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48 horas en Praga

Torres góticas, castillos y relojes medievales, sí. Esculturas móviles, arte contemporáneo y torres de televisión, también. Una ruta de dos días por la capital checa.

Lejos de encorsetarse, la ciudad de las mil torres, fachadas pasteles y espíritu melancólico se reinventa y ofrece dosis de modernidad a quienes estén dispuestos a consumirlas. La cabeza del hijo preferido de Praga, Franz Kafka, inmortalizada en una escultura giratoria; las expresiones más innovadoras del arte contemporáneo exhibidas en una antigua fábrica reconvertida; los barrios que podrían etiquetarse como hípsters y los bares que ofrecen brunchs son muestra de ello.

Sin embargo, el fenómeno no modifica el lugar de privilegio que adquirieron sus símbolos a lo largo de la historia: puntos como el Reloj Astronómico, el puente Carlos y el Castillo de Praga siguen siendo ineludibles para comprender a la ciudad que se levanta a orillas del río Moldava.

DATOS. Información útil para descubrir Praga.

Aquí, una ruta de dos días que mezcla paradas de esos dos universos.

Día 1

9.00 Para arrancar, un clásico: el Café Savoy. Con techos de datan de 1893 y un chocolate caliente famoso en toda la capital, es frecuentado por locales y turistas que buscan energía en sus abundantes desayunos.

Desde allí, dirigirse al puente Carlos se impone casi como una necesidad: es el que protagoniza las imágenes por las cuales muchos viajeros se enamoran de Praga. Su antigüedad (es el más viejo de la ciudad), decoración (lo vigilan estatuas e imponentes torres) y su ambiente (es elegido por artistas callejeros y vendedores de suvenires) lo convierten en un ineludible. Pero atención: hay que olvidarse de la postal en blanco y negro en la que sólo se aprecian santos y torres. El puente que une Mala Strana con Staré Mêsto es un hormiguero de turistas.

12.00 Perderse en las callecitas de Staré Mêsto es la mejor forma de llegar a la Plaza de la Ciudad Vieja, el corazón de la capital checa. Esta explanada acoge, al menos, dos puntos imprescindibles: el famosísimo Reloj Astronómico (en la fachada del Ayuntamiento) y la iglesia de Nuestra Señora enfrente del Týn (con sus torrecitas oscuras que apuntan al cielo).

Gran parte del popurrí arquitectónico de Praga puede distinguirse desde esta plaza, con obras góticas y barrocas y fachadas color pastel. Entre los personajes que la habitan, aparecen chicas rubias tocando el hang (un instrumento de metal parecido a un plato volador) y algún extraño disfrazado de la muerte.

14.00 Lokal es un restaurante que reúne tres elementos básicos en un combo imbatible: comida típica casera con ingredientes de calidad, cerveza artesanal conservada al vacío y precios sumamente accesibles. Un buen camino para adentrarse en la gastronomía local sin pagar de más.

Avanzando en el día (y en la historia), hay que caminar hacia la escultura del atormentado Franz Kafka, que se instaló en 2014 junto al centro comercial Quadrio en el barrio Nové Město. Firmada por el excéntrico artista checo David Černý, la cabeza del escritor alcanza los 11 metros y está formada por piezas movibles de metal que por intervalos giran separadas, se mantienen en su posición o se unen en un movimiento común.

17.00 Cerca de allí, dos edificios bailan entrelazados a orillas del río Moldava: la Casa Danzante. Vlado Milunic y Frank Gehry fueron los arquitectos detrás de esta obra que el viajero reconocerá por una torre de cristal que se estrecha por la mitad y otra con ventanas desalineadas.

Las calles cercanas están repletas de cafés pintorescos para merendar. Uno de ellos es Coffee and Riot, que ofrece café y pastelería en pocos (pero acogedores) metros cuadrados.

Desandar el recorrido a pie llevará tiempo y dejará los músculos cansados, por lo que una cena en el hotel/ departamento se presenta como la forma más práctica de cerrar la jornada.

Día 2

10.00 Sándwiches frescos, huevos revueltos, ensaladas y una variedad de jugos y cafés son algunos de los elementos disponibles para un brunch en Bread Gap. Este espacio está a sólo unos pasos de otro peso pesado en la capital checa: el Castillo de Praga.

Un par de datos para dimensionar su valor: data del siglo IX, es el mayor castillo medieval del mundo, sirvió como morada de soberanos y presidentes, sufrió incendios e invasiones, y entre sus muros acoge palacios, jardines, iglesias y el Callejón del Oro, un pintoresco rincón de tiendas que se jacta de albergar una de las casas en las que vivió Kafka.

Para recorrerlo se puede elegir entre tres circuitos diferentes (con entradas entre $ 200 y $ 300), o bien optar por visitar sólo ciertos edificios. Sugerencia: si no se le quiere dedicar tantas horas, conviene inclinarse por el Circuito B.

14.00 Tranvía de por medio, el almuerzo espera en Home Kitchen, situado en Holešovice, una antigua zona industrial. Diseño, cocina a la vista, gastronomía de calidad y camareros que explican y hacer probar distintos platos antes de elegir el menú lo convierten un sitio más que recomendable.

En el mismo barrio se ubica el Museo DOX, una antigua fábrica reconvertida en el lugar por excelencia para exhibir arte contemporáneo. Fue fundada en el 2008 y promueve el arte, la arquitectura y el diseño firmado tanto por locales como por extranjeros. Por unos 140 pesos se puede acceder a sus propuestas.

Además, la zona resulta ideal para encontrar tiendas de vinilos, bares temáticos, librerías y ropa de segunda mano.

18.00 La última parada exige trasladarse al barrio Žižkov, a través de una combinación de tranvía y metro. Allí se levanta la célebre Torre de Televisión, que con sus 216 metros es la más elevada de la ciudad. Decorada con esculturas de "bebés" que gatean por su superficie (otra obra de Černý), pone a disposición del público un mirador de 360º a los 97 metros de altura. ¿La buena noticia? Está abierto desde las 8 hasta la medianoche, por lo que se puede finalizar el recorrido viendo cómo cae la tarde en la ciudad.