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Las pulperías cordobesas, un paseo turístico diferente

En la provincia, estos centros de tertulias, cenas y encuentros marcaron la tradición de los pueblos serranos. Hoy siguen siendo interesantes espacios para descubrir. 

“¿Venden pulpas o pulpos?”, pregunta un pequeño a su maestra al leer el cartel que está en la fachada de uno de estos sitios de encuentros y sabores, desconociendo de qué se tratan. Pareciera no estar tan equivocado, ya que se presume que se llaman así porque en sus orígenes ofrecían productos de mar y pulpa de frutas. Y es que, en realidad, estos establecimientos eran antiguos almacenes que vendían todo tipo de mercadería, desde alimentos y bebidas hasta remedios. También fueron el lugar de reunión donde los lugareños hacían trueques, una especie de club social. Allí los gauchos jugaban a las cartas mientras tomaban bebidas alcohólicas y los viajeros hacían un alto en sus largas travesías para calmar la sed y saborear comidas caseras elaboradas por sus dueños. Muchas de ellas siguen manteniendo su esencia inicial y otras han ido amoldándose a las exigencias de los nuevos tiempos. De cualquier manera, todas representan y recobran las tradiciones típicas cordobesas, transportando a los visitantes a otra época.

Desparramadas en el mapa

En Los Reartes, la pulpería Segundo Sombra, en medio del centro histórico, es fácil de localizar. Su edificio de los años ’30 llama la atención entre la bella capilla de 1815, las veredas altas y las casonas de adobe de mediados de 1700. Fue el primer comercio en la localidad (comenzó a funcionar en los ’60) y actualmente conserva las particularidades de un almacén de ramos generales. Se juega al pool y a las cartas, y continúa siendo el lugar donde los asiduos del pueblo pueden tomar “una vuelta” o pedir una “mulita”. En este espacio de estantes altos y mostradores largos –marca registrada de estos establecimientos–, los parroquianos encontraban un lugar de intercambio de información política, social y cultural. En los días de fiesta, se cantaba y se payaba a viva voz. Llegarse hasta este punto si se está de visita en Los Reartes es un excelente plan.

Aunque tampoco hace falta irse lejos de la ciudad de Córdoba: en Villa Allende, la pulpería de Don Seculini resiste el paso del tiempo, y entrar allí equivale a retroceder un par de décadas. Cuando la localidad era apenas un caserío y empezaba a poblarse –en los años ’50–, sus primeros clientes eran baqueanos, productores y trabajadores rurales de la zona. Además de conservar el almacén, aquí ahora son famosos los “lunes de puchero”, en un área que se destina para unas cuantas mesas y sillas. En esta postal de otro tiempo, una galería de fotos refleja el paso de los años.

Por otra parte, Nono, Villa del Totoral y San Javier son otros destinos que poseen un popurrí de pulperías para conocer. Un dato de color acerca de esta última localidad: la pulpería de Mario Giménez posee en la vereda una rockola que siempre está en funcionamiento y que sirve de acompañamiento a los paisanos. Tan importante es este aparato que Giménez, para poder cerrar el local a altas horas de la madrugada, la desenchufa: es la señal de que “se acaba la joda” y de que hay que dejar el lugar.

Ambiente tradicionalista

Algo más actual, en Santa Rosa de Calamuchita, frente a la Capilla Vieja, aparece la pulpería de los Ferreyra, un “templo de tradición” para los lugareños. Dedicada a la parrilla y a la cocina criolla, una talla en madera raulí recibe a los comensales en su ingreso: representa a Don José Hernández, autor del Martín Fierro. Al entrar, los mozos visten de gauchos y las mozas de paisanas, la música folclórica suena de fondo y en las paredes el bombo y la guitarra esperan a quien desee tocarlos. En ese marco tradicionalista, las fechas patrias tienen lugar con espectáculos de artistas reconocidos y menús especiales. Aquí el clima de pulpería se encuentra