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El regreso del cóndor

En la quebrada del Yatán, la distancia se mide en tiempo y no en kilómetros.

El Yatán es uno de esos lugares en que la distancia para llegar no se mide en kilómetros sino en tiempo. Así, es posible que le digan que determinado lugar “está a un día, o a tantas horas de marcha”. Eso sí, hay que tener cuidado, porque si lo dice un serrano, seguramente se refiere al tiempo que demanda el trayecto a caballo. Si es un mochilero, hay que medirlo en una caminata.

La sugerencia es salir temprano de la Ciudad de Córdoba, para aprovechar la jornada. Una vez arribados a La Cumbrecita, comienza la caminata que terminará al atardecer, luego de unas seis horas de marcha.

El sendero, en permanente ascenso, deja pronto el paisaje tan europeo con bosques de pinos, para volverse rústico y serrano. A mitad de la subida aparece el  particular Puesto Rosales, donde conviene descansar y almorzar, antes de acometer el siguiente tramo en búsqueda de la Pampa de Achala.

Una vez arriba, se avanza más tranquilo a través de continuas lomadas con el fin de alcanzar el lugar donde se acampará, en Paso de Garay o en algún puesto abandonado, rodeado de árboles de mimbre que manos desconocidas plantaron hace mucho tiempo.

Al día siguiente, una corta caminata (más de una hora) lleva a descubrir una de las zonas más hermosas y espectaculares que brindan las Sierras Grandes.

Con la mochila a la espalda. La Pampa de Achala, luego de extenderse por kilómetros desde su inicio en Los Gigantes, pareciera querer culminar su recorrido en un paisaje salvaje y majestuoso, como los es la quebrada del Yatán.

Bien abajo, el río del mismo nombre se muestra inaccesible con sus aguas encajonadas entre las rocas y un tumultuoso descenso en forma de cascadas, rodeado de abruptas laderas tapizadas de pajonales, tabaquillos y maitenes. El verde de la vegetación reina en la quebrada, mientras allá lejos se distingue el valle de Calamuchita, pintado con sus característicos lagos.

En esa inmensidad, el cóndor  tiene su hábitat en la quebrada del Condorito y se lo observa surcar los cielos del Yatán.                                                                                           Es un vuelo alto y sereno, sin mover las alas, vigilante siempre del infinito y que otorga al espíritu de quienes lo contemplan ansias de eternidad y libertad.

Paso de Garay. Cerca del Yatán, en un solitario paraje conocido como Paso de Garay, aparecen humildes unas viviendas y un oratorio. Con una campana que ya no llama a misa, recuerda los tiempos en que  estaba  poblado y justificaba la escuela abierta.

La escuela; el oratorio, dedicado a la Virgen de las Mercedes (llegó a congregar hasta 1.000 personas en las novenas); más  lejos un cementerio, todo construido por el padre José Buteler con la ayuda de los serranos, quienes gustosos donaron de lo poco que tenían para que dichas obras pudieran concretarse. Pero hoy casi nadie habita esos lugares y sólo  los mochileros o los  pescadores al pasar se acercan curiosos a contemplar esos solitarios parajes.

Sembrador de capillas. El padre Buteler sembró de capillas las sierras durante su apostolado, cuando partía desde Alta Gracia por caminos de tierra en un Ford T, con los lugares más lejanos y escarpados de las montañas de Córdoba como meta, en su vocación de abarcar a los lejanos feligreses.

El mismo padre Buteler describe otro modo de llegar a Paso de Garay en su libro autobiográfico La Cruz en las Sierras Grandes. Según ese relato, la primera misa se realizó en la vivienda de don Ramón Olmedo, el 22 de noviembre de 1935.

Para ello, partieron desde Alta Gracia a las 8, pasaron por la Cañada del Tala y Potrero de Garay y, cerca de mediodía, estaban en Loma Alta, donde los esperaban con caballos.

A las 17 iniciaron el ascenso de la Cuesta de Iata; a la mitad, cruzaron el arroyo del Finado Chico, y al final de la cuesta, luego de un total de cinco horas a caballo, llegaron al Cerrito Blanco, para luego comenzar el descenso hacia el destino final en la casa de Ramón Olmedo.

Con un paisaje  cercado por las altas montañas, hacia el oeste el cerro Grande y hacia el norte el cerro del Plomo, se organizó  por primera vez una novena,  nueve días de oración.

La ceremonia concentró tanta gente que debieron hacer más  hostias. Para ello, utilizaron las planchas de los dueños de la vivienda.
Después de este acontecimiento, surgieron numerosos pedidos de otros lugares a los que casi nunca iban sacerdotes, como Corral de Ceballos o el  Champaquí, para que los visitaran.

Los serranos solicitaron otros oratorios y capillas y el sacerdote puso manos a la obra. Al cabo de su vida religiosa sembró templos en la montaña y en la llanura, como en Paso de Garay, en 1936; Loma Alta, en 1938;   Oratorio de San José, al pie del  Champaquí, en 1940, y también en Rafael García, Despeñaderos, Monte Ralo y La Serranita, en 1943. También lo hizo en Anisacate (1944) y en Lozada.

En otros parajes aprovechó viejas construcciones y las restauró, tal el caso de las capillas de Falda del Carmen, Cosme, San Antonio y quizás alguna más por allí.

Sus restos descansan frente  a la iglesia de La Merced, al lado de la estancia jesuítica de Alta Gracia.

Cómo llegar

Desde la Ciudad de Córdoba, por la ruta provincial 5 hasta Villa General Belgrano y desde allí a La Cumbrecita: 118 kilómetros.
De La Cumbrecita a Quebrada del Yatán: de seis a siete horas de caminata.