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Una escapada a Misiones, más allá de las cataratas

Los caminos de Misiones. Foto: Candelaria Panadero
Los caminos de Misiones. Foto: Candelaria Panadero

Aunque la maravilla misionera es el gran atractivo de la provincia, hay muchísimas otras opciones para descubrir. 

Aunque parece que la fascinación llega a su tope después de emocionarse frente a la Garganta del Diablo o de sentir rugir el corazón con los más de 200 saltos de las Cataratas del Iguazú, Misiones no conoce de límites, si de asombro se trata.

Es larga la lista de actividades para complementar la incomparable maravilla del mundo, y destacamos algunas para aprovechar si la visita misionera es de pocos días.

Moconá, la tierra de los saltos sorprendentes

Al ingresar a la última provincia de la Mesopotamia argentina, la belleza comienza a desbordar por la ventanilla. Es imposible memorizar todos los verdes que se pintan al lado de la ruta, y es impensable que el color de la esperanza tuviera tantos matices. La tierra roja, típica de estas latitudes arcillosas, contrasta con la vegetación, parece una ilustración utópica. Y la lluvia, intermitente y fugaz, se empecina en pulir cada pieza de la escena.

¿Qué hacer en Misiones?

Sobre la RN14, a pocos kilómetros de Aristóbulo del Valle, se encuentra el ingreso al Salto Encantado. No podía tener otro nombre, hipnotiza a primera vista con sus 64 metros de caída libre.

Y como todo lugar de fantasía tiene su leyenda detrás. Cuentan las buenas lenguas que la zona estaba habitada por dos tribus guaraníes, enemigas entre sí. En una jornada de cacería, la hija de uno de los caciques y el hijo del otro cruzaron miradas y se enamoraron profundamente. Los padres, furiosos y llenos de odio, iniciaron una gran batalla.

Durante la pelea, la bella enamorada Yate-í (dulce), al ver morir a su padre lloró, y sus lágrimas al tocar el suelo se transformaron en pequeños hilos de agua. Cabure-í (pequeño búho), el enamorado, corrió hacia ella para compartir su dolor.

En ese instante, cientos de flechas los abatieron. Tupá (dios de la naturaleza) hizo que de las lágrimas de la joven se formara un arroyo y con truenos y rayos se abriera la tierra, cobijando a los enamorados fallecidos. Las aguas del arroyo cayeron formando el famoso salto.

En memoria de sus dos hijos las tribus jamás volvieron a pelear.

La belleza del lugar es digna de semejante leyenda. Recorrerlo y sentirse parte del todo es muy sencillo. A través de varios senderos de un deck, se puede descubrir este parque provincial sin dificultad alguna, logrando increíbles vistas panorámicas de la selva mientras se observa el Salto desde diferentes ángulos.

Luego están los caminos de mayor dificultad, agrestes y sin barandales, y el acceso depende de las condiciones climáticas.

Puerto Iguazú

Siguiendo por la RN14, no pueden faltar los mates con una buena yerba misionera, claro. Al pasar la Ruta Provincial 20 es posible embelesarse con el paisaje hasta tomar la 17 y volver a la RN12 para llegar a destino.

Puerto Iguazú es sinónimo de Cataratas, y nadie lo puede contradecir. Es el mayor atractivo de la zona y tiene con qué ganarse el puesto. Sin embargo, el pequeño poblado custodiado por los ríos Iguazú y Paraná tiene varios recovecos que completan ese podio.

Para empezar a inmiscuirse en la cultura guaraní, un recorrido por la Selva Reserva Yryapú es el mejor plan. Ubicada a pocos metros del centro de Puerto Iguazú, las comunidades que habitan reciben sonrientes a los nuevos visitantes: Ita Poty, Tupã Mba’e, Jachy Porã e Yryapú, todas dispuestas a que conozcan su día a día en medio de una selva casi en pleno centro urbano.

El azar propuso a Jachy Porã que significa “luna nueva” en guaraní. Bernardo, hincha apasionado de Boca Juniors, es el encargado de dar el paseo y explicar un poco la historia, las costumbres y las dificultades de su comunidad y la Reserva.

