buscar

Tierra del Fuego, tierra de Lakooma: el monstruo de los confines del mundo

Lago Acigami en Parque Nacional Tierra del Fuego. Foto: Gustavo Buyan / 123RF
Lago Acigami en Parque Nacional Tierra del Fuego. Foto: Gustavo Buyan / 123RF

Los yaganes, comunidad aborigen que vivió desde hace miles de años en Tierra del Fuego, creían en un monstruo que habitaba sus helados lagos.

El mar y el continente tienen una conexión íntima en todas partes. En los confines del mundo, los paisajes extraordinarios también se vuelven temerarios, con vientos huracanados, frío extremo, postales de la inmensidad.

Hasta los más expertos navegantes de la historia sucumbieron a la experiencia de recorrer aquellos remotos destinos de Tierra del Fuego, considerado por sus aguas peligrosas.

Algunos no pudieron contarlo, porque sus embarcaciones terminaron estrelladas en los grandes peñascos; otros prefirieron no volver jamás; y hay quienes instalaron leyendas sobre comunidades aborígenes caníbales, a las que luego exterminaron... o incluso llevaron para exhibición en una suerte de zoológico humano por el mundo.

Parece mentira, esa práctica continuó hasta principios del siglo XX.

En aquel extremo sudeste de la Argentina, los alrededores de la Isla Grande de Tierra del Fuego, el Canal de Beagle y la Isla de los Estados (alguna vez llamada la “tierra de la abundancia”) ofrecen paisajes de ensueño, y una vida natural que es al mismo tiempo una reserva para el planeta.

Allí está el faro del fin del mundo que inspiró a Julio Verne, que se convertiría en un ícono del mundo al fin.

Miedos legendarios

En aquel sur del sur, vivieron numerosas comunidades desde hace unos 10 mil años, entre ellas los yaganes, que amaban el agua, vivían de ella y de sus frutos.

Hábiles pescadores, los yaganes conocían el territorio como nadie más, recorrían con sus canoas cada uno de los recovecos entre las islas. También sabían que debían respetar la naturaleza, que guardaba algunos secretos, muchos temerarios.

Ellos se consideraban los únicos sobrevivientes del gran diluvio, la vez que la luna cayó al mar y sobrevivieron montados sobre la isla Gable, a la deriva. Una vez que se detuvo, y la luna volvió a su lugar habitual, ellos fueron quienes resistieron y volvieron a poblarse las tierras.

En aquella región próxima al mar del fin del mundo existen numerosos canales y varios lagos espejados, que durante algunos meses del año se congelan y hasta pueden cruzarse a pie.

Los yaganes no sólo eran capaces de describir al detalle la geografía del lugar a unos cuantos kilómetros de lo que hoy es Ushuaia, entre sus cuevas, lagos y bahías, flanqueadas por escarpadas montañas, sino también las historias de monstruos legendarios que amenazaban a los desprevenidos.

En los bosques -cuentan los yaganes- vivían los hombres salvajes, que tenían la cabeza mitad calva de frotarse contra la corteza de los árboles. También los espíritus de los ahogados solían rondarlos: los parientes de los desdichados que morían en las aguas encendían una fogata en la ribera, para que pudieran calentarse en silencio.

Pero quizás al que más le temían de todos era a Lakooma, un monstruo que vivía en alguno de aquellos lagos (o eran varios), o en los laberintos de sus canales. Era capaz de arrastrar a las profundidades a quienes no estuvieran atentos, y devorarlos. Aparecía de repente, en pequeños remolinos, y se llevaba consigo embarcaciones y navegantes.

Algunos describían a Lakooma como una mano gigante que emergía desde las aguas heladas, y podía cobrarse sus vidas en un instante. Y hay quienes aseguraban haberlo visto alrededor de una roca, o descansando sobre los islotes los días de lluvia intensa.

* Texto basado en la leyenda yaganes de Lakooma y en los escritos de Lucas Bridges (1874-1949), primer europeo nacido en Tierra del Fuego y criado entre los yaganes, donde aprendió su idioma y costumbres. Su libro El último confín de la tierra (1952) es revelador.