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Entre santos y difuntos

Basílica Santo Domingo, uno de los templos que tienen una cripta interior.
Basílica Santo Domingo, uno de los templos que tienen una cripta interior.

Ayer el catolicismo conmemoró el Día de Todos los Santos y hoy el de los Fieles Difuntos. La Dirección Municipal de Turismo ofrece visitas guiadas al cementerio San Jerónimo y a la cripta de Santo Domingo, que revelan el cambio de las costumbres.

Existen en el mundo innumerables manifestaciones culturales relacionadas al nacimiento y a la muerte, consideradas por la antropología como ritos de paso que tienen lugar en el ciclo de la vida.

Si bien hay ritos que desaparecen con el tiempo, la costumbre ritual suele modificarse para mantenerse vigente en otras.

A diferencia de varios años atrás, ambas fechas en la actualidad son laborables, pero todavía se mantiene la costumbre de visitar iglesias y cementerios para recordar a los seres queridos.

Entre las costumbres funerarias, los modos de enterramiento y culto de los muertos también ha variado en la historia y siempre han guardado relación con el estatus social, de manera que los sistemas jerárquicos que sostienen de algún modo a las culturas, se mantienen aún en el momento de la muerte. Así fue como occidente heredó de griegos y romanos las pompas fúnebres, gigantescas, destinadas a guerreros y sacerdotes, y pequeñas y sencillas, entre la plebe.

En el cristianismo, la muerte es un pasaje y una espera de la definitiva resurrección para despertar a una vida eterna. Es por esto que los cristianos mantienen vivo el recuerdo de sus difuntos, a la espera de una reunión definitiva en una misma vida sin fin.

Los aborígenes americanos utilizaron urnas funerarias para depositar los restos, como forma de demostración social de respeto y consideración por quien acababa de morir. El ritual comprendía también una vestimenta y una tumba especial destinadas a quien fue en vida la persona en cuestión. En algunas culturas se realizaba un enterramiento secundario, es decir, en lugar del cuerpo, se colocaban los huesos en urnas cerámicas.

A la llegada de los españoles, los habitantes originarios del norte utilizaban la alfarería para la construcción de esas urnas funerarias. Algunos enterramientos muestran especies de tumbas construidas con rectángulos de piedra puestas alrededor de los cuerpos, junto a sus objetos personales y hasta algunos animales sacrificados.

La disposición del cuerpo era primordial: se los colocaba en posición fetal, pero con especial cuidado para que el cuerpo mantuviera una orientación este-oeste.

La concepción del alma era el eje de su cosmovisión y por tal motivo, el culto a los antepasados los llevó a construir monumentos monolíticos de piedra.

Numerosos hallazgos arqueológicos revelaron que los comechingones, en la provincia de Córdoba, también tuvieron por costumbre enterrar a sus muertos acurrucados en posición fetal, sólo que lo hacían directamente en los fondos de sus propias viviendas.

Cambio de hábitos

Con el arribo de las distintas órdenes religiosas y la evangelización de los pueblos originarios, hubo también un cambio en los modos de concebir la muerte, aproximándose las tradiciones consideradas paganas a las cristianas.

Era costumbre inhumar los cuerpos en iglesias y tierras próximas a los templos, para que los difuntos participaran de las virtudes de los santos.

Entre los antiguos sacerdotes de las órdenes religiosas de Córdoba, fue común enterrar a sus muertos dentro de las criptas. Los cuerpos no se disponían directamente sobre tierra, sino que eran preservados en nichos.

En algunos casos, como en la basílica Santo Domingo, la cripta se hallaba dentro.

Entre fines del siglo XVIII y principios del 19, la ciudad ya se había extendido y las necesidades sanitarias prevalecieron sobre las religiosas.

Ese fue el motivo de sacar a los muertos de las ciudades y así surgieron los cementerios. Para ello se destinaron áreas urbanas extramuros, como el predio del cementerio San Jerónimo, construido en un terreno aledaño al área urbanizada donde habitaban los aborígenes de El Pueblito y donde se hallaba también un atrio que posteriormente, se transformaría en capilla.

Los carros fúnebres aparecieron en el país recién en 1822. En 1868, el por entonces presidente Domingo Sarmiento reglamentó el uso de los cementerios.

Los camposantos mantuvieron la relación entre la muerte y el estatus social, materializada en la existencia de pequeñas tumbas con lápida y cruz por una parte y por la otra, monumentales panteones familiares, algunos de inmenso valor arquitectónico o artístico.

Como no podía ser de otra manera, Córdoba tuvo su rasgo distintivo y sobresaliente: un espacio, ubicado dentro del Cementerio San Jerónimo, destinado al enterramiento de personas no católicas que se conoció como Cementerio de Disidentes.

Lo que hay que saber

Visita. Cripta del enterratorio de la basílica Santo Domingo.

Cuándo: martes 4 a las 10 y jueves 6 a las 11.

Partida: Atrio de la basílica Santo Domingo.

Recorrido: Atrio de la iglesia, ingreso a la cripta del enterratorio.

Costo: gratuito

Visita. Cementerio San Jerónimo.

Cuándo: martes 11 y 18 a las 10.

Partida: hall del cementerio San Jerónimo.

Recorrido: interior del cementerio, recorrido tradicional.

Costo: gratuito.

Visita. Cementerio de los Disidentes.

Cuándo: jueves 13 y 20 a las 10.

Partida: hall del cementerio San Jerónimo.

Recorrido: Interior del cementerio, científicos de finales de 1800.

Costo: gratuito.