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Santa Catalina, más que una estancia

Un grupo de ciclistas se propuso visitar todas las estancias jesuíticas de Córdoba y comenzó por la de Alta Gracia. El siguiente objetivo fue trasladarse hasta Ascochinga, para adentrarse en la historia de la estancia Santa Catalina.

La travesía es muy interesante. Son 65 kilómetros por ruta asfaltada y luego 14 más por ripio, hasta la misma estancia, cuya exigencia en sí misma no es muy grande ya que se alternan subidas y bajadas, pero luego del trayecto efectuado el cansancio se nota.

Partimos desde Córdoba y luego de pasar por Río Ceballos, Salsipuedes, El Manzano y La Granja, entre otros puntos, llegamos a Ascochinga.

El camino desde allí hasta la estancia tiene mucho “serrucho” y arena, lo que lo hace peligroso por la posibilidad de algunas caídas. Si bien los autos avanzan lentamente por el estado del terreno, en bicicleta es más complicado.

La estancia fue acosada por el fuego en los últimos incendios en las Sierras de Córdoba, ya que las llamas llegaron muy cerca y este hermoso Patrimonio de la Humanidad corrió peligro.

El trayecto desde Córdoba hasta la estancia es de casi 80 kilómetros (160 kilómetros ida y vuelta), aunque también es posible llevar las bicicletas en auto hasta Agua de Oro, La Granja o la misma Ascochinga. Esta última es un lugar muy apropiado para descansar y puede ser aconsejable para ciclistas de menor entrenamiento.

Sobre la ruta hay una estación de servicios del Automóvil Club Argentino, con el formato tradicional de las viejas estaciones ACA, que brinda muchas comodidades para dejar los vehículos y un muy rico café con leche. También dejan sus tráilers los que recorren la zona con motovehículos. Desde allí, el periplo es de solo 28 kilómetros y puede ser muy interesante para los que estén comenzando con el cicloturismo.

Ascochinga

Esta localidad está ubicada en el Departamento Colón, después de trasponer Río Ceballos, Salsipuedes, El Manzano, Agua de Oro y La Granja, desde la capital cordobesa. También cerca se encuentra Jesús María y por el llamado “camino del Pungo”, se puede llegar a La Cumbre.

Curiosamente, Ascochinga no tiene estructura administrativa propia y depende de La Granja, a seis kilómetros.

Llegar a este punto del mapa provincial es llegar a la paz, porque ese es uno de los sentimientos que transmite el paisaje.

Aunque hay varias historias sobre el significado del nombre, la –aparentemente– oficial es que Ascochinga significa “perro perdido”, traducción de la expresión comechingona ashco-chingasca.

Llegamos allí pedaleando atraídos por la historia de los jesuitas, quienes desde la Estancia Santa Catalina supieron administrar toda la región y generar avances importantes en los medios de trabajo. Próximas a esta también están las estancias de Caroya y Jesús María, más antiguas incluso que la que visitamos.

Un poco de historia

La zona de La Granja quedó en manos de una de las hijas de Francisco Díaz, María del Rosario y la región tuvo dos momentos de apogeo: uno, con los jesuitas, y el otro desde finales del siglo 19 cuando se convirtió en un lugar preferido por las clases sociales más altas de nuestro país y recibió la visita del dos veces presidente Julio Argentino Roca; el gobernador Ramón J. Cárcano, y la familia Martínez de Hoz.

Julio A. Roca fue propietario de la estancia La Paz, uno de los dignos de ser conocidos y donde se realizan muchos eventos sociales importantes. Fue heredada por Roca tras la muerte de su mujer, cuñada del gobernador Juárez Celman. La estancia esta en el camino entre Ascochinga y Jesús María.

La historia cuenta que Roca visitaba la estancia dos meses al año y bajo la sombra de sus árboles, se habrían gestado las presidencias de Juárez Celman y Carlos Pellegrini. También los libros de historia indican que Domingo Faustino Sarmiento, Nicolás Avellaneda y Miguel Cané, se llegaron hasta este hermoso paraje para contactar al principal dirigente de la época.

