquisita arquitectura francesa.

Da testimonio de ello el Opera House, de sublime figura, mientras que la Catedral de San José aporta lo suyo, resumiendo en su monumental fachada lo más logrado de las iglesias parisienses.

Antes de cruzar hacia el distrito de Ba Dinh, vale la pena detenerse para saborear un jarro de cerveza autóctona y echar unas risas con los locales, en alguno de los peculiares bares al aire libre que bordean el ferrocarril. Desestructurados y ruidosos, son poco frecuentados por los turistas, lo que les da mayor autenticidad.

Después de unas pocas cuadras de caminata, aparece la Ciudadela de Thang Long, otrora morada de la monarquía vietnamita.

Fue utilizada por los franceses como base militar durante la época de la colonización. De hecho, el estilo europeo se descubre en muchas de las construcciones que rodean el edificio.

Caminando también se llega hasta el Templo de la Literatura, joya de la memoria vietnamita. Fue construido en el siglo XI, por el emperador Lý Thái Tông.

Allí, los jóvenes nobles bebían las enseñanzas del confucianismo (doctrinas morales y religiosas predicadas por Confucio). La influencia china se aprecia en cada centímetro del parque.

Otros templos famosos de la ciudad son la Pagoda de Quan Su y la de Ngoc Son. Esta última flota en la médula de la urbe, sobre Hoan Kiem, por lo que es sumamente concurrida.

Cultura al aire libre. El lago es parte vital del universo Hanoi. Y no sólo por el peculiar aspecto que adquiere de madrugada, con los deportistas llenándolo de vida. Reluciente espejo de agua, conforma un punto de reunión obligado para todo el que pisa este suelo de curiosidades.

Miles y miles de motocicletas (marca registrada de Vietnam) zumban por las calles circundantes, pero pasan inadvertidas. Aquí, el mundo está en otros intereses: jugar, pensar, leer, observar y conversar.

El diálogo, esencia misma de la capital, fluye incontrolable entre la pluralidad de labios.

Los jóvenes hanoienses se arriman discretos al extranjero y, de inmediato, inventan conversaciones para aprender inglés y aspectos de otras culturas. Así se abren al mundo, impulsados por un gobierno comunista que ya no los quiere en el cascarón y los estimula a estrechar lazos con el planeta.

La tendencia nacionalista está en cada bandera, en cada estrella dorada, en cada cartel que magnifica la tarea del partido. Estampas que se reparten por doquier, en la calle y en la oficina. Pero negocios son negocios y cuando Vietnam trata con sus huéspedes, deja el febril patriotismo de lado.

De cualquier manera, los personajes que pueblan Hanoi parecen ajenos a las manías de la política. Les resbala.

Cae la noche y ahí están todos: en sandalias para disfrutar  del clima benigno y la vida al aire libre. Comen su  arroz con pollo, beben su cerveza, fuman su tabaco. Y ríen. Como para no perder la más sana de sus costumbres.