buscar

Estancia La Candelaria a la vista

En el descenso se observa la hermosa imagen de la estancia La Candelaria, en una armónica postal, con el paisaje serrano que la envuelve.
En el descenso se observa la hermosa imagen de la estancia La Candelaria, en una armónica postal, con el paisaje serrano que la envuelve.

Bajamos una cuesta de gran pendiente destruida por las lluvias y tras cruzar un pequeño arroyo, desviamos a Characato y a la Pampa de Olaen.

Con fuerzas renovadas, partimos hacia la estancia La Candelaria. Bajamos una cuesta de gran pendiente destruida por las lluvias y tras cruzar un pequeño arroyo, desviamos a Characato y a la Pampa de Olaen.

En este punto ya habíamos bajado hasta los 1.400 metros y se presentó una trepada exigente, que zigzaguea en la montaña con escombros sueltos.

En el recorrido atravesamos dos hermosos ríos, en uno de los cuales los lugareños extraían lajas de una barranca con barretas y luego vimos los corrales de pircas hechas con lajas.

Llegamos al poblado de La Candelaria; un desvío sobre la izquierda conduce a la escuela y a la estancia jesuítica, que en 2000 fue designada por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad.

En pleno medio día, con sol radiante y a 1.300 metros, sobraba el abrigo. Nos refrescamos con agua de un grifo de la escuela. A la estancia ya la conocíamos, por lo que no lamentamos que estuviera cerrada. Se la observa muy bien conservada, incluso con sanitarios nuevos para los visitantes.

La estancia. La estancia fue construida en 1670 con piedra y adobe, al modo jesuítico. Dicen que ahí se extraía oro, lo que motivaba asedios permanentes, pero en realidad fue un centro agrícola ganadero.

Luego de la foto de reglamento, partimos en busca de la ruta 28 de la cual nos separaban 26 kilómetros de pura subida.

Hasta el paraje llamado Majada de Santiago, se transita por paisaje serrano con monte espinoso y de a poco se recupera la altura perdida. Se trata de un tramo exigente. Hacia el bajo se puede ver el río Candelaria entre las sierras, uno de los pocos de aguas cálidas de Córdoba.
Desde aquí en adelante vuelve la pampa ondulada, nuevamente sin árboles y, en esta ocasión, con viento muy fuerte del nordeste. A lo largo de 16 kilómetros sopló de costado hasta llegar al cruce con la ruta 28, que conduce a Taninga (1.831 metros sobre el nivel del mar).
En este punto hay un refugio para cuando la naturaleza se pone brava. Allí paramos a alimentarnos y a prepararnos mentalmente para enfrentar el viento en contra, en los 26 kilómetros restantes.

Divisábamos el cordón montañoso llamado Cuchilla Nevada. Observando el cordón y un corral de pircas circular sobre la ladera oeste, nos encontramos de nuevo con el camino que habíamos tomado a la mañana a 1.913 metros de altura. Cerramos así el círculo imaginario que describen las rutas.

En la línea de llegada. Cerca del atardecer ya estábamos de regreso en el campamento, después de reco­rrer 90 kilómetros y de superar
un desnivel de 2.100 metros en total.

El viento hizo bajar la temperatura, pero igual nos dimos un chapuzón en el agua helada. Compartimos con los demás visitantes las impresiones del día mientras disfrutamos de una rica picada.

Con el cansancio, le dimos la bienvenida a la noche para descansar en medio del silencio. Cerca de las cinco de la mañana, las gotas comenzaron a golpear la carpa lentamente, sonaban como una canción de cuna. A las 8 levantamos campamento y protegidos de la fuerte tormenta en el comedor del parador, disfrutamos de una mateada con los amigos ocasionales.