buscar

La sencillez reina tierra adentro

Panorámica de La Higuera. Entre la vegetación emerge la iglesia Nuestra Señora del Rosario de estilo poscolonial que data de fines de 1800.
Panorámica de La Higuera. Entre la vegetación emerge la iglesia Nuestra Señora del Rosario de estilo poscolonial que data de fines de 1800.

La plaza del pueblo fue el lugar elegido para descansar y hacer el almuerzo pero la intempestiva llegada de la lluvia obligó a buscar reparo en el atrio de la iglesia.

Al llegar a San Carlos Minas unas densas nubes negras oscurecieron el mediodía.

La plaza del pueblo fue el lugar elegido para descansar y hacer el almuerzo pero la intempestiva llegada de la lluvia obligó a buscar reparo en el atrio de la iglesia.

Cuando la precipitación se detuvo se retomó la marcha a través de un subibaja de 22 kilómetros hasta La Higuera. La localidad del departamento Cruz del Eje está en el valle de Cantapas y las torres de la iglesia Nuestra Señora del Rosario se destacan a la distancia por sobre la vegetación.

Ese día celebraba la fiesta patronal y bajo toldos de polietileno se guarecían comensales y músicos, aunque en la pista algunos se animaban a bailar.

En la plaza los caballos esperaban a los jinetes.

La Higuera tiene frente a la plaza una hermosa iglesia de estilo poscolonial de fines de 1800. El fenómeno es el contrapeso cultural y religioso que se registra todos los años en agosto cuando se realizan los rituales a la Pachamama. La explicación de este sincretismo quizá esté en que el pueblo proclama su existencia prehispánica.

Una iniciativa comunitaria fue la creación del museo Macat Henen donde se exhiben objetos de distintos momentos históricos del pueblo y testimonios de las culturas originarias, colecciones donadas por los vecinos.

Aunque el clima no era el mejor, los devotos y peregrinos cumplían con todos los pasos: visitar la iglesia y arrimarse a la fiesta. No faltaban quienes ce­lebran de antemano y los efectos de los brindis les hacen perder la verticalidad.

Una de las calles de la plaza conduce al cementerio, al balneario y a la salida del pueblo y por ella emprendimos el regreso.

Regreso. A medida que se avanzaba la música de a poco se perdía, entre las últimas viviendas y el río Salsacate que con abundante caudal atraviesa la ruta para dirigirse al dique Pichanas.

De ahí en más, la pendiente del camino se incrementa cuando el bosque serrano deja lugar al xerófilo con amplia variedad de cactus y hermosos quebrachos.

Se pasó por el pueblo La Aguada donde las gallinas picoteaban sobre la calle.

En el kilómetro 15 se arriba a Rumi Huasi, cuyos grandes hornos testimonian el pasado de explotación de piedra caliza.

Los últimos kilómetros se tornaron duros por la elevada pendiente y después de pasar algunas canteras de granito se arribó al mirador de Ciénaga del Coro casi a mil metros sobre el nivel del mar. La panorámica obtenida, entre la bruma, es la extensión de las sierras de Guasapampa y sobre un valle de altura, el pueblo de Ciénaga del Coro.

Nos dejamos llevar por la bajada que significó un descanso después de casi 90 kilómetros de recorrido.

El hotel comunal de Ciénaga fue el alojamiento elegido para pasar esa noche de fuerte tormenta, donde se cortó la luz, justo cuando terminaba la final del campeonato de fútbol de la zona y comenzaba el baile.

Balance final. En los casi 90 kilómetros del circuito se cambia permanentemente de relieve y paisajes. Así, se pasa del monte serrano al xerófito con abundantes cactus y los típicos palmerales de caranday.

En esta zona se destacan los distintos momentos históricos de la producción minera, primero oro, plata y plomo, luego cal y en la actualidad, granito entre otros.

Lo más destacado de la zona son los testimonios prehispánicos ya que significan un recurso muy relevante. Difundirlos con circuitos guiados controlados, ayudará a protegerlos y servirá como fuente de recursos para la población. A la vez que sería una alternativa a la explotación minera que tanto impacto ge­nera en el paisaje.