buscar

Museo Marqués de Sobremonte: un guardián de la historia de Córdoba en medio del Centro

La casa es actualmente la vivienda más antigua de la capital cordobesa. (Juan Manuel Pairone)
La casa es actualmente la vivienda más antigua de la capital cordobesa. (Juan Manuel Pairone)

Una casa típica del siglo XVIII invita a conocer las costumbres coloniales de la mayor autoridad de la corona española en la ciudad.

Los cordobeses caminan y caminan desde y hacia la plaza San Martín. La esquina en la que Alvear e Ituzaingó son divididas por Rosario de Santa Fe –allí donde el centro reúne a empleados bancarios y oficinistas, vendedores ambulantes y gente pensando en trámites y colectivos–, es una de las postales cotidianas del corazón de la ciudad. Y esa casa blanca de tinte colonial, única en su especie, sigue cobijando una de las historias más fascinantes de aquellos años en los que Argentina todavía estaba en pañales.

La casa de Don Rafael de Sobremonte, el famoso Marqués, no sólo es una joya arquitectónica del siglo XVIII, herencia del legado español en Sudamérica y actualmente la vivienda más antigua de la capital cordobesa. Además, es el único exponente de vivienda familiar del período colonial que se conserva hasta el presente.

Allí, entre 1783 y 1797 Sobremonte ejerció el cargo de primer gobernador intendente de Córdoba del Tucumán, territorio que formaba parte del Virreinato del Río de la Plata. En ese lugar también se refugió cuando, en 1806 y siendo virrey, decidió huir de Buenos Aires rumbo a Córdoba para salvaguardar el tesoro de la corona española en plenas invasiones inglesas.

Desde su desembarco cordobés en 1783, la casona elegida por el virrey se transformó en centro de la vida política y social de la ciudad y un símbolo de la época. Un siglo y algunos años después, la casa fue designada como sede del Museo Politécnico Provincial. En 1919, la propiedad fue adquirida por el Gobierno de la Provincia para destinarla a Museo Histórico Colonial. En 1941 fue declarada Monumento Histórico Nacional, y en 1944 se la bautizó definitivamente como "Museo Histórico Provincial Marqués de Sobremonte".

Historia viva

Hoy, a más de 200 años de su esplendor colonial, la casa resiste como testigo del paso de los años y las costumbres. Ingresar en ella y recorrer sus salas es el equivalente a viajar en el tiempo a través de reliquias como baúles, pianos, faroles, pinturas, espejos, vestimentas y otros accesorios con dos siglos de vida sobre la espalda.

La puerta, sobre la calle Rosario de Santa Fe, abre paso al hall de ingreso, donde se consigna la visita y se paga la entrada –50 pesos a menos que sea miércoles, día gratuito–. Una de las encargadas indica el camino a seguir y el paseo queda librado al antojo personal. La muestra “Postales de la Colonia, un recorrido por el barroco americano” se encuentra actualmente en exhibición y expone “obras de carácter religioso nunca o muy poco exhibidas con anterioridad provenientes de las escuelas cuzqueña y de las misiones jesuíticas”, según se anuncia.

Si bien hay información disponible en distintos puntos de la casa, la sensación que queda es que con un poco de decisión ese ítem podría resolverse de forma más prolija y exhaustiva. Más allá de ese detalle, la curiosidad es estimulada desde varios frentes. Desde el mobiliario y el catálogo de objetos hasta las llamadas “habitaciones para esclavos”, todo señala una forma de ver el mundo típica de los españoles y criollos de alta alcurnia que gobernaban la ciudad por aquellos años.

Además de los salones que reflejan el tamaño de la vivienda y dejan ver algunos de los intereses centrales de la época –desde la importancia dada al aspecto religioso hasta el valor simbólico de los espejos–, la propia estructura de la construcción invita a curiosear en sus recovecos.

Los techos, los pisos, las columnas y las tejas tienen una magia inexplicable que los recubre. El patio, con el granado frondoso que lo corona, es una postal que vincula pasado y presente en un punto neurálgico de la ciudad. Si hasta parece mentira cruzarse con la silueta de un edificio cuando se sube al segundo piso y se contempla el cielo desde uno de sus balcones.

Aunque lo ideal es recorrer la “Casa de Sobremonte” da manera guiada –se pueden hacer recorridos grupales de más de 20 personas incluso–, su sola presencia como vestigio de una época pasada y la energía impregnada en sus paredes transmiten una solemnidad instantánea. Ver los objetos y leer las descripciones descorcha la imaginación. ¿Cómo habrá sido dormir en esa habitación? ¿Quién habrá tocado ese órgano? ¿Serán cómodas esas sillas? Nunca lo sabremos, pero sí podemos estar seguros de que todo eso sucedió ahí mismo, en ese pedazo de siclo XVIII enclavado a metros de la peatonal.