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Colonia Caroya tiene una destacada producción de vinos que se complementa con visitas a las bodegas, degustaciones y una excelente gastronomía.
Al norte de la provincia de Córdoba se ubica Colonia Caroya, una localidad que se distingue por su producción de vinos de primera categoría. En ese destino, a sólo una hora de la Capital, la Ruta del vino caroyense invita a conocer más de una docena de bodegas imperdibles.
El circuito, ideal para los amantes del enoturismo y del turismo gastronómico en general, permite descubrir las bodegas, sus viñedos y sus procesos de elaboración, así como también hacer degustaciones, adquirir vinos y disfrutar de una gastronomía de lujo.
En esta localidad, que también es reconocida por la elaboración de embutidos y chacinados, el enoturismo pisa con fuerza y es una excelente excusa para agendar una visita y deleitarse con la cocina local.
Cómo es la Ruta del vino caroyense
Más de una decena de bodegas forman parte de este circuito que permite conocer de primera mano a productores locales y sus productos en maravillosos entornos naturales. Ofrecen vinos elaborados con uvas tintas y blancas de excelente calidad que gozan de reconocimiento internacional.
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Cada bodega tiene su propia historia y propone distintas opciones al turista: visitas guiadas, degustación, venta de productos, espacios gastronómicos de primer nivel e incluso alojamiento de alta gama.
Dentro de la oferta de bodegas hay dos establecimientos que fueron distinguidos en importantes certámenes internacionales por sus vinos, y que sin dudas merecen una visita: La Caroyense y Terra Camiare.
El vino en Córdoba, una historia de larga data
El vino en Córdoba nace con los jesuitas, que en el siglo XVII plantaron las primeras cepas en las estancias de Jesús María, donde se podría decir que se concibió el primer vino consumido por los reyes de España procedente de América.
Hay documentos que atestiguan que en esa época en la Estancia Caroya había implantadas unas 4.000 plantas de vid. Luego, hacia finales del siglo XIX y principios del XX, la producción vitivinícola de la zona se vio impulsada por la gran inmigración friulana.
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Actualmente, los productores artesanales revalorizan los métodos de sus ancestros y los combinan con la última tecnología para ofrecer vinos de gran calidad.
