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Una aventura en familia: fue de Merlo a Córdoba en bici con su hija de dos años

La travesía de Pedro y Alma Strelin duró tres días. Para hacerla, Pedro adaptó su bicicleta con una silla para bebé, almohadón y hasta soporte para una laptop. “Lo más lindo del viaje fue que lo hicimos juntos”, dijo el papá.

A Padro Strelin, oriundo de Carpintería (una localidad pegada a la ciudad de Merlo), le gustan los viajes únicos. Por eso decidió unir Merlo con Córdoba capital en bici acompañado por Alma, su hija de dos años.

Aclaración: el hombre no es ningún improvisado a la hora de planear sus travesías. Además tenía en claro que, en este caso, debía analizar cada variable y prever las complicaciones que podían presentarse para que todo saliera bien.

Uno de los primeros aspectos que tuvo en cuenta fue el clima. Para proteger a la bebé, hizo el recorrido del 17 al 20 de septiembre, cuando los días no eran tan calurosos. También chequeó el pronóstico y visitó el sitio windguru, para saber si iba a tener "al dios del viento" a favor.

Otro paso fue adaptar la bicicleta a las comodidades de la nena. Por cuestiones de seguridad y de contacto, eligió la silla para bebé que va delante del que maneja y la amortiguó con un colchoncito. Para cuidarla del sol, incorporó una sombrilla de un cochecito viejo. ¿El plus? Con caños de polipropileno enroscados creó una especie de mesa para colocar una computadora donde Alma veía dibujitos y, cuando la nena tenía sueño, ponía un almohadón encima de la laptop para que se acostara sobre él.

Si bien habían realizado pruebas previas de dos o tres horas para ver cómo respondía la bebé a los viajes en bici, la consigna era que, si llegaba a surgir una complicación durante el viaje o Alma manifestaba disgusto por algo, pegarían la vuelta en remis o en colectivo. Por suerte, nada de eso ocurrió.

“Mis amigos decían que estaba loco por querer hacer un viaje de este tipo con una bebé tan pequeña. Pero yo creo que hace falta una cordura extrema para planificar racionalmente un viaje como este y que salga bien”, contó Pedro a Voy de Viaje.

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El día a día

Partieron de Merlo y atravesaron el Camino de la Costa, que recorre pueblitos del Valle de Traslasierra como Cruz de Caña, Quebracho Ladeado, Las Chacras, La Paz, Loma Bola, San Javier y Los Hornillos, entre otros. Un poco antes de llegar a Mina Clavero cruzaron por el Camino de las Altas Cumbres hasta Carlos Paz, y desde ahí tomaron la colectora de la autopista Carlos Paz-Córdoba hasta la ciudad capital, donde terminó el viaje.

Fueron tres jornadas de nueve horas cada una. El recorrido diario arrancaba cuando Alma se despertaba. Desayunaban y después Pedro armaba la bici, compraba las provisiones para el camino y las colocaba en una alforja.

“Durante el día intercambiábamos impresiones de lo que íbamos viendo. A Alma le gustan mucho los animales de granja y en el Camino de la Costa abundan. En otros momentos ella iba viendo sus dibujitos y después hacíamos paradas de rigor para que tomara agua o hiciera sus necesidades”, explicó el papá. Finalmente pasaban la noche en algún alojamiento. ¿Las comidas? Durante el día eran “un poco desordenadas” y a la noche, ya instalados, hacían una cena fuerte.

“En todas las paradas nos encontrábamos con gente sorprendida y llena de ternura por Alma. Que un papá con una bebé hicieran un viaje tan largo y tan equipado llamaba mucho la atención”, contó Pedro.

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Un trabajo en equipo

“Lo más lindo del viaje fue que lo vivimos juntos, a apenas 30 centímetros el uno del otro. Alma aprendió lo feliz que me ponía cada vez que había una bajada y con el paso del tiempo entendió que en esas situaciones había que gritar y ponerse contentos. Y lo contrario; cuando íbamos subiendo y me escuchaba bufar sabía que no era un momento alegre para mí. Surgió la solidaridad entre los dos: ella se ocupaba de mí y yo de ella. Era un trabajo de equipo”, relató el papá.

Como anécdota, Pedro contó que, cuando llegaron a destino (la casa de su hermana, cerca del Cerro de las Rosas), Alma dormía. El hombre ingresó la bici a la casa y acostó a la bebé en una cama. “Recién a la media hora se despertó, miró a su alrededor y estábamos todos matándonos de risa porque se dio cuenta al rato de que había terminado el viaje”, recordó.

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40 años en viajes

Strelin viaja hace cuatro décadas. La pureza en el estilo de los viajes, la creatividad, la unicidad, el contacto con la naturaleza y la combinación de distintas vías de locomoción (como bici, kayak, velero, etc.) son las señas de identidad de sus travesías.

“Este viaje fue mucho más racional, seguro y con más vías de escape que lo que suelo hacer cuando viajo solo o con amigos con mucha experiencia”, aclaró. Y cerró: “No es sólo el viaje el que te motiva sino todo lo previo; la fantasía que se crea dentro y que se va materializando”.