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Sierra de las Quijadas, un parque nacional por descubrir

En este importante reservorio paleontológico en San Luis hay senderos autoguiados y guías baqueanos que llevan a los visitantes a conocer fantásticos paisajes y avistar animales.

Llega septiembre y, con el mes de la primavera, llegan también los tiempos de salir a respirar aire libre. Empieza entonces la época y el clima ideal para darse una vuelta por el Parque Nacional Sierra de las Quijadas, ubicado el noroeste de San Luis.

Los animales salen de sus escondrijos y las aves se echan a volar. La primavera recibe al visitante a vuelo de cóndor, águila coronada y cardenal amarillo, estas dos últimos en peligro de extinción. Al compás del tranco del puma; el correteo del ñandú; el lento deambular de las tortugas –animal emblema del parque–; las corridas de las maras, vizcachas y corzuelas; la pasividad del guanaco.

Los quebrachos florecen y la jarilla y su perfume inundan este parque, creado el 10 de diciembre de 1991 y que posee una superficie de 73.785 hectáreas. Conserva una muestra representativa de dos regiones: el Chaco Semiárido y el Monte de llanuras y mesetas, la transición entre dos regiones biogeográficas, conocida como ecotono.

DATOS ÚTILES. Información útil para una escapada a Sierra de las Quijadas.

Caminos y senderos

Desde la entrada al sector de los miradores hay unos seis kilómetros que se pueden hacer en automóvil y, una vez ahí, lanzarse a caminar. En ese lugar hay un edificio con baños y mesitas para matear y descansar luego de las caminatas, un buen punto también para otear el atardecer.

En el parque hay diversos senderos para recorrer. Algunos son breves y fáciles para desandar, como el de Hornillos de Hualtarán, que se encuentra sobre el camino de acceso y donde se pueden ver algunas maras deambulando. Otro sendero breve y autoguiado es el de Flora Autóctona, una vuelta de 800 metros que toma unos 20 minutos de caminata. En el recorrido hay carteles que indican la flora del lugar y dos puntos panorámicos con vista al Potrero de la Aguada.

Ya más extensos y de visita obligada con guía son los senderos del Potrero de la Aguada: Farallones, que lleva unas cuatro horas entre ida y vuelta, y Sendero Huellas del Pasado, en el que se disfrutan dos horas de caminata entre ida y vuelta. Los guías son baqueanos de la zona, quienes conocen mejor que nadie el territorio, y se los puede contactar en la entrada del parque.

El sendero Guanacos, por otro lado, demora tres horas en total y es autoguiado –está disponible una audioguía online– pero es obligatorio registrarse con los guardaparques.

Los Farallones

Caminamos junto a Carlos, guía baqueano, quien también tiene un comedor justo al lado del parque donde preparan con su mujer exquisitos platos regionales.

“Como guía, soy muy buen cocinero”, bromea frente al grupo antes de emprender la caminata, de pie sobre el alero de estas formaciones rojizas que se asemejan un poco al paisaje de Talampaya, en La Rioja, pero que pertenecen a otro período. Mientras que el parque riojano es del triásico, Sierra de las Quijadas es de los tiempos cretácicos.

“La excursión, ida y vuelta, son unos ocho kilómetros. Tenemos unos 300 metros para descender y luego ascenderemos nuevamente. Es un descenso tranquilo”, comenta antes de emprender la bajada hacia el Potrero de la Aguada y sumergirnos en esta suave y extensa caminata por el corazón de las Quijadas, siempre con los imponentes Farallones al frente, que se erigen como torres centinelas del parque.

“El secreto del Potrero de la Aguada, que tiene unas cinco mi hectáreas, es que abajo se rellenó, se comprimió, se elevó, y luego se erosionó. Durante las tres etapas de formación, el clima y los ambientes fueron muy similares al de hoy en día. El mismo porcentaje de viento y agua que sedimentó fue el mismo que erosionó durante la sedimentación. Y más allá de la belleza paisajística, es muy importante a nivel geológico”, explica Carlos. Y agrega: “Es como tener una ventana abierta al pasado evolutivo de la Tierra”.