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Villa Yacanto, la tierra que volvió a nacer

Tras el incendio que casi lo destruye en 2013, el paraíso natural de Villa Yacanto borra de a poco sus cenizas para convertirse en la perla de Calamuchita. El recorrido se completa con San Miguel de los Ríos y El Durazno.

Llegar hasta Villa Yacanto hace recordar, por tramos, aquel septiembre de 2013 cuando esta región se encontró bajo un manto de fuego que arrasó con casi todo el pueblo. El incendio forestal de mayor magnitud en la historia de Córdoba destruyó más de 40 mil hectáreas, por entonces dispuestas a recibir las primeras brisas de la primavera que pincelan con sus colores valles y sierras. Durante mucho tiempo, casi todo este paisaje sólo fue un tapiz gris, tibio y humeante.

A medida que ingresamos a la villa se observan postales que recuerdan aquel septiembre: cementerios de árboles que murieron de pie y cuyos troncos carbonizados quedaron erguidos. Estas imágenes del pasado hoy se entremezclan con diferentes tonos de verde, que demuestran cómo la naturaleza resucitó luego de ese infierno.

Atravesada por bosques, vertientes, ríos y arroyos, Villa Yacanto es un verdadero paraíso natural, con vistas increíbles gracias a su ubicación al pie del cerro Champaquí, que con 2.884 metros es el más elevado de la serranía cordobesa.

Actualmente, cuenta con 3.000 pobladores, muchos de ellos provenientes de grandes urbes como Rosario y Buenos Aires que se instalaron aquí para vivir del turismo, principal actividad de la villa.

DATOS. Información útil para recorrer Villa Yacanto y alrededores.

Paseo

En la terminal de ómnibus nos recibe Gabriela Rodríguez, directora de Turismo de la localidad, quien nos guía en esta visita. La primera parada es para observar el pequeño casco céntrico, dominado por la Plaza de los Niños y la presencia pintoresca de dos restaurantes de comida típica, y la capilla Nuestra Señora de la Merced, de 1877, la más antigua del Valle de Calamuchita.

Luego llegamos hasta el llamado “sendero de la hilacha” para emprender una caminata de poco de más de 30 minutos hasta la cascada Los Helechos, un circuito que nos introduce en el monte nativo de las Sierras Grandes para descubrir su típica vegetación: hierbas como marcela, vira vira y cola de quirquincho, y especies florales como portulacas y verbenas.

Tranquilidad asegurada

A seis kilómetros de la plaza se encuentra San Miguel de los Ríos, un paraje de Villa Yacanto donde la tranquilidad está asegurada entre montañas, bosques de pinos, robles, siempreverdes y ríos de agua cristalina que reflejan el sol y brillan como caminos de plata.

Rodríguez nos cuenta que aquí supo funcionar un criadero de mulas que sirvió para abastecer al ejército del General San Martín para llevar a cabo el Cruce de los Andes.

Al mediodía aplacamos el apetito en Hostería San Miguel, un complejo de sólo siete habitaciones que cuenta con restaurante, cuyas especialidades son las pastas caseras y los postres acompañados de mermeladas y salsas elaboradas con frutas que se cosechan allí.

Luego del almuerzo, caminamos hasta Las Tres Cascadas, un sector del río Tabaquillo con saltos de agua escalonados entre inmensas piedras.

Un destino muy solicitado

Desde la oficina de Turismo de Villa Yacanto, sobre la calle principal de ingreso al pueblo, un camino de tierra de ocho kilómetros conduce hacia El Durazno, otro de los rincones más buscado por quienes llegan a Calamuchita.

Recostado a orillas del río homónimo, a este paraje se accede luego de cruzar un vado que nos permite apreciar de cerca la transparencia del cauce o bien desde lo alto, atravesando a pie un puente peatonal colgante, desde donde se pueden ver cardúmenes de truchas.

Aquí los servicios de hospedaje son más completos: cabañas, casas de alquiler, campings y hasta un hotel boutique. Las propuestas gastronómicas acompañan el gusto de todos los paladares; hay desde empanadas y carnes y pescados a la parrilla hasta repostería artesanal.

El Durazno cuenta, además, con dos sitios para practicar snorkeling en medio de las sierras. Uno es el sector conocido como Los Cajones, en un tramo del río encajonado entre dos laderas de piedra, con cascadas y ollas profundas. El otro se encuentra en la unión de los ríos El Durazno y El Manzano, donde se forma un piletón de siete metros de profundidad.