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La Puna: un parque temático natural en la altura

El Cono de Arita, en Salta. Foto: Sebastián del Val / Mintur / Inprotur
El Cono de Arita, en Salta. Foto: Sebastián del Val / Mintur / Inprotur

En el Noroeste, los caminos de la Puna permiten descubrir la Tierra en su fase más primitiva. Algunas alternativas deslumbrantes para conocer en una aventura por la Argentina. Es una de las 17 Rutas Naturales de la Argentina.

Nadie vuelve de un viaje a la Puna como era antes. Viajar por ella es entrar en otra dimensión y experimentar escenarios que parecen habitar sólo en la ficción o en las imágenes que envía un vehículo de la Nasa desde Marte.

Pero está ahí, en el noroeste argentino, cada vez más accesible y con la posibilidad de hacer retroceder la película de la vida en la Tierra hasta su fase primitiva: un altiplano con una altitud promedio de 4 mil metros sobre el nivel del mar, rodeado de volcanes y sembrado de salares.

Se entra pidiendo permiso: hay que acostumbrar el organismo a la altura y a la aridez (menos de 50 mm anuales de precipitación), con movimientos lentos y estómagos livianos. Eso también permite disfrutar de los paisajes de transición entre los valles y el altiplano.

Una buena alternativa es ir desde Salta hasta San Antonio de los Cobres. El viaje por la ruta nacional 51, prácticamente asfaltada por completo en este tramo, permitirá adentrarse por la Quebrada del Toro, a la par del Tren de las Nubes. Hay múltiples puntos de interés en el trayecto, como Incamayo o El Candado, donde el poco verde se va diluyendo en los matices cobrizos del desierto.

El Desierto del Diablo en camino a Tolar Grande. Sebastián del Val / Mintur / Inprotur
El Desierto del Diablo en camino a Tolar Grande. Sebastián del Val / Mintur / Inprotur

Luego de El Alfarcito comienza a ganarse altura de modo considerable y se pasa por Santa Rosa de Tastil (a 2.500 msnm), donde se pueden visitar ruinas preincaicas y un museo. La 51 lleva hasta el cruce de la ruta 40 y a la derecha, a lo lejos, puede verse el blanco resplandor de las Salinas Grandes. En una primera excursión a la Puna es una buena opción ir hasta el Viaducto La Polvorilla y regresar a Salta. Pero si se quiere conocer en serio la Puna, con guía y a bordo de una 4x4, hay que seguir hasta las orillas del salar de Arizaro.

Ojos de Mar

Ojos de Mar, Tolar Grande en Salta. Foto: Sebastiàn del Val / Mintur / Inprotur
Ojos de Mar, Tolar Grande en Salta. Foto: Sebastiàn del Val / Mintur / Inprotur

Tolar Grande (3.500 msnm) es un poblado de 200 personas que creció en torno a la estación del tren de carga. Hay un albergue y posadas administradas por la comunidad. Wifi en inmediaciones de la escuela y una cancha de fútbol de pesadilla para los citadinos, a los pies del cerro Macón, donde se encuentra el telescopio más alto de la Argentina, a 4650 msnm. Ideal para observar explosión de estrellas de cada noche.

El pueblo es un cónclave donde se cruza la aventura y la ciencia. Suele ser el punto de partida de las expediciones científicas y de montañistas al Llullaillaco, el volcán de 6.739 msnm cuya cumbre albergó durante unos 500 años las tres momias incas que fueron extraídas de su santuario en 1999. En el pueblo se construye un centro de interpretación y esperan que alguna vez las regresen a la zona.

Otro cruce entre turismo y ciencia lo ofrecen los “Ojos de Mar” ubicados en cercanías. Son piletones naturales de agua turquesa hipersalina (quintuplican la salinidad del mar) que exhiben un tesoro científico: los estromatolitos, microorganismos extremófilos considerados los ecosistemas más primitivos.

“A lo largo de millones de años han afectado la evolución del planeta fijando dióxido de carbono y (han estado) produciendo grandes cantidades de oxígeno a través de fotosíntesis, liberando el oxígeno a los mares, a la atmósfera y creando la capa de ozono”, se lee en el libro La Puna y la Tierra Primitiva, de la investigadora del Conicet María Eugenia Farías y el guía Luis Ahumada.

“Una vez que los estromatolitos comenzaron a liberar oxígeno al planeta (alrededor de 2.450 millones de años) las células primitivas se adaptaron a respirarlo o se extinguieron (selección natural). Respirar oxígeno permitió obtener energía de forma más eficiente la vida se expandió, evolucionó más rápidamente a otras formas y se produjo la eclosión de biodiversidad del Cámbrico que llega a nuestros días”, agregan.

