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La Falda, siempre a mano

La “ciudad serrana” es mucho más que lo que su eslogan promete. Valle de Punilla, tango, alfajores y un entorno natural de ensueño.

Es viernes a la noche y el frío se siente en los huesos. No como exageración ni como ejemplo ilustrado. De verdad, el punto más crudo del invierno se percibe incluso debajo de la piel, en contacto con el esqueleto. Así se vive, de visitante, el fin de semana más helado del año en La Falda, en la parte más alta del Valle de Punilla. Julio entra en su recta final y, por estos días, la ciudad respira al ritmo de una de sus pasiones más destacadas. En su edición número 35, el Festival Nacional del Tango marca el pulso de la localidad durante tres días.

DATOS ÚTILES. Información útil para una escapada a La Falda.

Pasado y presente

A menos de 70 kilómetros de la Ciudad de Córdoba, La Falda emerge en la ruta 38 unos 30 minutos después de cruzar Cosquín, al pie de dos cerros (El Cuadrado y La Banderita) que forman parte del cordón de las Sierras Chicas. En este paraje imponente del valle se emplazó el proyecto del Edén Hotel a fines del siglo XIX. En actividad desde 1898, el ostentoso alojamiento pensado para la aristocracia europea dejó su huella permanente en Punilla y puso la piedra fundamental en la historia de La Falda.

En 1914, y ante la necesidad de generar ingresos, la administración del hotel decidió lotear parte de la estancia donde estaba emplazado. Allí, todavía hoy, los bosques de árboles provenientes del Viejo Continente pueblan la ladera de la montaña y la convierten en un paisaje único. Las primeras construcciones que se edificaron de cara a ese marco son el origen de la ciudad que hoy se extiende hasta más allá de los límites del dique La Falda, del lado oeste de la ruta y con el balneario de las Siete Cascadas como oferta turística central para el verano.

Por el hotel y su mito viviente, La Falda permanece anclada a una referencia centroeuropea que se hace visible en construcciones, nombres de calles y una flora magistral que se entrelaza con el ecosistema serrano. Desde la entrada del hotel, hoy museo y Monumento Histórico Municipal, nace la avenida que se convirtió en arteria principal, una de las de mayor movimiento comercial en toda la zona. Caminar en bajada para la Edén es meterse de lleno en el presente de la pequeña ciudad, pero recorriendo su historia. La Capilla del Sagrado Corazón y el Hostal L’Hirondelle son huellas vivas de una arquitectura extranjera que hoy forma parte de la identidad local.

Fiestas y paseos

Es domingo, el festival de tango vive la previa de su última jornada y en la calle se nota el movimiento. En los bares y las confiterías que se concentran en el centro, desayunos tardíos y bolsas de compras denotan el perfil de la clientela. Lejos de la temporada alta que llega de la mano del verano, durante fines de julio y mediados de octubre la ciudad vive en primera persona el incremento de visitantes y la llegada de trabajadores de otras partes del país. Con 35 ediciones en el caso del festival tanguero y 21 para los festejos dedicados al alfajor, La Falda exhibe con orgullo dos símbolos de su reputación a nivel nacional.

En plan de fin de semana, una buena opción para tener en cuenta es la gama de museos presentes en la ciudad y alrededores. El Ambato, dedicado a la antropología, o el Pierre de Coubertin, que está enfocado en el deporte, amplían la oferta local centrada con fervor en la mística del Hotel Edén. Sin embargo, La Falda tiene su carta maestra en sus alrededores, que pueden conducir hacia el río Grande de Punilla o hacia los distintos miradores (del Cuadrado, Bella Vista, Retiro Bretaña) que se encuentran en la zona. En cada una de esas postales, más allá de la época del año, se encuentra el secreto mejor guardado de esta ciudad serrana. Una pequeña urbe que todavía vive y siente al compás de la naturaleza, el mayor de sus capitales turísticos.