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Con fisonomía virreinal

Entre las ruinas de la antigua capilla, emerge la cúpula del Santuario Mariano Diocesano, en impecable estado. Un placer observar el patrimonio histórico tan bien preservado.
Entre las ruinas de la antigua capilla, emerge la cúpula del Santuario Mariano Diocesano, en impecable estado. Un placer observar el patrimonio histórico tan bien preservado.

La profunda fe tulumbana se manifiesta en el Santuario Mariano Diocesano.

La profunda fe tulumbana se manifiesta en el Santuario Mariano Diocesano. Situado en el corazón de la villa, parece regir con sus imponentes muros y torres los destinos del tranquilo pueblo norteño.

Tanto para la confección del acta para la construcción del templo como para la colocación de la piedra fundamental el protagonista fue fray Mamerto Esquiú. La edificación comenzó en 1882 y una década después se culminó.

En el interior se preservan importantes piezas de valor histórico y artístico tales como la tricentenaria imagen de la patrona de la villa; el Cristo articulado de rostro mestizo, una imagen de la Virgen Dolorosa, y el famoso tabernáculo.

Consta de una única nave con crucero remarcado por una cúpula. Los diseños fueron realizados por el arquitecto Ángel Mauret.

En el costado sur del templo se levantó un monolito en homenaje a Esquiú, bajo del tala secular donde el obispo enseñó el catecismo a la feligresía.

Tabernáculo. La devoción de los tulumbanos tuvo extraordinarias manifestaciones pero quizá el más referencial fue en ocasión de la colecta realizada con el fin de construir el nuevo altar de la Catedral de Córdoba en 1803.

Por aquellos tiempos los vecinos de Villa Tulumba fueron los que aportaron mayor cantidad de piezas de plata y joyas, lo que les valió la entrega del tabernáculo original, totalmente tallado en madera por los aborígenes de las misiones jesuíticas del Paraguay. Tallado en madera de cedro paraguayo y policromado es considerado una obra maestra del arte barroco.

Perteneció a la Compañía de Jesús, de allí paso a la Catedral de Córdoba por disposición de la Junta de Temporalidades hasta 1803, fecha en que el Cabildo Eclesiástico dispuso reemplazar el altar de la iglesia mayor.

En virtud de la gran contribución de Tulumba el antiguo tabernáculo fue colocado en la iglesia norteña.

En esta verdadera joya de arte se destacan el sagrario, con el monograma de la Compañía de Jesús, los ángeles con sus rostros europeos y mestizos y sus columnas salomónicas que rematan en capiteles corintios y la sagrada custodia, al centro.

La imagen de Nuestra Señora del Rosario de Tulumba es una talla del siglo XVII. Es de las llamadas “de vestir” y tiene al Niño Jesús en sus brazos. Tiene un cetro y corona de plata y los rostros y manos son de madera bellamente estucada.

En el centro histórico de la villa se encuentran las ruinas de la vieja capilla que fue construida por don Antonio de Ataide, primer poblador de la comarca en las postrimerías del siglo XVII, en honor a la Virgen del Rosario.

Caminatas por la villa. Uno de los lugares recomendados para conocer en la villa es la casa de los Reynafé. Se trata de un antiguo solar que perteneció a la familia Reynafé, mucho de cuyos miembros tuvieron gran protagonismo en la vida política cordobesa. Sin embargo, la historia no los favorece por haberlos responsabilizado de la emboscada en Barranca Yaco en la que murió el caudillo Facundo Quiroga y su comitiva.

La casona la hizo construir Vicente Reynafé, por entonces gobernador de la provincia de Córdoba. En la actualidad se encuentra en manos privadas en muy buen estado de conservación.

Otro lugar sugerido es la casona familiar del padre Hernán Benítez. La antigua casa guarda entre sus muros parte de la infancia del sacerdote quien pasó allí sus vacaciones. El sacerdote adquirió notoriedad “por haber sido asesor de la Fundación y director espiritual de Eva Perón”, según él gustaba decir.

Cada 3 de febrero se hace en el Cristo de los Granaderos, primer monumento de carácter religioso levantado en el país en honor a los granaderos del Regimiento a Caballo del general San Martín caídos en el Combate de San Lorenzo, un homenaje con la participación de ese cuerpo. Se encuentra en uno de los contrafuertes que domina el valle de Tulumba en toda su magnitud.

A unos cinco kilómetros al este del pueblo se encuentra la ermita de la Virgen Madre del Cerro, considerado el primer monumento nacional levantado en homenaje a las madres de los próceres nacionales.

Consta de una talla de un solo bloque de piedra, obra del escultor Bernardo Bouts que fue donada por Armando Zavala Sáenz.