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Sorpresas en el Camino de la Costa

San Javier. La plaza, frente a la iglesia, es el centro neurálgico del pueblo. A poco de arribar, el viajero se contagia de su mansedumbre.
San Javier. La plaza, frente a la iglesia, es el centro neurálgico del pueblo. A poco de arribar, el viajero se contagia de su mansedumbre.

Un recorrido a través de pueblos y caseríos, muchos de ellos hoy meca de quienes dejan las grandes ciudades en busca de la naturaleza y de las cosas simples.

El polvo se levanta al paso y tras el trote del alazán de un baqueano. El clima seco propicia un recorrido con escalas como si fueran señales de una búsqueda de tesoros. Cada mojón del camino es un sitio para soñar, una promesa para volver.

Nos dirigimos hacia el llamado Camino de la Costa del valle de Traslasierra desde Las Tapias, localidad donde la ruta se bifurca hacia Villa Dolores y a la Villa de Merlo, en la provincia de San Luis.

Se suceden Mina Clavero, Nono, Las Calles, Las Rabonas, Los Hornillos, Villa de Las Rosas, en cada localidad un encanto diferente, un puesto de artesanías, un manantial, la bajada al lago del dique La Viña y los productos típicos de la zona para degustar, como la miel, dulces, quesos saborizados, aceitunas y alimentos naturistas hechos por gente que optó por un estilo de vida lejos del ruido y la contaminación. Muchos amasan panes, embotellan aceite o hacen mermeladas sin ningún agregado químico. Así es Traslasierra, uno de los sitios donde comer sin conservantes es posible.

Desde Las Tapias. Desde Las Tapias, si se continúa hacia el sur por la ruta 14, el Camino de la Costa abre su abanico de parajes cada cual con su particular distinción.

A poco de andar, San Javier se destaca con su plaza, alrededor de la cual hay puestos de artesanías, como galerías a cielo abierto, bares con comidas típicas y construcciones antiguas.

San Javier es pura naturaleza que se suma a una vida nocturna productiva, pero tranquila. Al atardecer es recomendable recorrer los puestos donde las manualidades asumen protagonismo en piezas de cerámica, muebles de madera, tejidos en telar, hilados de lana y pinturas originales.

Puede decirse que ningún límite media entre San Javier y Yacanto y lo demuestran las grandes propiedades de estilo inglés con galerías frescas y techos altos como común denominador de la zona.

Al contrario de lo que sucede en las grandes ciudades, los propietarios, descendientes de aquellos que las construyeron, preservan la genética del espacio de sus ancestros. La alta montaña no sería buena compañera de un edificio. Ahí, nomás, Yacanto presume con su coqueto y antiguo hotel, destino de famosos de todo el mundo que llegan a descansar, disfrutar del microclima de la zona y jugar al golf. En sus orígenes fue molino harinero pero, cuando llegó el ferrocarril a Villa Dolores a principios del siglo pasado, los ingleses compraron el lugar y lo convirtieron en un centro de hospedaje con pretensiones exclusivas.

Condición indispensable es pasar con lentitud por donde el otoño comienza a pincelar los primeros dorados del verdor veraniego.

Nos vamos lentamente a descubrir los monumentos a la madre tan característicos en cada pueblo, y el paisaje agreste ya empieza a quedar en la piel.

Empezamos a abrazar la tonada de los lugareños, ese cantito comechingón, mezclado con las voces de provincias vecinas.

La Población. Llegamos a La Población y a la vera del camino se anuncia el Museo de Cactus. Allí, variedades típicas y exóticas de esta planta que almacena tanta humedad en su interior que no precisa de las lluvias para sobrevivir.

De paso a La Paz, está Luyaba, el sitio que tal vez regala más perfume al andariego. Bajar la ventanilla y sentir olor a hierbas es un placer único.

En Las Sepulturas, río entre La Población y Luyaba, se produjo uno de los más cruentos enfrentamientos entre comechingones y españoles comandados por Francisco de Villagra. Los 3.000 aborígenes muertos originaron cientos de leyendas de ánimas que circulan por la zona.

En La Paz se renueva el intenso atractivo turístico. Ya cuenta con más de 3.500 habitantes y de allí se puede llegar también a Loma Bola en búsqueda de tranquilidad y caminatas interminables.

En el tramo final hacia el cruce de los límites Córdoba/San Luis, se suceden pequeños caseríos como: Las Chacras, Quebracho Ladeado, Cruz de Caña y La Ramada y de un tirón se arriba a Villa de Merlo, la promocionada ciudad turística puntana que aún en horas de la siesta mantiene sus comercios abiertos. Gente dispuesta y las puertas sin llave son todo un símbolo, luego del recorrido intenso y emocional del Camino de la Costa.