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Proa al mar cordobés

La laguna Mar Chiquita muestra su inmenso perímetro de agua salada que tiene varios puntos de observación de las numerosas aves que allí tienen su hábitat.
La laguna Mar Chiquita muestra su inmenso perímetro de agua salada que tiene varios puntos de observación de las numerosas aves que allí tienen su hábitat.

Un fin de semana largo fue destinado al cicloturismo en el noroeste provincial. Por viejas estaciones de tren, del ferrocarril Belgrano y Mitre, donde ya las vías no están en servicio.

Un fin de semana largo fue destinado a hacer cicloturismo con punto de partida en el pueblo de Obispo Trejo. El trayecto prosiguió a través de las poblaciones ubicadas a lo largo de la ruta provincial 17 para terminar en la localidad de Miramar donde pasamos unos días.

A decir verdad el viaje comenzó en la vieja estación del ferrocarril Central Argentino donde una veintena de familias aún viven en su entorno.

El silencio es dueño del lugar, en los patios con viejos algarrobos, parra y aljibe de donde extraen agua con balde y cadena.

Comenzamos a rodar por ruta provincial 17 cerca del mediodía, con un bondadoso y suave sol de otoño. Rápidamente pasaron los kilómetros hasta la localidad de La Puerta a la que sucedieron Villa Fontana, La Para, Marull y Balnearia, donde tomamos la ruta 3 para circular los 12 kilómetros que la separan de Miramar.

El recorrido fue un placer para todos los sentidos que se veían estimulados por el atardecer, los campos sembrados de alfalfa, olivares y algunos rebaños de vacas lecheras. El escaso tránsito nos aseguró una marcha relajada hasta llegar a Miramar después de haber recorrido 100 kilómetros en una tarde.

Con vista a la laguna. Llegamos a la Oficina de Información Turística, donde obtuvimos datos para hospedarnos. En poco tiempo estuvimos alojados en un departamento con todas las comodidades a precio muy accesible.

Salimos a recorrer en bicicleta la localidad en un marco de total seguridad y tranquilidad. Es que los vecinos acostumbran dejarlas en las veredas. El asombro nos colmó cuando el vecino del departamento la dejó afuera toda la noche y al otro día, bañada de rocío, la bicicleta estaba en el mismo lugar.

Por la mañana organizamos un recorrido urbano que incluyó una visita al Museo Fotográfico Dante Marchetti; a la costanera, a orillas de la laguna donde muchas familias disfrutaban al

sol, y a una de las reservas para la observación de aves donde

encontramos cisnes, gansos, patos y algunos biguás muy cerca de la playa.

Circulamos hacia el límite este de Miramar, donde hay otro lugar para el avistaje de aves y desemboca el arroyo San Antonio. Después de aproximadamente mil metros por calles de tierra, se arriba al Gran Hotel Viena, que sigue en pie a pesar de haber quedado por años bajo el agua de la laguna.

El paseo continuó hacia Villa Muller, a cinco kilómetros de la zona urbana. Allí están los testimonios de un pasado esplendor de Miramar como la Colonia Naturista Argentina dedicada

a distintas terapias donde hoy sólo sobrevive la torre del tanque de agua.

En el agua, colonias de flamencos rosados se alimentan de artemia salina, un crustáceo que les aporta el color rosado a sus plumajes. En la tarea de procurar el alimento desarrollan como una coreografía que los guía a todos para un lado, luego para el otro, mientras mueven sus largas patas en una sintonía de color y movimiento.

Desde lo alto del tanque, de la que fue la Colonia Naturista Argentina, se divisan otras construcciones que fueron parte de la historia. Allí nos dirigimos a través de caminos, mientras la vegetación se adueña de la calle, y encontramos la que fue una escuela y la capilla.

Recuperamos las bicicletas de entre los matorrales, las montamos y volvimos hacia la colonia a esperar el atardecer.

Ubicados sobre el tanque, posamos la vista hacia el oeste y dejamos que el tiempo

lo marcara el sol en su viaje a la noche.

Un sol rojo sobre la laguna, los brillos de plata del agua y bandadas de flamencos que volaban hacia sus refugios nocturnos. Imágenes fuertes y emotivas para terminar la jornada.

Ya casi en penumbras iniciamos el regreso. Un tramo a pie mientras llegaba la noche con un cielo mágico lleno de colores, cruzamos un pequeño arroyo mientras se oían sapos y chicharras.

Partida con nubes. Con un amanecer nublado recorrimos el centro, que tanto nos gustó, por última vez. El viento del sur poco a poco se puso en contra, seguía nublado y el horizonte mostraba lluvia a la distancia.

Cuando llegamos a Villa Fontana se largó el aguacero, por suerte estábamos a sólo unos kilómetros de la estación de servicio del pueblo, donde nos refugiamos.

Luego continuamos hacia la estación Central Argentino y cuando nos faltaban unos 2.000 metros por calle de tierra, se largó un buen chaparrón.

Era mediodía y dejamos las bicicletas en la casa de Dora, una lugareña quien trajinaba con

un particular sistema, de caños y codos, para juntar el agua del techo y almacenarla en dos aljibes. para solucionar problemas cotidianos de forma sencilla y con mínimos recursos.

El resto del viaje fue com­par­tir historias y un cáli­do al­muerzo mientras observábamos la lluvia amparados en una casa.

Lo que hay que saber

Partida. Obispo Trejo.

Destino. Miramar y laguna Mar Chiquita.

Recorrido: ida y vuelta por ruta provincial 17; Obispo Trejo, La Puerta, Villa Fontana, La Para, Marull, Balnearia, ruta 3 y Miramar.

Recorrido total: 250 kilómetros (incluidos los recorridos por el pueblo y entorno).

Ciclistas: María Cristina Sosa y Gustavo Rebord.

Bicicletas: Giant XTC con equipamiento Halawa

Informes. rebord.gustavo@gmail.com