El historiador Félix Luna, en su libro Soy Roca, hace decir al entonces presidente: “La Paz ha sido mi refugio desde que me instalé en Buenos Aires. Allí paso todos mis veranos, gozando de la cascada natural que forma un lugar para bañarse muy agradable, aprovechando un parque que ha crecido y se ha refinado con el tiempo y disfrutando, en fin, de la fresca hospitalidad de la vieja casa”.

La “cocina” de la política argentina

Ascochinga fue, durante 20 años, el lugar donde se “cocinaba” la política argentina. Sin embargo, hoy hablar de Ascochinga es hablar de golf, de la estancia La Paz y de la tranquilidad que se vive en esta parte del mapa provincial.

De alguna manera también tiene cierto grado de “sangre azul”, ya que el lugar fue visitado por el príncipe de Gales, el príncipe Gustavo de Suecia y Jackeline Bouvier, cuando era la mujer de John F. Kennedy.

El recorrido

Apenas se llega a Ascochinga y trasponer la estación de servicio, sale un camino de ripio a la derecha que está correctamente señalizado. Muy cerca se encuentra el paraje La Pampa, donde hay lugares para aprovisionarse y comprar bebidas.

El camino es en un ascenso leve, aunque con arena. Hay algunos cruces con correctos carteles que indican la distancia restante. Se pueden ver casas en el camino y pronto se llega al cruce, desde donde se puede optar por ir hasta Jesús María (a 21 kilómetros) o a Santa Catalina.

La primera imagen que se observa de la iglesia explica por qué se dice que es la más imponente, ya que sus dos torres se alcanzan a ver desde lejos. El sol de la tarde le da más esplendor.

Cerca hay un quiosco y dos lugares para comer; un destacamento policial; una escuela, y la boletería donde se paga la entrada. Las empanadas resultan una exquisitez, lo que le agrega mayor valor a la visita.

Resultan muy llamativas las casas para los esclavos, que están a la derecha, y que según nos cuentan datan de 1622. Las estancias generaron el crecimiento de poblaciones a sus alrededores y fueron polo de desarrollo.

Caminar por ahí es como retroceder en el tiempo, porque hay muchas cosas que se conservan como eran en aquellos tiempos. Allí también descansan los restos del músico Domingo Zipoli y hay una placa que lo recuerda, sobre la misma iglesia.

Se puede visitar el templo y los guías, con los datos que aportan, le dan un color particular. Antes del ingreso hay una fuente muy particular y el parque que la rodea, donde es una tentación tomar fotos.

Adentro, sorprenden la cúpula y el altar, así como la ausencia de bancos. Tiene forma de cruz latina y es muy bella.

Nos cuentan que la estancia de Santa Catalina fue levantada en tierras de Miguel de Ardiles, que acompañó a Jerónimo Luis de Cabrera en la fundación de Córdoba. Las obras para la construcción de la iglesia habrían comenzado en 1622, aunque no se conoce fecha cierta de la finalización de la iglesia y casa, indican que se habría demorado casi 100 años y utilizaron varios estilos.

Los jesuitas se establecieron en Argentina a finales del siglo XVI, cuando la Compañía de Jesús generó una verdadera revolución en cuanto a emprendimientos y conocimientos en varias regiones del país, como Misiones y Córdoba, y la vecina Paraguay. En nuestra ciudad, aún perdura el legado educativo de los jesuitas a través de sus universidades, la Nacional y la Católica.

Desde allí también se puede hacer una recorrida por el Antiguo Camino Real, que lleva a otros puntos igualmente dignos de ser conocidos en la serranías cordobesas.

Lo que hay que saber

La entrada. Cuesta $ 10. Está abierta de 10 a 19 y en verano cierran de 13 a 15. Se pueden comprar comidas y bebidas en Ascochinga y en Santa Catalina. Una opción es visitar también las estancias de Caroya y Jesús María (21 kilómetros).

Recorrido. Desde Córdoba hasta Ascochinga: 60 kilómetros (ruta asfaltada). Desde Ascochinga hasta Santa Catalina; 14 kilómetros de ripio, con serrucho y arena.