Acompañados de algunos de sus sobrinos y los infaltables mosquitos, en pocos minutos la tupida vegetación se abre paso, mientras los pequeños guías relatan que Jachy Porã está conformada por 40 familias organizadas en aldeas y viven allí desde 1994.

La vida en la selva transcurre en slow motion, a pesar de que la ciudad avanza rebalsando los iniciales límites. “Nos tenemos que ir aggiornando a las nuevas modalidades y contactos urbanos”, reflexiona Bernardo. De igual manera, el tiempo en Yryapú usa otro reloj.

Su comunidad, como las otras tres, cuenta con un cacique, sus asistentes y un chamán. A pesar de ser independientes, existe una simbiosis y reciprocidad entre las cuatro para hacer frente a los tópicos cotidianos.

Cada colectivo dispone de un templo, donde trabaja el chamán, y una escuela a la que acuden los niños. De un tiempo para acá, el esfuerzo de estos pueblos está en que los alumnos aprendan cuatro idiomas: guaraní, español, portugués e inglés. Obtener herramientas para desenvolverse fuera de la Reserva, es el objetivo.

Bernardo heredó la mirada profunda de su mamá, Isidora. Hoy, la abuela de más de 30 nietos es la encargada de elaborar artesanías, la base de su economía. Otros integrantes son autorizados a trabajar en la ciudad para aportar al sustento y crecimiento de las familias, en tanto algunos son los encargados de realizar los tours al corazón de la selva.

Hace algunos años, emprendimientos hoteleros de alta categoría llegaron a la reserva y, obvio, esto no fue ajeno para las comunidades. Si bien les ha sido redituable en cuanto al caudal turístico, fue mucha la invasión a sus vidas y ambiente, modificándolos drásticamente.

Luego de las despedidas, risas y de las incontables picaduras de mosquitos, el recorrido sigue por la costanera de Puerto Iguazú. Tras una caminata de dos kilómetros, se llega a un lugar clave de la ciudad: el Hito Tres Fronteras. Como su nombre lo indica, desde esta esquina terrestre se pueden observar los dos países vecinos y, lo más alucinante, la unión del Río Iguazú -frontera con Brasil- con el Paraná -límite con Paraguay-. El color amarronado del Iguazú salpicando el azul petróleo del Paraná, la conjunción de los cauces, parece dibujado con un pincel a mano alzada.

Casa de las Botellas

La siguiente jornada es más educativa cuando Alfredo da la bienvenida a La Casa de las Botellas.

Estar en medio de la naturaleza permite comprender lo importante que es impactar lo menos posible en ella, y este proyecto es el indicado para empaparse del tema.

Alfredo es un pionero en esta nueva forma de construcción que comenzó en medio de la gran crisis económica de la Argentina. Transcurría el año 2001 y su familia, como tantas otras, cayó en la pobreza extrema, obligándolo a buscar en la basura algo que vender para poder comer.

Por el capricho de su hija de 3 años en tener una casita de árbol, se le ocurrió fabricarla de material reciclado. Tras varias pruebas y fracasos logró terminarla. Con el pasar del tiempo fue mejorando, e incorporó envases de tetrapack y otros elementos, obteniendo una construcción firme y segura.

Para Alfredo, es perfecta para sustituir los precarios y peligrosos hogares de cartón, chapa y bolsas de nylon que suelen levantarse en las periferias de las ciudades.

De regreso a casa, el paso es por Posadas. La reluciente capital invita a disfrutar de unos mates en la costanera, hacer unas compras en alguna de las tantas ferias y contemplar el puente internacional sobre el Paraná, mientras Paraguay custodia desde atrás.

Misiones merece más de cinco días e incontables hojas para describirla. Esta es una pequeña guía para comenzar la visita.

Datos útiles

Parque. El ingreso al parque cuesta para residentes nacionales y para el público en general. El complejo cuenta con un kiosco, baños y un restaurante de comidas típicas. El Salto Encantado es una previa imperdible en el camino hacia Puerto Iguazú.

Las Tres Fronteras. De viernes a domingo, en la plaza Hito Tres Fronteras, a las 19 comienza un show de aguas danzantes.

La Casa de las botellas. La entrada tiene un valor de . Un dinero invertido en educación y sustentabilidad.