Un circuito con identidad chuncana

Para llegar al Valle de Traslasierra desde Córdoba hay que atravesar el camino de las Altas Cumbres, entre los paisajes más hermosos de Córdoba y los cóndores que sobreviven por las quebradas.

A los habitantes de esa región los llaman "chuncanos": tienen su propia identidad, que va desde la gastronomía hasta la forma de hablar.

Como todos los rincones de Córdoba, atrae a argentinos de distintas provincias que se han establecido en la región y se han adoptado como base para un nuevo estilo de vida y proyectos motorizados más en la ilusión y el tesón que por las respuestas de las respuestas.

Así nació recientemente TU (Traslasierra Unida), una red de emprendedores que abarca desde San Javier hasta Cura Brochero, impulsados por la voluntad de ayudarse entre sí y de una identidad chuncana, como hijos adoptivos de la tierra que les dio las oportunidades.

La red comprende los rubros gastronómico, hotelero, de productores y comerciantes. Tienen una ley tácita: todo se prepara con la materia prima de Traslasierra, ya sea natural o elaborado, silvestre o comprado.

Es el caso de una red artesanal 100% cordobés, hecho con 40 hierbas que crecen en el valle y que los propios pobladores se encargan de seleccionar y proporcionar a Guillermo Beney, un santafesino mentor de la bebida. El emprendimiento familiar tiene una fábrica ubicada en las espaldas de la casa que compartimos matrimonio y dos hijas en Las Maravillas Oeste, un paraje de calles de tierra que huele a hierbas, entre Cura Brochero y San Lorenzo. Además de la insignia de la bebida, se elaboran licores artesanales.

En la otra punta del valle, en el paraje Los Molles de Villa Las Rosas, la cara al cerro Champaquí –el pico más alto de Córdoba y la segunda Maravilla Natural de la provincia–, echó anclas otro santafesino. Ricardo Amorelli se refiere a la vida urbana de Rosario por la finca donde crecen membrillos, duraznos y ciruelas, nogales y un viñedo que da origen a su propio vino artesanal. Se trata de la experiencia como ingeniero químico y la templanza de la práctica de yoga para crear la bodega San Ramom, donde se destaca un vino y un aperitivo que sabe un pomelo y la fórmula es su secreto mejor guardado.

Muy cerca, en el medio de un bosque de cuento recorrido por el arroyo San Javier, Andrés Mazzacco encuentran en su lugar en el mundo. Construido dos cabañas respetando literalmente el entorno del punto de la estufa a la leña está empotrada entre las piedras y se dedica a la fabricación de cerveza artesanal en la brunchería que se bautiza como Las Violetas. Cualquier día, todo el año, el mismo Andrés –oriundo de Buenos Aires– es preparar y servir unas picadas que llamen creativas, compuestas por una variedad de fiambres, quesos, chutney y pastas caseras para untar en pancitos recién horneados, entre otras delicias. Y por supuesto, su cerveza artesanal rubia, negra o roja.

La provincia de Neuquén también tiene sus representantes en la zona: Rafael y Valeria fundaron La Colorada, donde también se elaboran quesos de cabra. Con la compañía de dos perros que ofician de pastores, sus días transcurren desde el amanecer hasta el monte donde pastan las cabras y los corrales rodeados de atún gigantes en el paraje San José. Todo se hace de manera artesanal y las visitas guiadas para los turistas son gratis.

Por otro lado, un pequeño campo en San Javier, a la vera de la RP 14, fue el sitio elegido por Facundo y Laura para desarrollar una huerta orgánica y abrir el almacén de productos naturales Aloe.

También está el caso de Florencia Pombo y Javier Lecot, que aprovechó la casa veraniega de una abuela para abrir un patio cervecero arbolado y casi sobre la arena a orillas del río Panaholma. El garaje se convierte en fábrica y el resto de la casa se reacondicionó para producir la cerveza artesanal Panaholma. Hoy, al Conurbano bonaerense ni lo extrañan.

Finalmente, el hotel del campo del complejo Casaflor en Cura Brochero está enmarcado por las Sierras Grandes en panoramas de 180 °. Tiene un parque de seis hectáreas con libros y algarrobos, y bancos románticos para tomar mate o leer a la sombra. A 150 metros pasa el río Panaholma. Allí, cuando el pastor llegó hasta las rodillas, Eleonora descubrió que sería el sitio donde pondría a prueba su flamante título de arquitectura y el desafío de formar una familia que hoy florece con tres hijos.