El arte ligado a la Iglesia

El Museo de Arte Religioso Juan de Tejeda, reconocido internacionalmente, reabre para Semana Santa con nuevas salas de exposición que ofrecen una mirada retrospectiva de cuatro siglos.

En el año en que se cumple el 410° aniversario del natalicio del primer poeta argentino, Luis de Tejeda, descendiente de una tradicional familia de tiempos de la Córdoba colonial, se reabre mañana el Museo Juan de Tejeda. Nuevas salas de exposición, entre ellas, aquella en la que nació el poeta, primogénito del matrimonio de Juan de Tejeda y Ana María Guzmán.

La tradicional familia colonial donó su casa, originalmente ubicada donde hoy está el Monasterio de las Carmelitas Descalzas de San José, para fundar una casa conventual para cumplir una promesa hecha a Santa Teresa de Jesús, a quien le dedicaron el altar principal.

El convento de clausura fue fundado oficialmente en 1628 y en la actualidad es el segundo más antiguo de Argentina. Las construcciones de esa manzana fueron modificadas a mediados del siglo XVIII y los trabajos realizados quedaron documentados a través de diversas fechas inscriptas en los muros, una muy notable se mantiene en el antiguo portal de ingreso al convento, hoy puerta principal.

Resguardo del patrimonio

El Museo Tejeda a través de sus salas propone un recorrido por las manifestaciones del arte ligadas a la Iglesia. A partir de mañana el espacio podrá ser visitado de lunes a viernes de 9 a 13 y toda la colección será exhibida de manera de volver visibles a los hombres y mujeres que interactuaron con los objetos que se presentan, desde la creación, producción, usos y simbolismo de la fe.

La primera sala recibe al público con una inmensa imagen de la Virgen del Carmen, y comienza a presentar la vida de clausura de las carmelitas, con su locutorio y torno, donde los familiares de las monjas una vez al mes podían visitarlas, pero siempre tras una reja y en presencia de otra religiosa, testigo de la charla. El torno a su vez permitía el ingreso o egreso de elementos o productos desde y hacia el monasterio.

Objetos de imaginería, pintura, platería, textiles, y muchos objetos más se muestran en vitrinas y hornacinas, muchos de ellos pertenecientes al tesoro de la Catedral de la ciudad. Las familias cordobesas, muy tradicionales y religiosas, tenían en sus viviendas, muchas imágenes para entrar en contacto con Dios. Por lo tanto, el museo habla también de la fe como práctica cotidiana a través de altares personales, fanales, misales y pequeñas artesanías que usaron los cordobeses en el pasado.

El patio colonial merece un párrafo aparte, como testimonio del diseño constructivo en las colonias americanas y como símbolo de una casa conventual, congrega a su alrededor las habitaciones de las monjas, denominadas “celdas”; la sala capitular, el locutorio y la antigua portería, todos con muros de calicanto (canto rodado unido con argamasa de cal y arena).

Las galerías de pilares con arcos de medio punto y pisos de baldosas coloniales originales completan la imagen junto a pequeños espacios donde crecen árboles frutales (granadas, limones, naranjas) y plantas decorativas.