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“Trekking” y biciturismo hasta la Capilla de Buffo: donde la fe se enamoró del arte

El camino hacia esta obra arquitectónica nos permite estar en contacto con la vegetación típica de las Sierras Chicas.
El camino hacia esta obra arquitectónica nos permite estar en contacto con la vegetación típica de las Sierras Chicas.

A 40 kilómetros de Córdoba, el entorno serrano resguarda esta obra de Guido Buffo, dedicada a su hija y a su esposa. Una excusa para poner el cuerpo en movimiento y descubrir este lugar mágico, cargado de arte, ciencia, amor y misticismo.

Desde el centro de Córdoba, podemos ingresar a un mundo místico ubicado en Cabana: la capilla de Buffo. De acuerdo al certero velocímetro de la bicicleta, saliendo desde plaza San Martín, hay 40 kilómetros, casi exactos, hasta ese lugar. Una vez que dejamos Córdoba atrás, nos dirigimos hasta Villa Allende por avenida Padre Lucchese. Desde allí, continuamos por calle Río de Janeiro hasta pasar Villa Allende y llegar a Mendiolaza. Descansamos un rato y seguimos en marcha hasta el centro de Unquillo.

Escondida entre verdes. En la ladera de un monte y al final de una escalera aparece, con forma de ojiva, la cúpula de la capilla.
Escondida entre verdes. En la ladera de un monte y al final de una escalera aparece, con forma de ojiva, la cúpula de la capilla.

La tierra por adopción de Lino Spilimbergo nos recibe con el color de sus siempreverdes y el aire fresco de las sierras. En la esquina de San Martín y 25 de Mayo, doblamos a la izquierda y avanzamos unas cuatro cuadras hasta la calle San Lorenzo, donde doblamos a la derecha. Desde ahí, el camino nos lleva, casi sin sobresaltos, hasta la capilla.

Por la calle 5 de Octubre comienzan a sentirse las cuestas. A las pocas cuadras de tierra, aparece la despensa El Pampa, la primera que existe en los casi nueve kilómetros que unen el centro de Unquillo con la capilla. Siempre es bueno llevar abundante agua y algo de comida, especialmente frutas y turrones.

Al otro lado del río

Las lluvias suelen darle un plus de barro al camino, pero eso no impide que sigamos avanzando en la bicicleta o, incluso, caminando.

Más adelante, surgen algunas cuestas que desafían a nuestro estado físico y, luego, una bajada reparadora. De repente, el camino se termina y vemos la capilla, al otro lado del río... como canta Jorge Drexler.

En medio del entorno ocupado por múltiples tonos de verde, en la ladera de un monte y al final de una escalera, aparece, con forma de ojiva, la cúpula de la capilla. De tonos blancos, algo manchados por el moho de la humedad del ambiente, su torre apunta al cielo. Escondida entre la vegetación, nos despierta aún más la curiosidad.

La familia Buffo–Allende llegó a este paraje, llamado Los Quebrachitos, en la década de 1920. Luego de la muerte de su esposa e hija, Guido Buffo inició la construcción de la cripta, única en el mundo por su historia y estilo arquitectónico. Los frescos, de inspiración renacentista, se complementan con una singular acústica e iluminación. En la casa familiar vemos objetos, fotografías, obras de arte y estudios científicos.

Arte y ciencia. En la casa familiar hay objetos, fotografías, obras de arte y estudios científicos.
Arte y ciencia. En la casa familiar hay objetos, fotografías, obras de arte y estudios científicos.

Las escaleras nos conducen hasta la capilla, un sitio donde se respira religiosidad, arte y ciencia en proporciones similares. Esa capacidad para reunir en un mismo espacio la fe y la ciencia, por ejemplo, incrementa su atractivo. Aquí, nada está hecho al azar, todo tiene un significado. Los pequeños círculos de bronce empotrados en el piso, aparentemente decorativos, constituyen, en realidad, el mapa exacto de cómo estaban las estrellas en el cielo cuando murió, el 6 de septiembre de 1941, Eleonora, la hija de Guido Buffo.

En el centro exacto de la pequeñísima capilla, la acústica nos deja boquiabiertos: sentir el roce de los pies con el piso a la altura del oído no es para menos, y si bien este fenómeno tiene una clara explicación científica, en ese momento, pensamos que se trata de una experiencia propia de un truco de magia. Al mirar hacia arriba, una cortina de luz ingresa por unos círculos vidriados, vemos también un péndulo de Foucault (que hizo de la capilla un “observatorio” sismográfico) y, al bajar los ojos, la vista se cruza con unas pinturas en las paredes de la capilla mortuoria, construida por Buffo en memoria de Leonor Allende, su esposa. Entre muchas nubes, que expresan metafóricamente el cielo, aparecen dos manos abiertas, muy grandes, como en señal de bienvenida. Dicen que, desde el Edén, los seres queridos esperan a Buffo.

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Su vida

Guido Buffo nació en Italia el 12 de marzo de 1885. Este italiano radicado en Los Quebrachitos se formó en París, Turín y Venecia. A los 17 años asistió a la instalación del péndulo de Foucault, en el Panteón Nacional de París.

Casi una década

Esta obra es clave en el patrimonio cultural cordobés. Cuentan que Buffo tardó nueve años –entre 1941 y 1950– en construir la capilla mortuoria, la bóveda, la torre y el atelier.

Arquitectura en flor

Gran parte de las salas o sectores que componen este edificio están cargados de simbología, recursos artísticos e, incluso, de misticismo. Entre las diferentes curiosidades de la obra cuentan que la forma de la capilla copia a los capullos de la flor del cardo santo.

Datos útiles

CÓMO LLEGAR: camino a Los Quebrachitos 5109 (Unquillo). Desde el centro de Unquillo, en la intersección de 25 de Mayo y San Martín, seguimos por calle San Lorenzo hasta la 5 de Octubre. Continuamos derecho hasta toparnos con la capilla. Horarios: visitas guiadas los viernes, de 10 a 14, y sábados, de 15 a 18 horas. Entrada: 50 pesos. Niños: sin cargo.

PASEOS: además de la capilla, podemos visitar el Cerro Pan de Azúcar, las ciudades de Unquillo, Río Ceballos y Villa Allende.

Gastronomía: en caso de hacer el recorrido en bicicleta, sugerimos llevar abundante agua y comida (frutas y turrones). En el trayecto entre Unquillo y la capilla hay despensas.

CUIDADOS: especial precaución en los descensos del camino. Es importante tener los frenos en condiciones y, en caso de no ser un buen ciclista en descenso, lo mejor es aminorar la marcha para evitar caídas. Usar casco, siempre.

Más datos: www.unquillo.gov.ar

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