buscar

Hacia el viejo río Cosquín

El río Cosquín, protagonista de esta salida de cicloturismo, visto desde el puente, es parte de la historia del festival de folklore.
El río Cosquín, protagonista de esta salida de cicloturismo, visto desde el puente, es parte de la historia del festival de folklore.

Para aprovechar el benigno clima de los últimos tiempos, un grupo de ciclistas se lanzó a las rutas detrás de varios objetivos. El         cerro Pan de Azúcar, la plaza Próspero Molina (escenario del mayor festival folklórico) y el río Cosquín fueron los destinos elegidos.

El sábado pintaba muy lindo para visitar las sierras de Córdoba y Cosquín fue el objetivo propuesto. Partimos rumbo al dique San Roque por la ruta provincial 73, Variante Costa Azul, que nace en la autopista y termina en un nudo vial en el camino de las 100 curvas, cercano al embalse.

Una vez en el paredón, luego de algo más de 25 kilómetros, tomamos a la derecha para dirigirnos hacia San Roque y Santa María de Punilla.

A la izquierda se tiene una hermosa vista del lago San Roque, como un gran espejo azul por el sol de la mañana. Algunos pescadores desde temprano enfrentan el frío de la mañana cordobesa. También hay un par de intrépidos que navegan en kayak por la costa.

Enseguida cruzamos la Plaza Federal y a la derecha divisamos la capilla San Plácido, esa construcción tan especial que representa una mano cerrada con el dedo índice señalando el cielo. Aunque fue construida en 1980, tiene una historia bastante particular y visitarla es recomendable.

La plaza del folklore, en el corazón de la ciudad.
La plaza del folklore, en el corazón de la ciudad.

Llegamos al cruce con la ruta nacional 38. Doblamos a la derecha para acercarnos a Bialet Massé y, posteriormente, a nuestro destino. Unos kilómetros más a la derecha y sobre las sierras, se ve el antiguo hospital de Santa María de Punilla.

Tras 40 kilómetros de pedaleo llegamos a Cosquín, donde se nos presentan dos alternativas: seguir por la ruta e ingresar por pleno centro de la localidad, o tomar por la moderna costanera del río que nos deja sobre la base del cerro Pan de Azúcar. Elegimos esta última opción, ya que la idea era ver el cerro desde una perspectiva diferente.

Desde este lugar, se verifica porqué le pusieron este nombre, ya que se asemeja bastante a la forma del cerro homónimo de Río de Janeiro, que debe su nombre a la forma de un postre llamado pao de azúcar.

Al Pan de Azúcar local, los pueblos originarios lo llamaban supaj ñuñu, que tiene dos acepciones: “seno de virgen” o “seno de mujer”.

Después de esta parada, nos volvemos para ingresar a Cosquín por la ruta, que se convierte en la calle principal de la ciudad, con un gran movimiento comercial. Lugareños y visitantes demoran la mañana en los muchos bares, con mesas afuera, donde desayunan o toman un café mientras disfrutan del sol.

Ya estamos a metros del primer objetivo, que es la plaza Próspero Molina, escenario del mayor festival de folklore de nuestro país.

La principal actividad económica de Cosquín es el turismo y tiene, en enero, el mejor momento del año, cuando se realizan las “nueve lunas coscoínas”. Hablar de Cosquín es hablar del Festival Nacional de Folklore, por eso la plaza atrae a muchos turistas que se sacan la consabida foto recordatoria, incluso sobre el escenario Atahualpa Yupanqui.

Algunos de esos turistas nos cuentan que vinieron hace muchos años y un matrimonio relata que la última vez que estuvieron allí lo vieron a Jorge Cafrune, quien a la semana murió.

Al fondo de la plaza se divisa cercano el cerro Pan de Azúcar, que completa la postal y parece estar cuidando del lugar.

En una esquina, cruzando la calle, está la iglesia de Cosquín, que se ve en todo el mundo cuando se transmite el festival por TV. Está pintada de una amarillo especial y tiene una sola torre, donde se encuentra la campana que echa a volar en cada una de las noches festivaleras.

Nos quedaba seguir un poco más en nuestras bicicletas para llegar hasta el río Cosquín, motivo de muchas canciones de las cuales, quizá, la más conocida sea la Zamba del cantor enamorado, de Hernán Figueroa Reyes, una de las figuras más relevantes surgidas y fallecido muy joven.

Recordando las estrofas de esa hermosa zamba y a algún padre o abuelo que la cantaban, continuamos el camino que lleva por camino de ripio al Pan de Azúcar y deposita en Villa Allende. Completamos 90 kilómetros y volvimos a Córdoba después de una hermosa travesía.