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Bohemia y naturaleza en San Marcos Sierras

Un destino para impregnarse de armonía y aire puro. Un pueblo multicultural al que también llegan personas para darle un giro a su vida.

Algo une a muchas personas en el que bien podría definirse como el pueblo más dulce de Córdoba. Algo más que productos orgánicos y artesanías. “Lo dejo todo y me voy”, dijeron alguna vez. Y ahí están, en San Marcos Sierras. Los que llegaron, sumados a los lugareños; todos conviviendo bajo una especie de código compartido al que se suman los viajeros.

Muchos pros y pocos antis. Entre los primeros: vida slow, bicicletas, termo y mate, besos con ruido, abrazos con ganas, niños “sueltos” jugando y otras tantas cosas que respetan lo ecológico y lo no ostentoso. Los segundos son menos: anticonsumo, antiquímicos y, en menor escala, anticarne. Eso sí, nadie puede (ni debe) sentirse excluido; hay lugar para todos.

DATOS ÚTILES. Información útil para una escapada a San Marcos Sierras.

Se trata de un destino especial y particular, sabroso como miel, que se sustenta en su principio multicultural y de protección a la naturaleza, caracterizado por calles de tierra con baja contaminación lumínica que permiten apreciar, sin reflejos, las noches estrelladas.

Llegar a este bohemio y entrañable pueblo de las sierras del Valle de Punilla, custodiado desde lo alto por el Cerro de la Cruz y el cerro Alfa, es sentir cómo todo está atravesado por una mirada diferente y apasionada sobre las cosas y el entorno. Por eso, desandar sus callecitas permite tomar distancia del agobio urbano y acercarse a una filosofía de vida distinta, con un aura de misticismo, más cercana a las costumbres alternativas y la vida intraterrena.

Todo gira en torno de la plaza central, rodeada de coloridos barcitos y la feria artesanal. A una cuadra está el río San Marcos, con su quebrada que ostenta pureza natural y con márgenes que ofrecen espacios para tomar unos mates, disfrutar del sol y que los más pequeños se puedan recrear. Caminando por su orilla pueden encontrarse algunos ejemplares de morteros que realizaron en la piedra los comechingones que habitaban el lugar.

Una particularidad de San Marcos es el primer Museo Hippie del mundo, a dos kilómetros de su núcleo. Se trata de una casa construida en los ’70, con forma de hongo, que exhibe una colección de objetos relacionados con ese fenómeno social.

Pero, con el calor a cuestas, nada mejor que ir hasta los parajes ubicados a cuatro kilómetros del pueblo para refrescarse en el cristalino río Quilpo, ese que nace en Los Gigantes y no pasa por ningún poblado. A saber: hay tres balnearios principales por donde se puede acceder, con instalaciones sanitarias básicas, lugar para camping, parrillas y algunas despensas con provisiones. Dos son privados y uno, municipal.

Al aire libre

Una excelente opción para comenzar el día es pedalear por los túneles vegetales, hermosos callejones arbolados, entre algarrobos, quebrachos colorados, álamos, mistoles y más, con copas que se unen en la altura y que a su paso permiten visitar viviendas de artesanos y productores que hacen y exhiben lo que los apasiona.

Los locales también recomiendan no pasar por alto la caminata auto guiada y sin dificultades hasta el Cerro de la Cruz, ícono del lugar y por donde sale el sol. Desde lo alto, la panorámica incluye hasta el espejo de agua del dique de Cruz del Eje. Tampoco hay que olvidarse de hacer una visita a la más alejada Casa de Piedra, un monumento arqueológico de interés cultural que definen como un lugar sagrado y centro energético.

Entre todo esto y mucho más, para las noches veraniegas de enero, el municipio tiene armada una grilla con distintos espectáculos de lunes a lunes en torno de la plaza Cacique Tulián. Y, sobre una de sus esquinas, reluce siempre la Feria de Artesanos, con exposiciones de artesanías con técnicas aborígenes y arte genuino sobre distintos materiales.