Estos ecosistemas tienen formas redondeadas y están cubiertos por una gelatina de colores. En los Ojos de Mar se los observa como arrecifes. Este tipo de organismos se reportaron en la Puna en 2009 en la laguna de Socompa (Salta) y se encontraron luego en Catamarca, en Jujuy, y también en Chile. A partir de estos hallazgos, escribió Farías, la Puna se considera “una especie de Jurassic Park microbiano”, un parque temático para conectarse con lo primitivo.

Estos “ojos de mar” no tienen en realidad relación con las etapas en que la Puna estuvo cubierta por océanos, ni tampoco -claro- se conectan con el Pacífico por algún túnel. Son simplemente formaciones que surgen de la evaporación de las sales y las aguas que confluyen.

¿Una pirámide?

El Cono de Arita, en Salta. Foto: Sebastián del Val / Mintur / Inprotur
El Cono de Arita, en Salta. Foto: Sebastián del Val / Mintur / Inprotur

De la ciencia a la magia del paisaje. En pleno desierto, en el corazón del salar de Arizaro, aparece una “pirámide” natural: el Cono de Arita. Se llega por un camino de ripio que carcome la paciencia, pero uno se olvida rápido de eso. Porque está ese cerro cónico, inexplicable, con el que juegan los esotéricos para alimentar versiones de una triangulación entre las pirámides de Yucatán y Egipto.

El cono sólo es una maravillosa geoforma. El geólogo salteño Ricardo N. Alonso escribió que “se trata un relicto rocoso en el salar, formado por rocas rojas del Terciario y un capuchón volcánico en el vértice que ha sido sometido a intensa erosión eólica”. Un regalo del viento al que se puede llegar a pie con cuidado por las grietas hirientes del salar.

Piedra Pómez

Campo de Piedra Pómez, en Catamarca. Sebastián del Val / Mintur / Inprotur
Campo de Piedra Pómez, en Catamarca. Sebastián del Val / Mintur / Inprotur

La misma ruta de Arizaro lleva al salar de Antofalla, en Catamarca, pero el camino suele estar detonado por el serrucho y la soledad. Desde ese salar se puede seguir hasta Antofagasta de la Sierra, un oasis en un territorio que fue parte de Bolivia, de Chile, y de Argentina desde 1.900. Otra forma de llegar, mucho más amigable, es por Belén, ascendiendo 260 kilómetros por un paisaje de transición que también es de postal, aunque con la complejidad de este reino de volcanes y salares.

A unos 80 kilómetros de Antofagasta y sobre los 3 mil msnm está el Campo de Piedra Pómez: un manto de turrón blanco al que llega luego de bordear el volcán de Carachipampa -un cono de cabeza achatada y negro y rodeado de una superficie de lava seca- y cruzar dunas y lagunas.

El paisaje puede describirse como un manjar blanco tipo Mantecol que se come con los ojos. El material, tallado por el viento durante miles de años, forma parte de un área natural protegida de 75 mil hectáreas.

Desde Antofagasta, y sólo con 4x4, se puede explorar el cráter gigante de 40 kilómetros de diámetro que ha dejado la erupción del volcán Galán.

Está dormido hace dos millones de años y en su superficie se destaca la laguna Diamante; otros pozos con estromatolitos y algunos géisers de baja actividad, en forma de vertientes de agua caliente.

Cuando se camina por su cráter, al borde de los 5 mil metros de altura, se avanza con pasos como de astronauta. Otra vez, es un escenario que siempre parece de otra dimensión. La percepción cambia. Y cuando se baje a los valles, igual que ocurre cuando se navega muchas horas en el mar, puede que el oleaje de la Puna siga meciendo los sueños.

***

A más de 3000 metros de altura, atravesando paisajes espectaculares formados por volcanes, salares y desiertos de todos colores, la Ruta de la Puna nos invita a descubrir otro planeta. Algunos de sus atractivos requieren de guías experimentados, equipamiento, transporte y cierta preparación física, pero todos ellos nos llevan a descubrir una de las regiones más sorprendentes de Sudamérica.

Algunos imperdibles son: Tolar Grande (Cono de Arita, Ojos de Mar y Salares de Arizaro y Pocitos, Salta); Tren a las Nubes y Viaducto de la Polvorilla (Salta); Antofagasta de la Sierra (Campo de Piedra Pómez, Volcán Galán, Salares de Antofalla y del Hombre Muerto, Catamarca); Salinas Grandes (Jujuy); Monumento Natural Laguna de los Pozuelos (Jujuy); Valle de la Luna jujeño, pueblos y lagunas altoandinas (Jujuy).