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El bramido de los ciervos: un viaje a La Pampa para un espectáculo único

El ciervo macho llega a reproducirse con hasta 20 hembras. (Gentileza: Mario Rodríguez)
El ciervo macho llega a reproducirse con hasta 20 hembras. (Gentileza: Mario Rodríguez)

Al terminar el verano, los ciervos colorados inician su período anual de reproducción y el Parque Luro es el escenario de las luchas entre los machos, que buscan formar o mantener su harén de hembras.

Entre marzo y abril, el Parque se revoluciona por el comienzo de la temporada de celo del ciervo colorado. Es la época de brama, llamada así por el bramido, que es un mugido ronco que emite el macho para atraer a las hembras.

Al atardecer, desde el bosque de caldenes, se escuchan los primeros sonidos que marcan el comienzo de la actividad en el parque. Solo hay que ubicarse y esperar en silencio. Las primeras en dejarse ver son las hembras, que salen del monte y recorren los pastizales; segundos después, aparece el macho que las custodia.

El ronco bramido del ciervo da el nombre brama a la época de reproducción de los ciervos colorados. (Gentileza: Mario Rodríguez)
El ronco bramido del ciervo da el nombre brama a la época de reproducción de los ciervos colorados. (Gentileza: Mario Rodríguez)

Además de la enorme cornamenta, el ciervo es fácil de distinguir porque nunca está quieto, va y viene alrededor de sus hembras y parece contarlas. Está nervioso y siempre atento, porque además de aparearse con todo su harén de hasta 20 ejemplares, tiene que mantener alejados a los machos rivales.

Entrada la noche, la agitación continúa en el bosque. Ya no se pueden ver, pero sí se escuchan los bramidos, los tropeles y el choque de las cornamentas durante las peleas.

La secuencia se repite al amanecer, cuando los animales abandonan el monte por un par de horas y luego se pierden hasta bien entrada la tarde. Así, durante los 45 días que dura la temporada de reproducción. Con este ciclo anual, las crías nacerán en primavera, con temperaturas agradables y abundante comida.

Área protegida

La Reserva Provincial Parque Luro se ubica sobre la RN35, a 35 kilómetros al sur de Santa Rosa, ocupa 7.600 hectáreas y es un área que protege el ecosistema del bosque de caldén y una gran diversidad de flora y fauna.

Para poder ver el cortejo de los ciervos colorados se acondicionaron senderos y miradores sobre elevaciones naturales. Allí se realizan recorridos de dos horas de duración en dos horarios en los que los animales tienen mayor actividad: a las 6 y a las 18.

Durante el resto del año en el parque se pueden hacer caminatas por cinco circuitos, donde se pueden observar grupos de guanacos, que han sido reintroducidos con éxito; jabalíes; zorros; pumas -aunque muy difíciles de ver- y, la gran atracción por tratarse de un bosque, las aves. Habitan en la zona alrededor de 200 especies que, según palabras de un guía del lugar, en un recorrido habitual se pueden ver al menos 40.

Los pequeños ciervos nacen en primavera cuando el clima es benigno y hay abundante comida. (Gentileza: Mario Rodríguez)
Los pequeños ciervos nacen en primavera cuando el clima es benigno y hay abundante comida. (Gentileza: Mario Rodríguez)

El Castillo

En la reserva también puede visitarse el museo El Castillo, antigua casona de 1911 declarada Lugar Histórico Nacional. Esta residencia fue propiedad de Pedro Luro, quien introdujo los ciervos colorados y jabalíes europeos en Argentina para crear el primer coto de caza del país. El chalet es de estilo francés, conserva su diseño y el mobiliario original que la familia Luro utilizaba durante el otoño para hospedar a importantes personalidades nacionales y extranjeras, aristócratas y millonarios, políticos y cazadores.

La residencia de estilo francés que perteneció a Pedro Luro es hoy el museo El Castillo. (Gentileza: Mario Rodríguez)
La residencia de estilo francés que perteneció a Pedro Luro es hoy el museo El Castillo. (Gentileza: Mario Rodríguez)

En su interior se destaca el hogar tallado en madera que, cuentan, tiene una historia muy particular. Pedro Luro viajaba frecuentemente a Europa y lo había visto en un restaurante de París, quiso comprarlo pero como el dueño no quiso venderlo, compró entonces todo el establecimiento, sacó el hogar, lo hizo traer al país e instaló en la planta baja de su casona.