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Viajar en el asiento de atrás

Taxis, otros vehículos con chofer y hasta limusinas con frigobar: todos tenemos algún tipo de experiencia con asientos traseros.

De las cuatro mil doscientas quince páginas divididas en siete tomos que componen En busca del tiempo perdido, apenas cuarenta le bastaron a Marcel Proust para asegurarse la vida eterna. Veinte folios a doble carilla en los que detalla la sensación que le producían los bocaditos de magdalenas que su tía mojaba en té antes de dárselos en la boca. Dispongo de ochocientas palabras para un intento de viaje en el tiempo, así que seré breve. He visto partes del mundo desde el cockpit de un avión. El paisaje no difiere mucho del que muestran las ventanillas en la cabina de pasajeros, pero las palancas, las pantallas y los cuadrantes con sus agujas y perillas provocan un hormigueo en las manos. Uno siente ganas de tomar el lugar del piloto. Aquella vieja sensación del niño asomado entre las butacas de un auto familiar se apodera del adulto. Dura un par de segundos, el tiempo que tarda un relámpago en partir el cielo, y no alcanzarían las columnas de este suplemento para poner en negro sobre blanco las imágenes producidas por ese fogonazo. El cerebro es la máquina de montaje de películas perfecta y Proust fue uno de los mejores en poner en papel los caprichos cinematográficos de la conciencia y la memoria. El lector ha viajado en taxis, otros vehículos con chofer y tal vez hasta en limusinas con frigobar. Todos tenemos algún tipo de experiencia con asientos traseros a diario. Hace unos meses, después de muchos años, hice un viaje en auto con mis padres y decidí volver al asiento de atrás. Nota: me quedan poco más de quinientas palabras. Se atribuye a Proust la observación de que un viaje de descubrimiento exige de nuevos ojos más que de nuevas tierras. En física cuántica, un momentum es la confluencia de vectores espacio-tiempo que fijan la posición-duración desde la cual un observador puede estar frente a-ver-sentir-estar incluido en un evento determinado en condiciones específicas de velocidad-intensidad lumínica. No se puede explicar la cuántica en criollo. Dicen los que saben que sólo se la puede explicar si no se la entiende. Por eso, los que sabemos nada de ciencia nos hemos inventado la fe, y yo creo en el olfato como la herramienta más confiable de mi memoria. Por un instante de aquella travesía creí recuperar la mezcla de fragancia para bebé y colonia de pino de un aromatizante para autos muy popular hacia finales de los setenta. Dejé de contar vacas para cerrar mis ojos y así tratar de regresar a mis dedos la sensación que me producía la bolsita de terciopelo con forma de pera aplastada y rellena de talco pero no lo logré. Pude comprobar que en los autos de ahora los vidrios no se empañan tanto, que los dibujos no duran más que un par de segundos y que el cuerpo de un hombre de cuarenta y tantos le queda grande a cualquier asiento trasero. Tuve que doblarme para sentir el tapizado de la puerta a través de mis medias mientras buscaba formas en las nubes por la otra ventanilla. El tiempo en el asiento de atrás es curvo como los cables que cuelgan de un poste a otro y no una ilusión a escuadra como el horizonte o los alambrados. La ruta era la misma de tantos viajes pero la mirada y el momento eran otros. Fotos escritas: el hombre que maneja es el mismo que conducía a finales de los setenta y no. La mujer que lo acompaña es la misma que me llevó en su vientre durante siete meses y no. Este hombre de cuarenta y tantos que se desplaza hacia alguna parte, mientras su memoria remonta el río de su vida, será el mismo al descender en alguna estación de servicio y no. Juro por mis tres hijos que al detenernos a cargar combustible no me encapriché con esas golosinas que traen juguetes o esos autitos que se canjean por puntos. Recomiendo a los que todavía tienen padres con carnet de conductor que vivan la experiencia. Pido disculpas a los que ya no los tienen. Una de las supersticiones más extendidas en estos tiempos nos hace creer que una imagen captura un momento. La foto de mis viejos está puesta sólo para que ellos se vean en el diario. Como yo los vi desde el asiento de atrás.